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Rimpac 2018:

Una mirada al interior del ejercicio Rimpac desde la participación de la Armada de Chile

domingo, 15 de julio de 2018

Juan Pablo Toro V. desde la base naval de Pearl Harbor
Reportajes
El Mercurio

Como un país que vincula su desarrollo al Asia-Pacífico, a través de sus oficiales, infantes de marina y un buque, la marina se prepara para defender los intereses nacionales en un océano que se ha vuelto más exigente.



Como carreteras invisibles sobre estas aguas del Pacífico se extienden las líneas marítimas comerciales que conectan sus economías y poblaciones a miles de kilómetros de distancia. "Invisibles" en la medida que no haya una disrupción que afecte el flujo de mercancías. Porque esas rutas no se mantienen abiertas por defecto. Desde piratas a Estados hostiles pueden entrar en acción en cualquier momento, como ha demostrado un siglo XXI cada vez más impredecible. Y alguien tiene que asegurarse de que eso no ocurra.

Ese es el mensaje envuelto en 92.000 toneladas de acero y decenas de aeronaves de combate que envía el portaaviones "USS Carl Vinson" y los buques, y de una veintena de naciones, que hacen parte de Rimpac (un acrónimo de Cuenca del Pacífico), el ejercicio naval más grande del mundo y en el cual Chile ha ido adquiriendo un rol cada vez más relevante.

De partir como observadores, tras dos décadas, la Armada chilena ya no solo envía un buque de guerra (ver recuadro), hoy sus infantes de marina ensayan un desembarco en las costas de Hawai y un alto oficial, junto a su staff de 50 marinos nacionales, asume uno de los mandos de mayor responsabilidad de un ejercicio donde también participan países como Australia, Canadá, Corea del Sur, India, Indonesia, Japón, Malasia, Nueva Zelandia, Perú y Singapur, entre otros.

Es el caso del comodoro Pablo Niemann, quien dirige estos días el Componente Marítimo de la Fuerza Combinada (CFMCC), lo que suena como una tarea muy compleja y que de hecho lo es.

Aparte del reconocimiento que significa eso para una marina no angloparlante en Rimpac, son 18 meses de planificación y un mes intenso de ejecución, donde hay que poner a remar en la misma dirección a países tan distintos como Tonga y México. Todo con un objetivo, aprender a trabajar en coalición.

"Los problemas hoy en los océanos son de dimensiones tremendas y podríamos decir que no hay ningún país que los pueda resolver de forma independiente, ni siquiera Estados Unidos. Hay problemas de contingencia en particular que demandan a Estados Unidos estar presente en otras áreas del planeta y es bueno que algunos temas los podamos ver nosotros, en nuestras áreas de interés y otros tipos de problemas los podamos enfrentar con fuerzas multinacionales, formando coaliciones o motivados por intereses comunes", explica a "El Mercurio" el comodoro Niemann, en las afueras de la sede de la Flota del Pacífico, en Honolulu.

Para llegar hasta este lugar, el comodoro tuvo que hacer una pausa para acompañar al ministro de Defensa, Alberto Espina, y al comandante en jefe de la Armada, almirante Julio Leiva, que llegaron a observar el desarrollo del ejercicio.

Eso implicó salir por un momento del Pacific Warfighting Center, un edificio color arena que prácticamente es su hogar este mes.

En plena bahía de Pearl Harbor, el oficial comienza ahí el día recibiendo información del desarrollo del ejercicio. Desde un buque que debe volver a puerto por una falla a una evacuación médica se le reporta. También las maniobras de ataque que se ajustan a lo previsto, como puede ser el hundimiento de un navío por un submarino.

Probablemente, el mayor desafío sea la "dimensión de la fuerza, en términos de la cantidad y diversidad de medios, de países, culturas e idiomas", reconoce el oficial.

En el equipo de 320 personas que trabaja con el comodoro Niemann, por ejemplo, hay miembros de 18 países, que hablan 11 lenguas, aunque la comunicación sea en inglés. De ellos, 150 son estadounidenses, 50 chilenos, 20 canadienses y el resto se reparte en otras nacionalidades.

"Unir a dos países es fácil, pero a 25 y dejarles en claro lo que deben hacer es una tarea muy difícil. Niemann ha hecho un trabajo fantástico uniendo naciones, y la prueba es que el cuartel general está funcionando muy rápido. Eso es porque da instrucciones claras y la gente entiende lo que el comodoro quiere", dice a "El Mercurio" el capitán de navío Robert "Bob" Cull, de la Real Armada de Australia, que ha participado en 16 Rimpac.

Ritmo de batalla

Ser comandante del Componente Marítimo de la Fuerza Combinada en Rimpac también implica que el oficial chileno tiene que "imprimir el ritmo de batalla", es decir, que el ejercicio naval vaya avanzando en complejidad y cumpla sus objetivos. Primero, partir verificando que las unidades se comuniquen, luego que puedan trabajar juntas y, finalmente, librar un conflicto.

Para que eso ocurra las operaciones se van volviendo progresivamente más desafiantes y menos predecibles, hasta abrirse completamente, etapa de combate conocida como "Free play".

Nacido en 1971 en plena Guerra Fría, una de las características de Rimpac es que evoluciona. Y hoy las tareas son muy variadas, como entregar ayuda humanitaria a una zona afectada por una catástrofe natural o controlar flujos migratorios.

"Durante dos décadas más o menos después de la caída de la Unión Soviética, el principal desafío al orden liberal provino de agresores no estatales, como pistoleros o piratas. Por lo tanto, la estrategia marítima se parecía al trabajo policial. La amenaza ahora proviene de retadores estatales, como China, Rusia e Irán. Rimpac se adapta para mantenerse al día con el entorno estratégico", dice a "El Mercurio" James Holmes, profesor del Naval War College.

En la etapa de "Free play", por ejemplo, dos naciones hipotéticas se enfrentarán. Pero en el caso de una de ellas, democrática y por supuesto dueña del portaaviones, es a su vez afectada por la acción de un grupo terrorista y un terremoto.

"Temas de piratería, de desastres naturales, de control de migraciones, de terrorismo y de los mismos conflictos de intereses que genera el empleo de los océanos siguiendo el derecho internacional, todas esas son situaciones reales que pueden ocurrir, y las marinas tienen que estar preparadas para enfrentarlas, ya sea cerca del país ribereño o en el otro lado del océano donde transitan nuestras mercancías", sostiene el comodoro Niemann.

Hay que tener en cuenta, por ejemplo, que el 95% del comercio exterior de Chile viene o se va por el mar. El 46% de las exportaciones se dirige a Asia-Pacífico. O sea, una eventual crisis en esa región -hoy cruzada por múltiples disputas- podría generar una disrupción en los embarques de cobre o en la llegada de gas natural licuado. Algo difícil de entender, hasta que ocurra. Para funcionar el país necesita que cada 20 días arribe un barco con GNL; cada 31, uno con carbón, y cada 40, uno con petróleo.

Como fuerzas que trabajan sobre la base de la distancia, las marinas tienen la ventaja de entender mucho mejor la política y el entorno internacional. Y hoy sumando a quienes están en Rimpac, en el submarino "Simpson" y en el buque escuela "Esmeralda", unos 750 marinos chilenos se encuentran desplegados fuera del país. Todo lo que ahí se aprenda vuelve con ellos a casa.

"Las líneas marítimas de comunicaciones parten en Chile y terminan en el otro lado del océano Pacífico, y tenemos que estar preparados para defender nuestros intereses", recuerda el comodoro Niemann antes de volver a hacerse cargo de una enorme flota que lo espera.

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