“Es más fácil variar el curso de un río que el carácter de una persona”, Proverbio chino.
Las últimas semanas en muchos medios he visto como se resaltan y hacen énfasis en las diferencias de opinión, en las divergencias y en las supuestas peleas de unos y otros. Visiones políticas opuestas, interpretaciones acomodaticias sobre la historia reciente, posturas a la defensiva, en donde prima la crítica y la agresión, y un estado de crispación que nos impide llegar a acuerdos parecen ser la tónica de estos tiempos.
Cualquier empresa colectiva que nos toque emprender hoy va a requerir de ciertas condiciones para que se alcancen las metas propuestas. Lo principal es aprender a dialogar, a escucharnos y lograr ver convergencias y puntos de acuerdo, desprenderse de prejuicios y despojarse del ego.
Una persona con una elevada opinión de sí misma suele ser arrogante, soberbia y tiende a juzgar negativamente a los demás, a quienes suele ver como inferiores, soslayando los méritos del resto y exagerando los propios.
Por eso me llena de admiración que aparezcan voces que, a pesar de opinar distinto, se liberan de sus egos y reconstruyen una propuesta común, comprendiendo las diferencias y la riqueza del debate y el intercambio de ideas.
En el último tiempo me he topado con mujeres generosas, llenas de ganas de compartir de manera desinteresada sus aprendizajes y experiencias; presidentes gremiales firmando cartas donde plantean un sueño en conjunto; a Icare en su circulo de innovación invitando a hablar sin egos; y a Sofofa en su plataforma de Diálogos, invitándonos a reflexionar sobre nuestras diferencias.
Si dejamos de darle tanta importancia a juzgar y criticar al otro, si los aceptamos tal y como son, sin ningún deseo de cambiarlos, tal vez ahí estemos encontrando un punto de partida para el verdadero diálogo.