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Las epifanías de Paz Court

martes, 04 de septiembre de 2018

Por María Cristina Jurado. Fotografías: Sergio Alfonso López
Entrevista
El Mercurio

Un mes antes de cumplir los seis años y durmiendo atrás, su auto se estrelló contra un camión y perdió a su abuelo. A los ocho, sus padres se separaron. El jazz la apasionó desde su adolescencia, pero la hizo vivir su primer acoso. En su entrevista más personal, mientras triunfa en México y convoca públicos transversales, Paz dice: "Ser artista es un sacrificio tremendo".



E l flequillo, muy corto y muy negro, le otorga un aire de París en los años 40. Sus ojos verdes penetrantes se encienden con nostalgia. Después dice:

-Era de noche, él iba manejando y se quedó dormido. Íbamos de Santiago a Linares, mi abuela a su lado. Yo iba durmiendo atrás, pero con la cabeza recostada en el asiento trasero hacia el lado de mi abuela, por eso no me pasó nada. Había un camión parado en la berma y se estrelló contra él. Cuando me desperté, un carabinero me sacó del auto. Nos metimos en una ambulancia, ella iba muy callada. Así llegamos a la Posta de Talca. Yo tenía cinco años.

La muerte del abuelo de Paz Court, 33, cantante y actriz emblemática que en el jazz, el pop y la estética vintage encontró su estilo y hoy está en ruta al éxito internacional, marcó su vida. En abril de 1991, un mes antes de cumplir los seis años, Manuel Francisco Mesa, gobernador de Linares y poeta, se mató violentamente en las afueras de Talca. Iba con su mujer, Carmen Latorre, y su nieta regalona, Paz. Si el accidente dejó a la cantante con vida, nunca se borró de su mente. Se quebró un fémur y debió faltar muchas semanas a su colegio Saint George's, hasta recuperarse. No pudo ir a los funerales de su abuelo, a quien adoraba. Hasta hoy, Linares -donde veraneó toda su infancia y donde aprendió a cantar- es para ella su cuna emocional. La violenta pérdida de su abuelo materno se convirtió en la primera epifanía de su vida: cuando descubrió que los humanos somos mortales y que la dicha se puede evaporar.

-Fue uno de los momentos que me han marcado. Y que marcó también nuestra relación con mi abuela; siempre hemos sido muy apegadas. Y siento que en parte fue porque nos tocó vivir ese momento juntas.

El accidente de 1991 fue su primera epifanía, pero no la única: con los años descubrió que, con cada hito vivido a veces con dolor, a veces con alegría, daba un paso. Así creció, hasta perfilarse en la original artista que es hoy. La muerte de su abuelo la marcó también en algo más. Algo impensado, dice ella hoy, mientras reflexiona en el departamento antiguo que comparte hace dos años y medio con su pareja.

-Mi abuelita, dueña de casa, crió a doce hijos, entre ellos a mi mamá. Siempre fui muy cercana a ella: Linares para mí significa hasta hoy un hogar, una familia, un recuerdo de niñez. Porque yo me iba muchos veranos sola y tenía a mi prima favorita ahí, Constanza. Ahí tengo mis primeros recuerdos cantando, porque con mi prima cantábamos mucho. Mi abuela nos hacía concursos de dibujo, nos hacía aprendernos poemas. Siempre, de algún modo, estuvo presente lo artístico. Y pienso que de ella me viene este gusto por la moda, por la estética, que influyó en mi mamá, mis hermanas y en mí.

Su pasión por la estética vintage, por la ropa, maquillaje y el jazz de los años 40 y 50; su fervor por cantantes emblemáticas de la época, como Billie Holiday, Ella Fitzgerald y Sarah Vaughan, viene de ahí. Y ha influido en la distintiva visión que el público tiene de Paz Court, en cómo se para hoy en un escenario. Ella no sería ella sin su colección de vestidos floreados, que jamás repite, su flequillo estricto, su voz anochecida por el jazz, sus flores en el pelo al estilo de Holiday, quien nunca cantó sin una magnolia en la oreja.

-A mi abuela Carmen le gusta mucho la moda, en el sentido del diseño de vestuario. ¡Si tú la escucharas cómo ella describe el vestido que usó cuando mi abuelo la invitó a no sé qué fiesta! Te describe el vestido con sus detalles técnicos, de costura. Es que en su época, ella se los mandaba a hacer, entonces sabe mucho de telas, de colores. Pienso que eso se me tradujo en amor y pasión: hasta hoy estaría toda una tarde escuchándola hablar de sus fiestas, de sus vestidos. Tratando de entender las cosas, el porqué me dediqué a investigar a las divas del jazz, a las divas del cine, me pregunté de repente, ¿de dónde me viene esta pasión por las divas? ¿Por qué yo y las divas? Así llegué a mi abuela, que hoy tiene 94 años.

Hubo más epifanías. Su casa fue marcadora en lo cultural: recuerda que, por sus tres hermanos mayores, vivía en el arte. "Todos tocaban guitarra, dibujaban, escribían. Mi hermana grande, Catalina, bailó ballet mucho tiempo, mi hermana Olivia se dedica hoy a la danza contemporánea. Juan, quien es ingeniero, es el único que hizo música, tocó guitarra. Y a mi papá siempre le gustó la flauta traversa, le hubiera gustado ser músico".

Fue una infancia feliz, pero a los ocho años sus padres se separaron y, desde entonces y hasta hoy, ya no pudo recuperar el lazo con su papá. Ambos se emparejaron y, a sus catorce años, su madre se casó de nuevo. Para ella fue un momento de soledad y de desconcierto: siempre habían sido muy unidas. Con los años recuperaron su relación y Paz sanó su alma. Pero su adolescencia fue dura.

-(Me sentí) Súper solitaria. Pero en la música encontré justamente mi refugio. Ahí surge, empieza esa relación mía, me empiezo a dedicar a la música, de lleno a la música.

En plena adolescencia, Paz Court encontró en el arte un lugar. Intuía su talento, el tener una voz y un oído privilegiado: se lo habían dicho desde que tenía memoria y una de sus hermanas la hacía cantar frente a sus pololos.

-En alguna parte, yo sabía que tenía como un potencial, sabía que tenía talento. Pero me faltaba encontrar el lugar desde dónde hacerlo, un lugar que me apasionara. El jazz me dio el empujón necesario para meterme de lleno y empezar a amar la música. Y ya no solo desde la voz.

El jazz, los acosos

Apenas se empinaba en los 14 años cuando llegó a la Escuela Moderna de Música donde aprendió a cantar jazz profesionalmente. Un arduo recorrido, muy estricto, que ella emprendió con el alma liviana: había encontrado su destino. Poco antes, había escuchado a su amiga Elisa Arteche cantando 'Cheek to cheek', la legendaria canción de Irving Berlin, candidata al Oscar en 1936. "Y como que aluciné. Me encantó la melodía, el vibrato, el swing, que eran cosas que yo no sabía qué eran, pero me encantaron. Fue un momento decisivo. Cuando conocí esta canción, dije: "Quiero cantar jazz"'. Con una seguridad inusual para su edad, Paz dice que reconoció su futuro. Supo que no había vuelta atrás. En la Escuela Moderna conoció a su profesora Lorena Pualuan a quien le costó creer que ella, así de chica, quisiera cantar jazz.

-Me dijo: '¡Oh, qué chica y te gusta el jazz! Bueno, sácate este tema de la Ella Fitzgerald'.Y yo dije, ¿Ella Fitzgerald? ¡Y es que yo no sabía nada! Yo solo había escuchado la canción de mi amiga. Entonces empecé a anotar cada tema y en esa época me iba a la Feria del Disco, y buscaba algo porque me gustaba su carátula y lo llevaba a la casa. Y sacaba canciones: fue así que empecé a conocer el jazz. Ella se impresionó mucho cuando supo que yo en realidad no sabía nada de jazz. Nada.

Hoy, después de casi veinte años, dice que conocer a las grandes jazzistas estadounidenses fue otro hito. Y que esa y otras epifanías han sido la brújula que ha redireccionado su vida. "Me voy guiando por la intuición. Si fuera olfato, es como si sintiera un perfume muy intenso que me llena de energía y de ideas. Y digo: '¡Eso, sí, para allá voy!"'. Lorena Pualuan le presentó, poco tiempo después, a Pablo Lecaros, que enseñaba bajo eléctrico y quien también se dedicaba al jazz. "Él me empezó a meter más en ese mundo, a mostrar más música. La primera vez que canté en el Club de Jazz fue con él, yo tenía 15 o 16 años. Nunca más paré. Me he dado cuenta que la música me acompaña en todos los momentos importantes de la vida: cuando necesito un refugio, una compañera, o si quiero potenciar un momento increíble. Es mi aliada. Ya son casi 20 años desde que empecé a cantar".

No todo ha sido sencillo.

Por la música vivió dos episodios que no puede olvidar y que la marcaron en forma profunda. Dos veces durante su carrera a Paz Court alguien, con preeminencia sobre ella y mayor en edad, intentó utilizarla como objeto sexual. Dos casos de acoso que ella relata con un hilo de voz.

El primero fue a los 17 años.

-Obviamente, me han pasado cosas. Cosas que tienen que ver con que tú vas a trabajar en algo y la persona que está a cargo de ese trabajo o de esa oportunidad de trabajo, te mira según el sexo que tienes. Y si eres bonita o si eres fea, o si tú le puedes dar algo a cambio.

-¿Darle qué a cambio?

-Algo sexual. Me pasó en un par de oportunidades, acá en Chile. De que, en el fondo, tú no estás ahí por tu trabajo, ni por cómo yo canto, ni por lo buena que yo puedo llegar a ser, que eso no basta. Y que no te pueden mirar neutralmente, de profesional a profesional. Sino que siempre es como de hombre a mujer. Y poniendo lo sexual entremedio.

-¿Cómo fue ese episodio? ¿Con quién te pasó?

-Con alguien con quien yo trabajé. Él tenía una posición de autoridad. Obviamente, yo no quise seguir en esa situación y me alejé. Y eso significó para mí, un cambio de trabajo y de momento artístico. Pero al final fue para mejor. En el momento fue difícil y ¡sentí que el mundo se iba a acabar! Pero la verdad es que hoy doy gracias. Fue difícil: venir entrando a la música y encontrarse con algo así. Y (que te pase) desde la ingenuidad, porque yo era bien niña. Fue mala onda, pero aprendí mucho. En el sentido de saber que la fuerza y la capacidad de trabajo y de hacer proyectos bacanes ¡viene de mí! Como que me empoderé. Era una situación en que yo dependía absolutamente de ese poder, y sentí que cuando se acabó eso, yo me iba a quedar sin nada. Pero vino Jazzimodo, vinieron todas las cosas que he estado haciendo ¡y que han venido de mí!

Nueve años después, cuando Paz Court había cumplido 26 años, sufrió un nuevo episodio. "La segunda vez fue buscando tener el apoyo de un manager. La persona me trató... me dijo: 'Eres un pollo', como súper despectivo. Me dijo que si yo quería, él me ayudaba, pero que nos juntáramos en mi casa, y que se llevaba pijama".

Recuerda:

-Yo quedé aturdida. Si me pasa algo así hoy, yo podría reaccionar. Pero en ese momento, en esa época, una se quedaba congelada. Nunca más le hablé al tipo, por supuesto. Me costó entender. Era en un café y nos despedimos, y me sentía rara, rara. Pero no reaccioné, yo creo que estaba en shock. Lo dijo en mi cara y yo me quedé congelada. En schock.

Ser Hayworth, ser Fitzgerald

Los escollos la hicieron madurar. Recuerda que, cuando partió, su ídola era la jazzista Claudia Acuña. En eso estaba, "cuando de repente se me atravesó el pop. Yo nunca escuché mucho pop, porque mis hermanos siempre fueron muy melómanos, pero se escuchaba Led Zeppelin, Joplin, Sepultura, Primus, Chopin, Luis Miguel. Yo en mi adolescencia escuchaba jazz. Escuchaba música con orquestas. De ahí viene el que tenga una orquesta hoy".

-Su carrera ha estado marcado por su pasión por las divas de los años 40 y 50. ¿Pasa todo por un tamiz vintage?

-El jazz me acercó a ese mundo vintage, porque las grandes cantantes son de esa época. Cuando trato de entender de dónde viene ese amor mío por lo vintage, viene de ahí. De haber crecido escuchando esa música, ese sonido y viendo esa estética. Después, en un momento la Orquesta de Cámara de Valdivia me invitó a hacer un espectáculo con ellos. Dado el Festival de Cine de Valdivia, decidimos hacer "Divas del Cine".

Fue en 2011 y, así como después hizo 'Los Viudos de Marilyn', en 2013, sus Divas del Cine han sido una marca en su carrera. Se inspiró en Marilyn Monroe, en Joanne Russell, en Rita Hayworth, en Audrey Hepburn. Empezó a actuar sobre el escenario, se fue haciendo conocida. Con sus dos espectáculos, casi artesanales, Paz Court ha recorrido Chile y va camino al triunfo en México, un país señero en la industria discográfica en América Latina. Ha ido varias veces, la primera con su ex banda Jazzimodo, después como solista a producir su primer disco 'Cómeme', en 2013. Volvió en 2015 a hacer su primera gira mexicana, por Querétaro y Zihuatanejo. En Chile recién terminó el segundo, "Veranito de San Juan", un crisol de todas sus búsquedas musicales y personales, partiendo por una mezcla de jazz y de pop con que siente llega más directamente a su público transversal. Para Court, el contacto con sus audiencias es un tema profundamente humano. Dice:

- Ya casi no se habla de amor en las canciones. De hecho yo he tomado ese rol. Hay mucha gente que dice 'Ay, que simplona, ay que cursi, porque habla de amor'. Pero yo me he dado cuenta de que son cosas que conectan con lo profundo. (...) Justamente lo que hago es rescatar lo de antes no solo del amor, sino del romanticismo en su más amplia gama. Hacer música humanamente, con mis propias manos, y en colectivo. Así es el proyecto de la Orquesta Florida.

Ha sido difícil. Porque Chile, reclama, es un país duro para un artista: a ella muchas veces se le cerraron puertas en la nariz. "¡Y te duele en el alma! Porque uno está entregando su ser y su emocionalidad. Y es un sacrificio, ser artista es un sacrificio tremendo". En 2016 comenzó su odisea por armar su orquesta, un viejo sueño: músicos con arpa, vibráfono, bronces, batería, contrabajo y guitarra eléctrica. También hay dos coristas, como en las grandes orquestas del jazz. Con ellos hace música cada vez que puede.

Hoy da gracias a la vida, dice, por su fuerza interna y porque siempre ha podido resurgir, siempre se ha reinventado. Con Marilyn, las Divas del Cine o su Orquesta Florida: Court hace que las cosas pasen. Y dice que los intentos de acoso que vivió, movieron su brújula:

-Más que cualquier otra cosa, fue tomar postura. Pensar en qué tipo de artista soy yo. Todo el tiempo siento que estas situaciones te van poniendo a prueba para ver qué es lo que uno quiere y hacia dónde va uno. En mi caso, siempre he seguido mi brújula interna. Y no estoy dispuesta a venderme por nada.

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