Dólar Obs: $ 956,32 | -1,25% IPSA -0,25%
Fondos Mutuos
UF: 37.207,48
IPC: 0,40%
Deporte y política:

Las tensiones en los Balcanes se reavivan con el fútbol

jueves, 05 de julio de 2018

GASPAR RAMÍREZ
Internacional
El Mercurio

El festejo de dos jugadores suizos de origen kosovar en el Mundial de Rusia recordó otros episodios polémicos en una región convulsionada.



Dos goles, el mismo festejo, una polémica antigua. Las dos grandes estrellas suizas, Xherdan Shaqiri y Granit Xhaka, de origen albano-kosovar, celebraron sus goles en el partido contra Serbia por la segunda fecha de la Copa del Mundo Rusia 2018 imitando con las manos un pájaro, el águila bicéfala de la bandera de Albania. Una provocación con repercusiones sociales y políticas en los Balcanes, una región con problemas económicos, inestabilidad, divisiones étnicas, religiosas y fronterizas, y los ecos de una guerra que reaparecen con situaciones como un partido de fútbol.

En Serbia, país que no reconoce la independencia de Kosovo -de mayoría albanesa-, el gesto del águila es considerado desafiante. Belgrado se quejó ante la FIFA, organismo que multó a ambos jugadores por "comportamiento antideportivo" -un tercero también fue sancionado por hacer el símbolo, Stephan Lichtsteiner-, y de ahí las repercusiones políticas: Edi Rama, Primer Ministro de Albania, abrió una cuenta bancaria -la bautizó "No teman al águila"- para reunir dinero para pagar las multas; el ministro kosovar de Comercio e Industria, Bajram Hasani, donó los 1.500 euros de su sueldo; Erion Vellaj, alcalde de Tirana, capital de Albania, tuiteó una foto con Rita Ora, cantante británica originaria kosovar, donde ambos hacen la señal del águila.

Las rivalidades étnicas persisten en los Balcanes occidentales 19 años después del último conflicto sangriento y de que la OTAN emprendiera una ofensiva de 78 días contra Serbia para frenar la represión contra la etnia albanesa. Kosovo proclamó su independencia en 2008, decisión rechazada por Belgrado. Mientras, Albania promueve la independencia kosovar, que fue aceptada por EE.UU., Francia y Gran Bretaña, aunque no por Naciones Unidas.

Rivalidades que los descendientes de las víctimas no olvidan: Shaqiri nació en 1991 en la ciudad kosovar de Gnjilane y emigró a Suiza con un año. En 2012 no celebró un gol que le hizo a Albania. Mientras que en la antigua Yugoslavia el padre de Xhaka estuvo preso tres años y medio por protestar contra el gobierno. Cuando salió de la cárcel, la familia se exilió en Suiza, donde nació Granit en 1992. El de Kaliningrado no fue el primer partido polémico en que participaba un futbolista de apellido Xhaka.

El dron

Las selecciones de Serbia y Albania se enfrentaron en Belgrado el 14 de octubre de 2014 por las eliminatorias para la Eurocopa de 2016. El partido fue suspendido antes del fin del primer tiempo cuando un dron sobrevoló la cancha con una bandera de la "Gran Albania", proyecto nacionalista que pretende reunir a las comunidades albanesas de Kosovo, Montenegro, Macedonia y sur de Serbia, además de Albania. El delantero serbio Aleksandar Mitrovic agarró la bandera y fue increpado por el futbolista albanés Taulant Xhaka, hermano menor de Granit.

Andrew Hodges, antropólogo experto en fútbol en los Balcanes y académico del Instituto Leibniz para Estudios de Oriente y Suroeste de Europa, ve similitudes entre el partido del Kaliningrado y el de Belgrado: "La situación de Kosovo está sin resolver, y muchas personas en Serbia consideran injusto el reconocimiento como Estado. En el nivel de los símbolos, este tipo de incidentes se repiten a lo largo de los años, pero si nos fijamos detrás de escena, en lo que sucede a nivel cotidiano, los procesos son diferentes".

Hodges, próximo a publicar el libro "Activismo de los fanáticos, protesta y política: Ultras en la Croacia postsocialista", asegura que mientras los festejos de los jugadores suizos parecían más una "muestra espontánea de sentimiento nacionalista", el caso del dron fue "claramente premeditado y pudo tener la intención deliberada de causar una disputa por razones políticas, o entre crimen organizado".

Bashkim Iseni, experto en diáspora balcánica, dice que "no existe un vínculo de causa-efecto entre el fútbol y los conflictos civiles de los países de esa región. Sin embargo, el campo de fútbol es un lugar donde se cristalizan fuertes cargas emocionales y frustraciones acumuladas durante muchos años".

"Hay un sentimiento de injusticia con respecto a las responsabilidades en el drama colectivo en la ex Yugoslavia: más de cien mil muertes, decenas de miles de mujeres y niñas bosnias, albanesas (kosovares) violadas por fuerzas represivas y paramilitares serbios; millones de personas desplazadas, destrucción masiva, sin mencionar las dificultades para recuperarse y reconstruirse", dice Iseni, director de Albinfo.ch, sitio informativo dirigido a la comunidad albanesa en Suiza.

Los expertos apuntan a otro partido, en Zagreb, considerado popularmente como la primera piedra -o patada- de la guerra de Yugoslavia de 1991.

La patada

El 13 de mayo de 1990 se enfrentaban en Zagreb dos de los equipos más populares de la entonces Yugoslavia, el Dínamo de Zagreb, de la República Socialista de Croacia, y el Estrella Roja de Belgrado, capital de la Yugoslavia comunista.

El mariscal Josip Broz Tito llevaba diez años muerto, y su proyecto de Yugoslavia unida, que gobernó con mano de hierro desde 1953 con seis repúblicas y siete fronteras, se resquebrajaba.

Pero el partido ni siquiera empezó, porque en medio de tensiones nacionalistas que había en las galerías del estadio Maksimir, el mediocampista croata Zvonimir Boban -estrella del AC Milan en los años siguientes- le pegó una patada voladora a un policía serbio, que al final era bosnio.

La patada de Boban, nacionalista reconocido y amigo de Franco Tudjman, Presidente croata durante la guerra, se convirtió en símbolo nacional y motivo de grafitis, camisetas y tatuajes, y es considerado popularmente como el inicio del conflicto. El abuelo de Luka Modric, estrella croata que el sábado jugará el paso a las semifinales contra Rusia, fue asesinado en la guerra.

"La patada en sí tenía un enorme poder simbólico, ya que fue contra un oficial de policía que personificaba todo lo malo de la Yugoslavia socialista (desde una perspectiva croata). Sin embargo, fue solo la politización de todo el juego y la patada misma, durante la década de 1990, lo que la convirtió en parte de la mitología nacional croata y elevó a Boban al panteón de los héroes nacionales", dice Dario Brentin, investigador del Centro de estudios del Sureste de Europa de la Universidad de Graz, Austria.

Para el experto en deporte y política en los Balcanes, ese partido no comenzó la guerra, pero "fue un indicador del estado frágil del socialismo yugoslavo, la desaparición de sus instituciones y la radicalización de un discurso político sobre el futuro de la federación socialista que estaba preparada para usar la violencia como una forma de comunicación".

Brentin y Hodges coinciden en que el fútbol no es trivial ni un deporte más, aún menos en los Balcanes. Hodges dice que en esa región, sobre todo en Croacia y Serbia, se tiende a "culpar a la guerra por la situación actual, y las personas lo hacen porque la economía está mal. Los Estados balcánicos se han visto muy afectados por la crisis económica que surgió en Europa a partir de 2008, y la situación está empeorando".

"El fútbol es político y también lo son los símbolos (nacionales). Y tienen el potencial de causar fricción y conflicto en cualquier lugar, particularmente en el contexto del fútbol nacional representativo", dice Brentin. El experto agrega que los conflictos de los 90 "todavía muestran mucha importancia para las políticas de identidad en toda esa región, y el fútbol, como uno de los campos sociales más importantes en el que se produce y reproduce la identidad nacional, se convierte en un campo social relevante, en particular cuando ocurre en su mayor expresión, que es el Mundial de Fútbol".

 Imprimir Noticia  Enviar Noticia