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Panorama | Las voces de su narrativa

Literatura peruana actual: entre la saga y la confesión

domingo, 29 de julio de 2018

Pedro Pablo Guerrero Desde Lima
Artes y Letras
El Mercurio

Nacidos en su mayoría en los 70, los escritores más leídos hoy en Perú vienen del periodismo, cultivan un estilo realista, indagan en torno a la figura del padre y mantienen una relación estrecha con figuras consagradas, como Mario Vargas Llosa y Alfredo Bryce Echenique.



Un fenómeno. Así se refiere todo el mundo a Renato Cisneros (Lima, 1976), autor de las novelas "La distancia que nos separa" (2015) y "Dejarás la tierra" (2017), que han vendido más de 30 mil y 20 mil ejemplares, respectivamente. Sus lectores hacen fila en la Feria del Libro de Lima para que les firme un libro o se tome una selfie con ellos. Sobre todo con ellas. Cisneros es un "fenómeno" porque sobrepasa lo literario. Columnista habitual de prensa escrita, ex conductor de televisión, su programa de radio es uno de los más escuchados en el Perú y tiene miles de seguidores en redes sociales.

Hasta sus dos últimas novelas, ambas publicadas en Planeta, no era una celebridad literaria, a pesar de que había publicado otras dos novelas y tres poemarios. ¿Cuál fue la tecla que tocó para convertirse en una figura internacional, editada en España -país donde vive la mayor parte del tiempo- y pronta a ser traducida al francés y al alemán? Una vieja y entrañable forma literaria: la saga. En este caso, la historia de su propia familia. En "La distancia que nos separa", Cisneros aborda la controvertida figura de su padre, general de Ejército y ministro de los presidentes Morales Bermúdez y Belaúnde Terry. Luis Cisneros, el Gaucho Cisneros, como fue conocido, inició una guerra sin cuartel contra Sendero Luminoso y luego se convirtió en un implacable crítico de Fujimori. "No escribí ese libro por otra razón que no sea tratar de comprender un poco más la historia de ese hombre que vi pasar por mi vida de manera consistente durante 18 años, pero cuyo pasado se me presentó en algún momento como un enorme enigma. Yo quería saber todo sobre mi padre", explica Renato Cisneros en la Feria del Libro.

La última novela del autor se remonta hasta el siglo XIX para buscar los orígenes de su estirpe: los siete hijos nacidos de la relación entre su tatarabuela Nicolasa Cisneros y el sacerdote Gregorio Cartagena, quien llegaría a ser obispo de Huánuco.

Cisneros es la punta del iceberg, la cara más visible de la emergente narrativa peruana que están haciendo autores nacidos a fines de los años 60, y sobre todo de los 70. Ningún otro vende tanto como Cisneros, pero muchos comparten con él una serie de características que permiten hablar de una renovación literaria.

En torno al padre

"Hasta la generación de Vargas Llosa, la literatura era vista como una exploración de la realidad social y cultural. Las novelas de estos autores eran retratos colectivos. En las generaciones siguientes predomina, en cambio, la tendencia a una novela más intimista, con un sentido autobiográfico, que también ha dado algunos autores muy valiosos", señala Alonso Cueto (1954), connotado representante de la generación posterior a la de Vargas Llosa y Alfredo Bryce Echenique.

A juicio de Cueto, entre los autores más importantes de la nueva promoción destacan, además del propio Cisneros, Jeremías Gamboa (1975), Jerónimo Pimentel (1978), Marco García Falcón (1970) y Gustavo Faverón (1966), "quienes también han escrito novelas profundamente personales, aunque en distintos grados".

Con solo dos libros publicados hasta la fecha, Gamboa es el prototipo del escritor peruano que hace sus primeras armas en el periodismo y luego vuelca esa experiencia en la narrativa. Su consagración internacional llegó con la novela "Contarlo todo" (2013), de fuerte carga testimonial, que recibió el espaldarazo de Vargas Llosa y ganó en España el Premio Tigre Juan. Gamboa participó hace unos días en la ceremonia de entrega del Premio FIL de Literatura que conceció la Cámara Peruana del Libro al escritor y periodista Fernando Ampuero (1949), quien fue su jefe en la revista "Caretas".

Gamboa contó en esa oportunidad que llegó al semanario gracias a su padre, que trabajaba como mozo en una pizzería de Miraflores -como recuerda en su cuento "La conquista del mundo"-, donde solían reunirse Ampuero y un grupo de amigos periodistas y escritores. Fue su padre quien se atrevió a decirle que tenía un hijo que deseaba escribir. Ampuero lo citó a su oficina y le dio trabajo como reportero.

"Mi vocación y buena parte de lo que entiendo como el oficio de escribir provienen de la obra de Mario Vargas Llosa. De allí salen la metodología, el aliento de la narración, la vocación realista y el ánimo de contar una historia. En términos de temperamento, creo ahora estar más cerca de Alfredo Bryce Echenique, que también es un autor que explora la sentimentalidad", escribió Gamboa en el epílogo de la antología "Selección peruana 2000-2015".

Estos juicios pueden ser compartidos por buena parte de los narradores actuales. De hecho, Bryce prologó "La distancia que nos separa", de Cisneros, y uno de los rasgos que celebró de esta novela es su capacidad de conmover al lector. En esa influyente antología, realizada por Ricardo Sumalavia y publicada en 2015 por Estruendomudo, se incluyó un recuento de los escritores preferidos por los autores seleccionados. A la cabeza, con seis menciones, quedó Julio Ramón Ribeyro (1929-1994). Vargas Llosa y Bryce Echenique igualaron con 5 votos.

"Renato Cisneros y Jeremías Gamboa son las caras más visibles de la movida literaria", confirma Enrique Planas (Lima, 1970), periodista cultural de El Comercio y autor de cinco novelas, elegido en Guadalajara como uno de "Los 25 secretos mejor guardados de la literatura latinoamericana". Planas hace ver que ambos novelistas han sido celebrados por Vargas Llosa, tienen una prosa estupenda y son exponentes de la literatura predominante que se hace en Perú: una narrativa realista, con una noción muy clara del tiempo que están viviendo sus personajes. Las diferencias vienen de las distintas perspectivas que da el origen social.

"Jeremías representa más bien la visión del hijo del provinciano que encontró un espacio en la ciudad. Su hijo intenta alcanzar una posición más de poder, mientras que Renato escribe desde su dolorosa y privilegiada posición de tener un padre que forma parte del poder y, todavía, de un poder corrupto", advierte el escritor.

Más que un predominio de la novela de formación, Planas advierte una marcada presencia de la figura paterna. "La literatura del padre ha sido muy potente, porque vivimos en un tiempo en que las instituciones están tan corrompidas y se cuestiona tanto al Estado, que la mirada de muchos creadores se ha ido a la relación con el padre, que al final es la más básica representación del poder. El padre se convierte en una figura de poder, desde lo real, desde lo doméstico, hasta lo simbólico. Tiene que ver con una reflexión y un enjuiciamiento de la relación paterna".

De la misma opinión es el crítico literario Julio Ortega, académico de la Universidad de Brown. "Hay un horizonte de autoridad que se ha mitificado seguramente para negociar la violencia que hay detrás de ella y hacer la paz con el padre en una especie de sacrificio simbólico", afirma en clave psicoanalítica.

La irrupción de las mujeres

Hasta mediados de los 2000, las mujeres que destacaban en la literatura peruana eran sobre todo poetas. Blanca Varela, Carmen Ollé, Giovanna Pollarolo y Rocío Silva Santisteban eran conocidas incluso en otros países. "No es que no existieran cuentos y novelas escritos por mujeres, pero eran invisibles", recuerda Álvaro Lasso (1982), poeta y editor de Estruendomudo, sello peruano-chileno fundado en 2004 y clave en el despegue de la narrativa peruana actual junto a otros sellos independientes. "En el siglo XX no se dieron las condiciones para una narrativa escrita por mujeres. No hubo en Perú una Diamela Eltit. Si eras mujer y tenías relación con la literatura debía ser a través de la poesía. Casi era un dictamen social", dice Lasso.

En la antología "Selección peruana 2000-2015", el director técnico Ricardo Sumalavia tuvo el buen ojo de incluir a tres jugadoras en el equipo: Gabriela Wiener (1975), Katya Adaui (1977) y Claudia Ulloa (1979). Las tres, coincidentemente, viven fuera de Perú y han publicado en el extranjero. Wiener, en Planeta ("Sexografías"); Adaui, en Random House ("Aquí hay icebergs"), y Ulloa, en la editorial chilena Laurel ("Pajarito").

"Una de las más importantes novedades ha sido la literatura escrita por mujeres", reconoce hoy Alonso Cueto. "Autoras como Katya Adaui, María José Caro, Susanne Noltenius, Claudia Salazar, Karina Pacheco, Alina Gadea, Irma del Águila y muchas otras han ofrecido libros interesantísimos de distintos tipos. En muchas de ellas predomina una línea de la intimidad y la confesión personal como motivos narrativos".

Esto último se cumple, a cabalidad, en "Perro de ojos negros" (2016), la primera novela de María José Caro (Lima, 1985). La protagonista cuenta la experiencia de su retorno a la casa familiar en Lima luego de cursar una maestría en Madrid. Elementos confesionales se presentan en la mayoría de los libros de Gabriela Wiener; su obra se funda en una personalidad intensa y desbordante que se expande, además, a la poesía, la crónica y la performance . El ejercicio más extremo de autoindagación es "Dicen de mí" (2017), en el que entrevista a familiares, amigos y conocidos para que le hablen de ella.

Desde una perspectiva más tradicional, en el volumen de cuentos "Aquí hay icebergs" (2017), Katya Adaui capta a través de evocaciones autobiográficas de su infancia el clima que vivía Perú en los 80. "Los terroristas vuelan las torres de electricidad -escribe-. Los apagones constantes dificultan leer, hacer las tareas. Vivir bajo la amenaza de las bombas es una cacería, solo algunos adultos la enfrentan solidarios. Nadie comprende, al horror no se lo puede entender. Los papás nos llevan a ver los forados de las bombas. No sé qué esperan de nosotras. Me duele la ciudad, no me duele el país. Aún no. Estamos en toque de queda. Solo a las fábricas de velas parece irles bien".

En un relato anterior ("Desobediencia"), incluido en "Selección peruana", Adaui se aleja del espacio de la familia para retratar a un ex dictador encarcelado que cultiva pinos y recibe la visita de una mujer dispuesta a todo por él. La alusión es transparente. En tono de parodia, Claudia Ulloa ironiza sobre la identidad nacional a través de un cuento que lleva el patriotismo de una madre a extremos descabellados ("Hielo para marcianos").

La legión extranjera

La distancia que da vivir fuera del Perú se refleja, a menudo, en espacios narrativos más cosmopolitas o ambiguos, a veces alegóricos o incluso distópicos. Radicado desde hace años en Estados Unidos, Carlos Yushimito (1977) es considerado por Julio Ortega "el mejor de los nuevos narradores peruanos". En un relato de neopicaresca futurista ("En que da cuenta Lázaro de la amistad que tuvo con un ciego traficante de historias y de los infortunios que con él pasó"), el autor imagina un mundo donde las historias no se leen sino que se inyectan a cambio de monedas de agua, cada vez más escasa.

Hace tiempo que Yushimito anuncia una novela, pero el robo de su computador y una confesa resistencia al género aplazan indefinidamente la publicación. En la Feria de Lima presentó, en cambio, su nuevo libro "Marginalia": una recopilación de textos a medio camino entre el aforismo y el ensayo, en los que reflexiona sobre la etimología de las palabras y sus curiosas desviaciones en el habla cotidiana. Muchos textos provienen de sus posteos en Facebook, según advirtió el autor en el lanzamiento, vía teleconferencia, ya que no pudo viajar a Perú debido a la nueva política migratoria del gobierno de Donald Trump.

En Estados Unidos viven también Luis Hernán Castañeda (1982) -autor de "Casa de Islandia" (2004), libro inclasificable, de culto, desmesurado, bolañesco, metaliterario- y Francisco Ángeles (1977), autor de novelas como "Austin, Texas 1979" y del volumen de relatos "Doble función" (2015), donde está la impresionante historia de un peruano que se gana la vida en Filadelfia disfrazado de Rocky Balboa.

De los escritores peruanos que viven en el extranjero, uno de los más reconocidos y atípicos es, sin duda, Daniel Alarcón. Nacido en Lima (1977), pero criado en Alabama, Alarcón escribe y publica sus obras en inglés. "El rey siempre está por encima del pueblo" es un cuento que da título a su más reciente libro de relatos. Transcurre en el puerto de un país violento, que no se nombra, junto a un río que podría ser, o no, el Rímac. Tanto el padre como el jefe del protagonista fueron partidarios del dictador derrocado. El joven finalmente decide huir de todo, dejando atrás a su mujer y a su hijo, del que se hacen cargo sus padres.

Diego Trelles Paz (1977), radicado en París, habla de otros personajes que huyeron, en "La procesión infinita" (2017), novela finalista del Premio Jorge Herralde. Desde Barcelona, Santiago Roncagliolo evoca los álgidos 90 en "La noche de los alfileres" (2016), celebrada por Julio Ortega como la mejor novela que se ha escrito sobre la relación entre el padre y la violencia. También en España, Sergio Galarza (1976) vuelve a los años duros con "Algunas formas de decir adiós" (2014), su más reciente libro de cuentos.

"Creo que el momento que vive la literatura peruana es muy bueno, a pesar de que vivimos en un país con muy pocas bibliotecas y librerías", reconoce Alonso Cueto. "La dureza de nuestra historia, las contradicciones, los traumas, las tensiones en las que vive nuestra sociedad alimentan no solo la literatura social, sino también la que enfatiza el aspecto intimista y personal de novelas y relatos. Hay más escritores y también más lectores aunque la literatura siempre será una minoría en cualquier país".

"Predomina la tendencia a una novela más intimista, con un sentido autobiográfico". (Alonso Cueto)

Muy potente es la literatura escrita por mujeres y autores que residen en el extranjero.

"El padre se convierte en una figura de poder, desde lo doméstico hasta lo simbólico". (Enrique Planas)


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