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Liceo Yungay, de Yungay, en la Región del Biobío:

Las dificultades impulsaron a esta comunidad educativa a reinventarse y crecer en calidad

lunes, 16 de julio de 2018

Margherita Cordano F.
Educación
El Mercurio

Aunque hace ocho años enseñan y aprenden en containers que debían ser temporales, profesores y alumnos de este colegio han logrado salir adelante y ser reconocidos con la Excelencia Académica.



El frío parece no dar tregua en el Liceo Yungay. Son varias las salas de clases que no tienen sistema de calefacción, lo que ha hecho que niños cubiertos con bufandas, frotándose los brazos y corriendo para entrar en calor formen parte del panorama de invierno.

El contraste es grande si se le compara con lo que ocurre a fin de año, cuando la temperatura dentro de cada sala puede superar los 40°C. "Uno no se puede apoyar en las paredes porque queman", explica Cecilia Molina, encargada de evaluación de este establecimiento municipal, que enseña a 500 alumnos y que hace más de ocho años espera ser trasladado hacia otra zona.

Desde el año 2010 -y después de que el terremoto de ese año dejara inhabilitado el edificio del liceo, que por entonces se encontraba frente a la plaza de la comuna- las paredes del establecimiento son de lata. Todo el colegio se construyó en base a containers dispuestos uno al lado de otro, sin ningún tipo de aislación. Lo que en un principio era una solución provisoria que duraría máximo cinco años (la vida útil de cada uno de los contenedores) hoy sigue siendo un colegio más bien improvisado, lejos de la plaza y que este mes se ha ido llenando de goteras.

"Eso puede complicar el trabajo docente y repercutir en los estados de ánimo de los niños", agrega Claudio Sepúlveda, jefe de la Unidad Técnica del colegio. La evidencia más clara de esto último ocurrió en 2013, cuando 134 alumnos terminaron desertando del establecimiento.

Fue tras esta pérdida que la comunidad decidió cambiar de actitud: aunque seguirían luchando por mejorar su entorno, la consigna pasó a ser que las condiciones adversas no impedirían que el liceo educara con calidad. Se acordó que una manera de hacerlo sería invertir los recursos de la Subvención Escolar Preferencial en programas de apoyo académico y psicosocial.

Con el tiempo, el plan generó buenos resultados: el colegio subió su puntaje en pruebas estandarizadas, fue reconocido como Liceo de Excelencia Académica y disminuyó de manera drástica el número de abandono y repitencia. Los alumnos se muestran mucho más colaborativos y los que continúan estudiando o tienen trabajo al graduarse han ido aumentando.

Estos programas y sus logros hicieron que el colegio fuera seleccionado para formar parte de la Red de Escuelas Líderes, iniciativa que impulsan Fundación Minera Escondida, Fundación Educacional Arauco, Fundación Educacional Oportunidad, Fundación Chile y "El Mercurio". Su objetivo es identificar proyectos que educan con éxito en contextos vulnerables.

En el Liceo Yungay, el índice de vulnerabilidad llega al 88%.

De emergencia

Entre otras decisiones que se tomaron para sacar provecho de la adversidad está la de implementar una educación dual: formar a los alumnos en especialidades técnicas y dividir su semana entre la sala de clases y empresas especializadas en los servicios que ofrece el liceo. En el Yungay las especializaciones son electricidad y administración.

"Por ser un colegio de emergencia, no nos aceptan proyectos de construcción que permitan, por ejemplo, habilitar talleres de enseñanza técnico-profesional", dice Claudio Sepúlveda. La falta de salas especialmente habilitadas hacía poco atractiva la oferta, agrega Karen Gaete, coordinadora de la especialidad de administración.

Como solución, los niños hoy pasan tres días en el liceo y dos en una empresa, lo que les permite poner sus conocimientos a prueba. "La acogida ha sido muy buena. Y útil, porque uno se relaciona con personas que trabajan directamente ahí, que te ayudan a ver si a futuro uno quiere seguir o no en la carrera; es el mundo real", cuenta Scarlett Baeza, de 4° medio, quien desea estudiar Técnico en Administración Pública y Municipal. Scarlett ya ha hecho prácticas en Fiscalía y Forestal Arauco, entre otras.

La sala de apoyo académico también se ha vuelto clave en las mejoras del colegio. Se trata de un espacio habilitado para trabajar con alumnos con necesidades educativas de carácter transitorio, que ingresan a mediados de año al establecimiento o que por otras razones -problemas médicos o embarazos adolescentes- suelen faltar a clases. "Se les arma un horario distinto, tienen un calendario especial de evaluación", explica la psicopedagoga Vanessa Bórquez. "Desde este semestre, además, estamos partiendo con tutorías entre alumnos; los más aventajados se involucran y vienen a trabajar con los que tienen más dificultades. Se entienden entre pares".

Donde también se hace presente el trabajo en equipo es en los containers habilitados para realizar talleres laborales.

"Son para niños que tienen una discapacidad intelectual más pronunciada. A ellos se les enseña sobre pastelería y servicios de lavandería", indica Cecilia Molina sobre el programa en el que participan 15 jóvenes.

Mientras lo comenta, un alumno con síndrome de Down se le acerca para mostrar la masa que tiene en sus manos: junto a sus compañeros, está preparando pan amasado. Más tarde esperan venderlo y con lo que ganen, seguir financiando utensilios, materiales y -quién sabe, dice Molina- quizás reparar una que otra gotera que intenta distraerlos de su objetivo de educar y aprender.

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