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La historia de una amistad

martes, 10 de julio de 2018

Por Claudia Guzmán V. Foto: Carla dannemann.
Entrevista
El Mercurio

Casi 40 años reúnen a los actores Elena Muñoz, Magdalena Max-Neef, Rodrigo Bastidas y Gabriel Prieto. Aunque han estrenado 13 obras teatrales, hay escenas desconocidas que estos amigos revelan acá. "A todos nos miraban como cuicos, éramos los light", dicen los integrantes del Teatro Aparte sobre sus años de universidad. Sobre la clave de su amistad, Magdalena dice: "Hicimos un grupo a la pinta nuestra, que se acomodó a lo que nosotros somos, a lo que nos importaba".



Estaban los cuatro sentados en un café, tal como hoy. Solo que esa tarde de 2011 el grupo de Teatro Aparte, uno de los más prolíficos y exitosos de la historia moderna del teatro chileno enfrentaba su más profunda crisis de continuidad: 

-Siempre habíamos dicho que si nos íbamos a la tele, nos íbamos los cuatro -cuenta Magdalena Max-Neef. A su lado, Gabriel Prieto asiente con la cabeza, y Rodrigo Bastidas junto a Elena Muñoz, inspiran y aguardan en silencio inclinando el mentón contra el pecho.

Ese año, el grupo que ha llevado a escena 13 montajes que resumen las vivencias de su generación, acababa de comprar un teatro en Bellavista y se preparaba para reunirse después de un largo período de desencuentros, de obras realizadas separadamente por los hombres o las mujeres del grupo, y por la pareja de Bastidas y Muñoz, que tras el divorcio de su matrimonio de 18 años estrenó "Ya no te gusto, ¿verdad?".

Ese año 2011 era el momento en que los cuatro volverían a reunirse en la formación original.

-Y claro, pasó que llamaron a Rodrigo a escribir teleseries desde TVN y él se llevó a la Nena -sigue Magdalena-. Y fue complicado, porque, además, nosotros con Gabriel quedamos como guachos. No fue envidia ni celos por temas de plata. No. Fue una crisis de separación, porque lo que hubiéramos querido era estar juntos.

-Hubo enojo -dice Gabriel, que se confiesa como el más gritón-. Se produjo un momento en que por los tiempos de Rorro y la Negra, nos dejamos de ver. No tenía que ver con 'Oye, que están ganando plata'. No. Es que los caminos se separaron como nunca, cosas concretas que distancian.

Rodrigo reconoce:

-Yo entendí perfectamente lo que estaba pasando.

-Pero era inevitable -sigue Elena, la más reflexiva-. O sea, tienes un jefe y tienes que escribir, escribir y escribir. No hay tiempo. Y tampoco te aceptan llevar gente. Incluso es difícil, meterlos a actuar.

Y Rodrigo explica que, incluso cuando se trasladaron de TVN a Mega, ya como guionistas en jefe de un equipo, tampoco pudieron sumar al resto del grupo:

-Hay una cuestión lógica: cuando escribes teleseries necesitas gente de distintas edades y nosotros nos parecemos los cuatro, ¿te fijai?

-Claro, no podís -le concede Magdalena Max-Neef.

-Era complejo, yo entendía que les pasara eso -sigue Bastidas-. Además, también teníamos un teatro, entonces, efectivamente lo que nos costó fue volver a juntarnos para hacer un montaje. Pero yo sentía que era una pega anexa, como hacer clases o radio. No era hacer una obra de teatro con otra gente, ahí sí que habría sido... -dice sin terminar la oración.

Magdalena, Elena, Gabriel y Rodrigo están sentados en un café de Bellavista repasando la historia íntima de su amistad. Cómo fueron construyendo las lealtades que los tienen al borde de cumplir 40 años desde que se conocieron en el la Escuela de Teatro de la UC.

-Este es un grupo muy curioso -lanza Rodrigo-. Porque como amigos siempre hemos tenido alianzas en forma individual con el otro. Es decir, yo tengo una alianza con Gabriel, pero también tengo una alianza con la Magdalena, también tengo una alianza con la Nena. La Magdalena se junta conmigo y pelamos a los otros dos. Ellas se juntan ahí y nos pelan a nosotros dos. Pero es un pelambre que tiene que ver con el cariño. Un bullying cariñoso, diría yo.

-Entre nosotros tenemos bandos que van cambiando -revela Elena-. Por ejemplo, en cosas de género, con la Magdalena compartimos cosas que con ellos no. Cuando estábamos en la escuela yo sentía que ella era total, era como grande, y tenía su discurso político y tenía un papá increíble y todo. Después que empezaron a pasar los años, yo sentí que nos emparejamos hacia una relación más horizontal. Y de ellos me recuerdo harto a Rodrigo enseñándole cosas a Gabriel, cosas como aprender a nadar, a andar a caballo...

-Bicicleta no lo logré- acota, sonriendo, Gabriel.

-Es verdad que armamos bloques, pero son impredecibles -reconoce Magdalena-. Porque, ponte tú, después de la separación del Rorro y la Nena yo tenía la sensación de que se iban a dividir, pero resultó que la Nena le encontraba más la razón ahora que estaba separada que cuando estaba casada -dice, y todos se largan a reír.

Los cuatro aseguran que entre ellos se pueden decir de todo. Que los enojos no duran demasiado porque el que se pica sabe que el bullying de vuelta siempre vendrá. Eso sí, lo que los cuatro también afirman, es que cuando los ataques vienen desde fuera del grupo no dudan en contraatacar y defenderse "a morir".

Elena, recuerda otro momento clave en que la TV pudo interponerse en la amistad:

-La Magdalena estaba en un trabajo en "Los Venegas" y escuchó al director o al libretista de ese programa que estaba pelando a Rodrigo y fue y le paró los carros pero heavy, heavy, heavy. Y no la llamaron nunca más.

-Efectivamente fue así -reconoce sobre el fin del rol de La Mirnita, la peluquera del show familiar.

-A mí me pasó lo mismo en el DuocUC -cuenta Gabriel-. Trabajábamos juntos y cuando Rodrigo se fue, yo aguanté al nuevo director un semestre no más.

Rodrigo postula:

-Yo tengo la impresión de que a nosotros lo que nos ha mantenidos juntos es el humor, porque tenemos el mismo sentido del humor. Y eso nos ayudó mucho en nuestros tiempos de universidad, en esta cosa como densa que uno vivió en la juventud.

Ser grupo aparte

Gabriel Prieto recuerda que Magdalena fue la primera persona que conoció cuando llegó a la universidad y que ese día de marzo de 1979 la invitó a almorzar. Al año siguiente entraron Elena y Rodrigo, pero él se demoró unas semanas en integrarse, porque tras el duelo por la muerte de su papá, se fue de viaje a Europa. Cuando llegó, lo recibió Elena Muñoz:

-Me acuerdo perfecto que estaba afuera de la sala, tomando agua en una especie de piletita y me dice: 'Oh, tú eres un PPP'. Y yo le dije: 'Qué es esa weá'. Me dijo: "Eres patán, patudo y pirulo. Patán porque no habías venido a clases, patudo porque faltaste un mes y pirulo porque andabas en Europa". Era como si lo hubiese escrito, porque cómo tan sofisticado -recuerda, entre risas el actor que al poco tiempo comenzó con ella una relación sentimental que duró hasta 2001.

En ese lapso también hubo muchas otras escenas que forjaron la amistad.

Magdalena, que quedó embarazada en el segundo año de la carrera, no ha olvidado cómo una tarde de 1980, a bordo de la micro Colón El Llano, la novata Nena Muñoz le declaraba su admiración por decidirse a ser mamá en vez de abortar. Meses más tarde, ella le confesaría de vuelta, en el baño de la escuela, que le gustaba Bastidas, un personaje que en el patio del Campus Oriente se había vuelto célebre, pero no popular.

-Igual como que uno te odiaba al inicio -recuerda Gabriel, y Magdalena asiente en complicidad-. Este se reía todo el día, con unas carcajadas fuertes.

-Y en esa época no había mucho permiso para reír -explica Magdalena sobre el contexto político de una escuela que había cerrado tras el golpe militar, que fue reabierta el 79 y que por años vivió marcada por la vigilancia política, las delaciones, las protestas y el miedo.

-Es que en la escuela el tema más liviano que tenías que tratar era el desarraigo -recuerda Rodrigo-. Todos exigían compromiso político, seriedad. Y te miraban feo por vivir en Vitacura, que aparentemente era una cosa media cuica, pero mi mamá era muy de izquierda y toda esta cosa como política yo la tenía muy clara. Si a los 14 años conocí Villa Grimaldi. Tenía clarísimo lo de las torturas, en mi casa tuvimos gente escondida; sentía que no tenía nada que demostrar. Que me dijeran light por mi forma de ser, no era algo que me pudiera importar.

Magdalena, hija del economista y ex candidato presidencial, Manfred Max-Neef, vivía esos años turbulentos en medio de una relación con un dirigente estudiantil que lideró una larga huelga de hambre en la UC. Y Gabriel, hijo menor de una mamá viuda, en un hogar de clase media de la Villa Olímpica, observaba con asombro, a la distancia. Al igual que Elena Muñoz.

-Para mí, todo era novedad -cuenta Elena-, porque yo venía de una familia momia. Era cristiana, creía que había que llegar virgen al matrimonio. Entonces, todo era nuevo en la universidad. Yo estaba como calladita, porque me sentía como culpable por venir de las Monjas Francesas. Me acuerdo que de repente íbamos a unos actos culturales y hablaban en contra de los momios, y yo pensaba en mi papá. Entonces, estaba bien conflictuada al principio, tuve que hacer como un viaje, y entender la realidad de todo eso. Para mí fue difícil ese período, súper difícil en realidad.

-A todos nos miraban como cuicos, éramos los light -recuerda Magdalena-. Todos teníamos beca para estudiar, pero nos etiquetaban igual. A mí, al menos, ene, porque cuando llegué era rubia, venía del Villa María y un día cometí el pecado de ponerme rimmel en el ojo. Todo mal. Era la frívola, la poco comprometida, etc. Como que me decían 'igual te entendemos, no es tu culpa'. Era un nivel de estereotipos atroz. Cuando llegué era virgen, ponte tú, y nadie me creía.

Tras su embarazo, Magdalena comenzó a tomar ramos con la generación de Elena y Rodrigo. Gabriel también se les unió. Al trabajo en conjunto en la universidad, se les sumó el profesional, que empezaron a ejercer en paralelo con la formación. En la compañía de Jaime Vadell aprendieron el método de la creación colectiva y, con Tomás Vidiella, vieron de cerca la gestión empresarial. Así, siendo compañeros de día y colegas de noche, partió la amistad y se forjó la colaboración.

El primer estreno del grupo llegó en 1988 con "El monstruoso orgasmo de Tokito", una obra que fracasó en público, pero de la que la crítica rescató "la intencionalidad de hacer del humor el arma más eficaz para cautivar al espectador". El último, "Hijos de su madre" -actualmente en cartelera del Centro Cultural San Ginés- se presenta a tablero vuelto.

Conciliar vida y trabajo

A medida que los miembros del Teatro Aparte fueron armando familia, sus vidas se fueron entrecruzando aún más. Rodrigo y Gabriel fueron el sostén de Magdalena cuando enviudó a los 29 años de edad, teniendo un hijo de 10. El único hijo de Gabriel nació con un mes de diferencial del hijo menor de Rodrigo y Elena. Hicieron giras teatrales y viajes familiares. Fueron vecinos, compartieron alegrías, temores, crianza.

Magdalena, que fue mamá a los 19, y que tras un segundo matrimonio fue mamá a los 38 y 40, describe así el secreto de la continuidad:

-Hicimos un grupo a la pinta nuestra -cuenta-, que se acomodó a lo que nosotros somos, a lo que nos importaba, a lo que significaba que uno se embarazara y decidiera criar. Nos organizábamos y teníamos nuestros posnatales, Recibíamos plata aunque no actuáramos.

-Nuestras descendencias también son súper yuntas -agrega Elena-. Por ejemplo, mi hijo tuvo su Edipo con la Magdalena. Y mi hija mayor está en un grupo de WhatsApp con la Magdalena, donde no estoy yo.

Los cuatro miembros fundadores del Teatro Aparte reconocen que en sus obras han puesto mucho de su biografía. Sobre todo en los primeros años, cuando testimoniaron el ser jóvenes enfrentando la crisis de la madurez ("¿Quién me escondió los zapatos negros?"), parejas que se debatían ante el compromiso como ("De uno a diez ¿cuánto me quieres?") y matrimonios en crisis por la llegada de los hijos ("Yo, tú y ellos"). Pero también dicen que, poco a poco, la vida personal de clan se empezó a separar de la del texto teatral.

-Y con todo eso, la sensación que tengo hoy día es 'en qué momento pasaron cuarenta años' -dice Rodrigo-. Yo creo que ninguno de nosotros pensó que íbamos a ser amigos por 40 años. No fue algo consciente en realidad.

Gabriel toca un punto de inflexión:

-O sea, perdón, yo creo que ninguno pensó, por ejemplo, que estando ustedes casados tanto tiempo se iban a separar y que iban a seguir trabajando juntos ¿No?

Magdalena salta con espontaneidad:

-Uy, eso fue peor que cuando se separan los papás. Al menos para mí y para Gabriel fue así. Juro que si mis papás se hubiesen separado, me habría costado menos.

-Yo me sentí siempre como una especie de hijo de ellos dos. Yo me pasaba alojando en la casa de ellos hasta que fueron papás -explica Gabriel.

-¿De verdad no pensaron separarse entonces?

-¿Separar el grupo? -pregunta Elena-. No, jamás.

-O sea, nos separamos por un rato -apunta Magdalena-. Nosotras hicimos "Desatinadas" y ellos "Pateados", pero estábamos en el mismo teatro, aunque en salas distintas; y hasta compartimos auspicios.

-Yo tenía clarísimo que quería seguir trabajando con ellos, sí o sí -dice Rodrigo-. A mí no me interesa hacer teatro si no es con ellos. Aparte de que los encuentro talentosos, para mí este es un espacio de felicidad.

Luego, Elena, concluirá:

-Gabriel, Magdalena y Rodrigo son como una segunda familia. Y ese momento fue como cuando uno se separa pero decide no separar a la familia en pos de los niños y porque también uno lo siente así. Fueron increíbles. Se dedicaron solo a acompañar, y eran incondicionales. Nunca tomaron ningún partido, jamás. Fueron nuestro colchón y se agradeció, porque ya era complicado vivirlo con los hijos y, para arriba, con los papás.

"Hasta que seamos viejitos"

Finalmente, tras el giro del quiebre matrimonial y la crisis por la entrada a la TV de Rodrigo y Elena, el grupo volvió a reencontrase en "Consuegros" (2014), un éxito de público que quedó marcado íntimamente por una crisis médica que, dicen, definitivamente los rearticuló.

Gabriel Prieto, lo resume así:

-Yo tuve una depresión muy grande, que me tiró al suelo. Yo era como medio rabioso, pero no sabía lo que era una depresión y cuando me agarró esta huevá, me dio vuelta. No se la doy a nadie. La gente que no te conoce mucho puede decir: 'oye, qué huevón más latero, qué aburrido, qué fome'. Y para mí tenerlos a ellos fue fundamental, porque justo, además habíamos estrenado "Consuegros", que era un éxito de público, con dos funciones los días sábados y donde, entre función y función, yo me sentaba en un sofá tapado con un gamulán de la Magdalena, sin hablar.

Magdalena lo complementa:

-Ahí también te das cuenta de la intensidad del amor. Porque nosotros de verdad pensamos que lo habíamos perdido. Que Gabriel iba a ser esa persona en la que se había transformado: una persona sin humor, que no socializaba prácticamente nada, que iba a almorzar a mi casa y comía en silencio. Una cosa insólita. Y la Nena, que es nuestra doctora, le consiguió un psiquiatra y que lo vieran médicos porque tiene diabetes, hipertensión...

-Teníamos como una red que él no sabía -cuenta Elena-. Tal como cuando uno lo hace con un niño chico, estábamos súper atentos a todo, en el escenario, en el camarín, cuando se iba. Yo lo hablé con su psiquiatra como tres veces, veíamos si se tomaba los medicamentos.

Magdalena, que lo llevó a vivir con ella, luego de que sufrió una caída donde azotó su cabeza, recuerda la dolorosa sensación de verlo así:

-Después de "Consuegros", ellos estaban con mucha teleserie y con Gabriel hicimos "Tu mujer tiene un amante". Les tenía que hacer un informe todos los días de cómo estaba él. En fin, fue como cuando empiezas a ver que los papás se ponen viejitos. Nosotros lo queríamos tanto como para llegar a viejitos así con él.

-Y en eso estamos -lanza Rodrigo, y todos se largan a reír. *

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