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Entrevista Autor español:

Agustín Fernández Mallo: "No escribo lo que quiero, escribo lo que puedo"

domingo, 15 de julio de 2018

Pedro Pablo Guerrero
Revista de Libros
El Mercurio

"Trilogía de la guerra", la más reciente novela del escritor español, ganó este año el Premio Biblioteca Breve de Seix Barral con una historia que conecta a los vivos y a los muertos a través de tres conflictos claves del siglo XX.



Nocilla es una crema de chocolate inventada en España a imitación de la Nutella, de fabricación italiana. Se creó en 1967, año de nacimiento del escritor coruñés Agustín Fernández Mallo, quien usó la marca para bautizar sus primeras novelas: Nocilla Dream (2006), Nocilla Experience (2008) y Nocilla Lab (2009), caracterizadas por su fragmentarismo y profusas alusiones a las ciencias -el autor es licenciado en Física- y a la cultura pop.

"Nocilla ¡Qué merendilla!" fue tanto un lema publicitario dirigido a los niños, como el título de un tema del grupo punk-rock Siniestro Total.

El Proyecto Nocilla -que dio su nombre a toda una generación de narradores españoles- desarrolla una intertextualidad heredera del apropiacionismo de fines de los años 80. Artistas visuales como Troy Brauntuch, Jack Goldstein y Sherrie Levine intervenían imágenes formadas "a partir de la apropiación o la toma en préstamo de otras imágenes preexistentes a las que... les arrebataban su significado primigenio, otorgándoles un nuevo significado fruto de su distinto contexto social, formal, genérico o ideológico", según la definición del crítico Javier Aparicio. Algunos de sus antecedentes más conspicuos fueron, por supuesto, Dadá, el ready made de Duchamp y Andy Warhol.

Fernández Mallo llevó su apropiacionismo literario al extremo de publicar, en 2011, El hacedor (de Borges), remake , en el que reescribió, de manera libre, la conocida obra, incluyendo citas textuales de sus relatos. El chiste no le hizo ninguna gracia a María Kodama, quien exigió a la editorial Alfaguara retirarlo del mercado. Hoy, un ejemplar de El hacedor , de Fernández Mallo, se vende en sitios especializados de internet, entre los 50 y los 106 euros, mientras que una primera edición del original de Borges (1960) se puede comprar en 72.

Erudición "afterpop"

El autor estuvo en Chile el año 2008, invitado a la Feria del Libro, donde presentó Nocilla Experience, junto a Álvaro Bisama y Jorge Baradit. ¿Se considera un escritor pop?, le preguntaron esa vez. "Si por 'pop' se entiende que te nutres de fuentes populares, masivas, sí. Pero más me considero 'afterpop'", respondió el español usando el término propuesto por su compatriota Eloy Fernández Porta. "Es una erudición de lo popular, porque en mis novelas también hay cosas técnicas", dijo.

Y vaya que abundan en su más reciente novela, Trilogía de la guerra , donde encontramos, por ejemplo, comparaciones entre el patrón de desgaste de la consola de un cajero automático con la representación gráfica del Efecto Compton, que se produce cuando colisiona un chorro de fotones. O las sorprendentes coincidencias que detecta el narrador entre Karl Marx y Albert Einstein: ambos utilizan los mismos signos de notación para hablar de economía y física cuántica, en El capital y en los primeros escritos sobre el movimiento de partículas, respectivamente. Además de tener una caligrafía "prácticamente igual, por no decir que idéntica".

A cuatro años de su novela anterior, Limbo (2014), Fernández regresa al género con un libro que ganó este año el Premio Biblioteca Breve Seix Barral. Aunque de breve, nada. En 490 páginas, Trilogía de la guerra conecta a muertos y sobrevivientes de tres contiendas fundamentales del siglo XX: la Guerra Civil Española, la Segunda Guerra Mundial y la Guerra de Vietnam. Los protagonistas se mueven entre la isla de San Simón, en Galicia, ocupada como campo de concentración de prisioneros republicanos, y lugares como Nueva York, Cabo Polonio (Uruguay) y Normandía, descritos con engañosa minuciosidad.

"Yo en realidad no viajo mucho", aclara Fernández Mallo, al teléfono desde España. "No me gusta nada moverme. Todo lo creo desde mi casa. Soy un autor que se documenta muy poco. Diré más, para mí, la documentación es como unos grilletes que el novelista se pone en las manos y en los pies que le hunden al fondo del agua. El exceso de documentación mata la imaginación".

-¿Pero sí estuvo en la isla de San Simón?

-Eso sí que es cierto, viajé hace unos años, invitado a un congreso de redes digitales, y me ocurrieron cosas parecidas a las que relata el protagonista. No podía haber explicación a lo que experimenté en esa isla. Es muy rara la sensación de estar en un sitio donde murieron tantas personas. Entonces fue cuando se me ocurrió lo único que sabemos hacer los escritores: colocar a un personaje en un lugar y ver qué pasa.

Trilogía de la guerra se inicia una mañana de 2014, cuando el protagonista recuerda un documental sobre los incendios que vio el día anterior: un décimo de la superficie terrestre se quema debido a causas naturales. El fuego adquiere en la novela de Fernández Mallo un simbolismo asociado al dinero. "Pero también lo hago metáfora de la inmigración", añade. "Se dice que si tienes un mapa de Europa de los movimientos migratorios del último siglo verías una masa que se mueve locamente de un lado a otro, como un fuego que nunca se apaga. Esta imagen se puede aplicar a muchas cosas y me parece bella, muy potente".

-¿Cómo surgió esa imagen?

-Como surge casi todo: yo escribo sin programar nada. Se me ocurrió viendo un reportaje en la televisión. Mis libros, mis novelas, van creciendo a medida que crece mi cotidianidad, como cuando escribo un poema: nunca sé dónde voy. Escribo por una pulsión poética. Es una forma de trabajar que en mí es innata; no conozco otra. Soy heredero de la poesía y creo que en mis novelas se nota: no tienen una forma previamente estructurada, y eso me interesa porque creo que dan la sensación de que son algo vivo.

-¿Se podría decir que en ellas los leitmotivs actúan de manera sinfónica?

-Son ritornellos, loops o como quieras llamarlos, que crean un ritmo. No tienen por qué ser ideas que se solucionan ni ideas fijas ni que lleven a ninguna parte en concreto. Al contrario, casi siempre son pensamientos metafóricos, abstractos, pero cada vez que se repiten van iluminando paisajes nuevos, diferentes. Has dicho "sinfónica". Por usar otro símil musical, son como los armónicos, que brillan y destellan un instante, se apagan y vuelven a aparecer más tarde, pero siempre para alumbrar algo, y en diferentes contextos.

La "profecía" de García Lorca

"Es un error dar por hecho lo que fue contemplado", es un verso del poeta español Carlos Oroza (1923-2015). Al protagonista de la primera parte de la novela le llega en un mensaje de texto al celular después de percibir, en mitad de la noche, un ruido perturbador, de origen inexplicable, en una isla donde se encuentra totalmente solo.

El verso de Oroza reaparece en diversos contextos a través de la novela. "Es casi el resumen de la historia", comenta Fernández. "Cuando tuve en esa isla esas experiencias tan raras es cuando se me aparece por primera vez la idea -que planea en todo el libro aunque no está verbalizada- de que los muertos nunca han estado muertos del todo, pero que los vivos tampoco estamos vivos del todo. O sea, habitamos una zona común, una interzona en la cual estamos todo el día comunicándonos. La red social más grande que existe y que ha existido y que existirá no es la red internauta, sino la red que nos une a los vivos con los muertos. Entonces, el verso de Oroza encaja aquí perfectamente porque es la forma de decir que es un error dar por muertos a aquellos que creíamos muertos".

En otro pasaje de la novela, el mismo verso se aplica al momento en que se está votando el Brexit en Gran Bretaña, mientras a las costas de Normandía están llegando refugiados que huyen de la guerra. "Europa nunca había pensado que existía toda esa gente. Parafraseando a Oroza, podríamos decir entonces que es un error dar por no existente aquello que realmente existe. Es un error cerrar los ojos a una realidad, porque tarde o temprano llamará a tu puerta".

Será otro poeta español quien adquiera protagonismo en la segunda parte de Trilogía de la guerra , que transcurre en Nueva York: Federico García Lorca y su poema "La aurora", escrito durante su permanencia en esa ciudad entre 1929 y 1930. "La aurora de Nueva York tiene/ cuatro columnas de cieno/ y un huracán de negras palomas/ que chapotean las aguas podridas", dice la primera estrofa. El último verso habla de gentes "como recién salidas de un naufragio de sangre".

-¿Considera que existe un carácter profético del arte?

-Sí, está en toda mi obra. Es la idea, bastante borgiana, de que la literatura también prefigura lo que va a ocurrir. Estoy convencido de que todo lo que ocurre, de algún modo, ya ha ocurrido. Aunque sea como ficción. Las miles de películas en las que habíamos visto edificios derrumbarse nos estaban preparando para la caída de las Torres Gemelas. Y no hablo de conspiraciones, sino de algo mucho más antropológico: el ser humano está todo el día ensayando, imaginando escenarios posibles a través de la ficción para que el día en que ocurran de verdad no muramos de susto.

Fernández Mallo había leído muchas veces el poema de Lorca y de pronto se dio cuenta de que si en lugar de poner "cuatro columnas de cieno" hubiera puesto "dos", solamente con esa variación numérica hubiera prefigurado el 11-S. "Son ideas que me excitan desde un punto de vista estético; no es que crea, realmente, que Lorca estaba pensando en las Torres Gemelas", advierte.

En otro pasaje, luego de contar un episodio de su vida, Kurt, uno de los personajes de la novela, confiesa que lo que acaba de narrar es la trama del cuento de Jeffrey Eugenides titulado "Multipropiedad". El lector puede comprobarlo fácilmente si quiere: está, entero, en internet. "Es uno de los momentos del libro que más me gusta", admite Fernández Mallo. "Volvemos a la idea de que la literatura prefigura la realidad, en este caso ya de un modo totalmente exagerado y al infinito. Abre un agujero muy profundo entre ambas".

-Se ha dicho, por juegos intertextuales como este, que su narrativa es posmoderna. Así como en la novela cita a Eugenides, hace lo mismo con Sebald.

-Creo que cuando admiras a alguien lo mejor es decirlo tranquilamente, ponerlo sobre la mesa y no intentar taparlo o camuflarlo, porque eso sería ridículo. La tercera parte está muy inspirada por la prosa de Sebald y prefería poner claramente esa referencia, ¿no? Por otra parte, desde que leí Los anillos de Saturno , llevaba pensando que su prosa tenía que ver con los fractales matemáticos, pero nunca había encontrado el lugar en donde poner esa idea.

-Un personaje de su novela dice que "la grandeza de toda buena literatura, no solo es hacernos ver lo que no existe sino lo que ni tan siquiera podríamos llegar a concebir". ¿Es también lo que usted espera de ella?

-Sí, claro, para mí la novela es el reino de la imaginación. Imaginación controlada, eso sí. Yo no soy un escritor que intente ser un notario de la realidad, pero tampoco hago realismo mágico exactamente, así como tampoco hago realismo social ni género fantástico. Alguna vez lo he llamado realismo complejo, que es una mezcla de todas esas cosas. Un método que me he inventado, por así decirlo, copiando a otros y tomando de muchos lugares. Es la única manera en que sé escribir. Yo no escribo lo que quiero, escribo lo que puedo.

"El ser humano está todo el día ensayando, imaginando escenarios posibles a través de la ficción".

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