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El perfeccionismo está pasando de moda

sábado, 07 de julio de 2018

Lorena Guzmán H.
Vidactual
El Mercurio

Contrariamente a lo que creen quienes buscan ser perfectos, ello suele llevar al fracaso y, muchas veces, a la enfermedad. Lograr la mejor versión de sí mismo es la clave, porque la perfección no existe.



No hay lugar para el error. Da lo mismo si se trata de la reunión más importante de la vida, del mejor pastel de cumpleaños o ser padre o madre, el perfeccionista tiene que serlo en todo. El problema es que la perfección no existe, y tratar de alcanzarla puede, incluso, enfermar. Esta forma de verse a sí mismo va en aumento, aunque se sabe que es una zancadilla para quien lo practica.

Investigadores de las universidades de Bath y St. John de York, ambas en Reino Unido, recopilaron datos de más de 40 mil universitarios -de Estados Unidos, Canadá y Reino Unido- durante 27 años. El objetivo era determinar si el perfeccionismo había aumentado o disminuido con el paso de las generaciones. La respuesta fue que aumentó. El trabajo publicado en el Psychological Bulletin, de la Asociación de Psicología Americana, asegura que los "jóvenes de hoy enfrentan ambientes más competitivos, con expectativas poco realistas, y con padres más ansiosos y controladores que las generaciones previas".

No se trata de ser o lograr lo mejor posible, sino de cómo nos tratamos en el proceso, dice Ana Marina Briceño, psiquiatra del Centro de la Adolescencia de Clínica Alemana. "De cómo nos criticamos y automaltratamos".

El perfeccionismo tiene que ver con una autopercepción que, muchas veces, sobrepasa los límites de lo realista. Por eso cuando no se logra el objetivo aparecen los sentimientos de frustración y, sobre todo, de "no ser suficiente", y no de autosuperación sana. Y si a eso se suma una sociedad que premia el exitismo y la competitividad, se crea el medio perfecto para cultivar el perfeccionismo. "Sentir que hay que ganarle al otro implica una lucha tanto consigo mismo como con los demás", explica la especialista.

Estado primigenio

En la evolución del ser humano, cuando aparece la agricultura también lo hace el individualismo, dice Juan Pablo Jiménez, académico de Psiquiatría de la Facultad de Medicina de la U. de Chile e investigador del Instituto Milenio para la Investigación en Depresión y Personalidad (Midap). "Y viene aparejado con el perfeccionismo y la competencia. El problema es que en nuestra cultura esto se ha exacerbado en el último siglo", opina. Las sociedades se han vuelto mucho menos solidarias, algo propio del desarrollo del capitalismo y que, a su vez, llama al perfeccionismo.

Rodrigo de la Fabián, psicoanalista y académico de la Facultad de Psicología UDP, coincide. "Estamos en una sociedad del alto rendimiento, en cualquier área que nos desenvolvemos. Una cosa es ir al gimnasio para desarrollar una musculatura acorde al tipo de cuerpo que tenemos y otra es tomar anabólicos", ejemplifica. Lo mismo pasa con el equilibrio del trabajo y el descanso. "La lógica habla de una regulación, pero el alto rendimiento rompe con eso", dice.

Hace 50 años, en el Mundial de Fútbol se veía a jugadores con un poco de "ponchera" y el objetivo era ver lo bonito del juego. "Ahora los seleccionados son unas máquinas orientadas al triunfo", dice el especialista. Este es un interesante reflejo de lo que entendemos hoy por perfeccionismo.

La educación pesa

Investigadores de las universidades de McGill y Toronto, en Canadá, descubrieron que los perfeccionistas realmente sienten que no son suficiente por una serie de mecanismos. Experimentan altos niveles de negativismo y bajos de afecto porque han desarrollado una serie de tendencias desadaptativas. Ellas los hacen emocionalmente reactivos a los factores de estrés derivados del fallar, de la pérdida de control y de la crítica de los demás. "Y son particularmente ineficaces en el uso de ciertas estrategias de afrontamiento", se lee en las conclusiones.

El problema es que esto no solo lleva a pasarlo mal y ser menos feliz, ya que la persona está constantemente fijándose en lo que está mal, sino que también termina enfermando, explica Ana Marina Briceño. "La depresión, ansiedad y trastornos alimenticios se asocian al perfeccionismo", acota.

Pero también las metas irreales pueden llevar al burn out , agrega Rodrigo de la Fabián. "Actualmente, las nuevas generaciones no se vinculan al trabajo por los ideales, por llevar una vida ordenada como la de nuestros abuelos, sino a través de una pasión por la competencia", dice.

Las enfermedades de la modernidad -como la depresión, angustia, diabetes, hipertensión, algunas formas de cáncer y alergias- tienen el patrón fisiológico común de la reacción inflamatoria, dice Juan Pablo Jiménez. La que se relaciona con el estrés. "Los perfeccionistas reaccionan sensiblemente a él, pero no lo perciben", detalla. En otras palabras, sus cuerpos reaccionan elevando todos los niveles relacionados con el estrés, pero no se sienten estresados, por lo que no pueden defenderse de sus consecuencias a largo plazo.

Si bien hay ciertas personalidades que tienden más al perfeccionismo, como en todo el ambiente, también puede potenciar esta forma de pensar de sí mismo. La sociedad es un factor en contra, pero la educación no se queda atrás.

"El filtro de los niños y adolescentes frente a la sociedad son los padres. Si ellos se dejan llevar por el perfeccionismo harán que sus hijos estén en esa misma sintonía", advierte Ana Marina Briceño. "Atreverse a disentir, a no seguir el perfeccionismo en este caso, no significa ser contrario a la sociedad. Tenemos la potencialidad de no encajar un 100%", dice. Si no, todos seríamos iguales. La clave es ser mejor, pero no perfecto.

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