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Informe de la Academia Estadounidense de Pediatría:

Recuperar el juego es crucial para el futuro de los niños

jueves, 30 de agosto de 2018

JANINA MARCANO F.
Vida Ciencia Tecnología
El Mercurio

La sociedad actual ha priorizado el rendimiento en desmedro del tiempo libre para jugar, lo que impacta en el desarrollo cerebral y habilidades sociales de los infantes, advierten especialistas.



La psicóloga clínica Carolina Grellet dice ser testigo de una situación en su consulta que es cada vez más frecuente.

"Veo niños de dos o tres años estresados y con alto nivel de angustia o alteraciones del sueño. Y en todos se repite lo mismo: el poco juego espontáneo", dice Grellet, quien también es académica de Pedagogía en Educación Parvularia de la Universidad de Chile.

"Los humanos vivimos angustias relacionadas al crecimiento, y una de las maneras que tienen los niños para controlarlas es precisamente jugar. Lamentablemente, el juego se ha ido perdiendo en ellos y se les está restringiendo de ese recurso innato", añade la académica.

La misma advertencia hizo la Academia Estadounidense de Pediatría, que acaba de lanzar el informe clínico "El poder del juego", el que llama a padres y escuelas a recuperar el juego en los niños, entendiéndolo como una herramienta crucial para su desarrollo y no como una actividad trivial.

Habilidades del siglo XXI

"Hay evidencia científica de que el juego trae beneficios para la interacción entre padres e hijos, ayuda a amortiguar el estrés y mejora las habilidades socioemocionales", dice a "El Mercurio" el pediatra Michael Yogman, académico de la Universidad de Harvard y uno de los autores del informe.

"Jugar es fundamental para desarrollar habilidades del siglo XXI, incluidas las sociales, emocionales, de lenguaje y cognitivas, todo lo que necesita la próxima generación en un mundo económicamente competitivo que requiere colaboración e innovación", añade Yogman.

La negociación, la resolución de conflictos, la autodefensa y el liderazgo son otras de las habilidades que se obtienen con la recreación.

El informe de la academia se centra principalmente en el juego espontáneo, es decir, que no tiene objetivos reales.

Durante los primeros años de vida de un niño, gestos simples como devolverle una sonrisa o las caricias son formas de jugar con ellos. A medida que crecen, los juegos espontáneos se caracterizan por la interacción con objetos o juegos de roles que realizan solos o en compañía.

"En la medida que el juego es social, permite integrarse al mundo e identificar estrategias que se aprenden mejor cuando se descubren por sí mismo, como saber qué tan fuerte puedo patear una pelota y así ir moldeando el autocontrol", explica el psicólogo educacional Daniel Barría, director ejecutivo de la red Observatorio del Juego.

Pero el informe emitido por la academia demuestra que los niños juegan cada vez menos.

El tiempo de juego de los menores estadounidenses disminuyó en 25% entre los años 1981 a 1997. A su vez, una encuesta que evaluó a 8.950 niños preescolares de ese país, descubrió que solo la mitad de ellos salía a caminar o a jugar con sus padres.

"Lo que sucede es que estamos más preocupados del rendimiento y se cree que la vida es solo para trabajar y aprender y, bajo esta lógica, el juego tiene un lugar demasiado pequeño que parece que significa perder el tiempo. Eso hay que replantearlo", opina Liora Stavchansky, psicoanalista mexicana que visitó recientemente el país y dictó una conferencia sobre el tema, invitada por la U. Diego Portales.

Cuando los niños juegan, en realidad están haciendo muchas cosas más, dice Stavchansky. "Cuando convoca a sus padres o hermanos está afirmando sus vínculos y eso es lo que lo hace un ser social y por eso es tan importante. O cuando inventa un cuento o arma una casa con objetos, está creando y elaborando ideas y eso es importante para el desarrollo", explica.

Lo mismo sucede cuando parecen estar aburridos, algo que suele preocupar a los padres y que incita a la programación de actividades más formales, explica Grellet.

"El aburrimiento es una herramienta poderosa porque implica activar la creatividad. Es un estado de calma en el que nacen preguntas y que hoy no es valorado", opina.

A nivel cerebral, el juego también ofrece beneficios importantes, asegura el pediatra Manuel Fernández, académico de la Facultad de Medicina de la Universidad de los Andes.

"Actualmente, sabemos que no se necesita un cerebro más grande para ser más inteligente, si no que lo importante es la cantidad de conexiones neuronales en él. ¿Y cómo se logra eso en los niños? Una forma es dejando que jueguen, usen la imaginación y así utilicen más zonas del cerebro. Esto impulsa más conexiones neuronales y mejora su desarrollo funcional", puntualiza el doctor.

''Los niños de hoy están viviendo en una cultura donde se ha ido perdiendo la libertad para jugar y no se analiza el daño que se les hace. Recuperar el juego es una urgencia". CAROLINA GRELLET, ACADÉMICA DE LA UNIVERSIDAD DE CHILE.

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