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Cincuenta y nueve millones de turcos están convocados a votar en los comicios presidenciales y parlamentarios:

La economía le pasa la cuenta a Erdogan de cara a las elecciones de hoy en Turquía

domingo, 24 de junio de 2018

LLUÍS MIQUEL HURTADO El Mundo
Internacional
El Mercurio

El aura invencible del Mandatario que gobierna hace 15 años quedaría tocada si la oposición lo obliga a ir a una segunda vuelta.



"La inflación en la cocina es del 30%. La gente no puede comer carne. Las lentejas valen seis, los garbanzos ocho, las habichuelas diez liras. ¡El pueblo ni tan siquiera puede comer habichuelas!", exclamó en un mitin en Üsküdar, un barrio de clase media de Estambul, el candidato opositor a la Presidencia Muharrem Ince. Discurso populista del aspirante aparte, hay una realidad que amenaza con impactar en las urnas: llenar la despensa del votante medio cada día cuesta más.

El temor a la crisis económica que parece alcanzar a Turquía, con una enorme caída de la lira turca, una inflación de dos dígitos y un importante déficit de su balanza por cuenta corriente, llevó al Presidente Recep Tayyip Erdogan a adelantar las elecciones previstas para noviembre de 2019. Es que para ese entonces los problemas podrían ser más graves e impedir su reelección.

Erdogan (64), quien dirige Turquía desde 2003 -como Primer Ministro y luego como Presidente- se ha convertido en el líder turco más poderoso desde el fundador de la República, Mustafa Kemal Atatürk. Y aunque formalmente el jefe del Gobierno es el Primer Ministro, Binali Yildirim, todo el mundo sabe que él dirige el país.

Quedó claro en 2016, cuando inmediatamente después de una intentona golpista para derrocarlo, Erdogan se contactó con CNN Türk y llamó al pueblo a salir a las calles. La gente obedeció y eso supuso el punto de inflexión en esa dramática noche.

Estas elecciones anticipadas, con las que Erdogan busca mantenerse en el cargo y con mayoría parlamentaria, son cruciales. Con el nuevo poder comenzará a regir la nueva Constitución, aprobada el año pasado en un referéndum, con nuevas prerrogativas que refuerzan el poder presidencial.

Pero su principal rival, Muharrem Ince -del Partido Republicano del Pueblo (CHP, socialdemócrata)- ha sido la sorpresa de la campaña. Orador carismático, logró utilizar los códigos habituales del Mandatario saliente para galvanizar a la multitud. Y si bien el actual Presidente es el favorito para ganar los comicios, muchos observadores creen que no ganará en la primera vuelta y que su formación, el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), podría perder su mayoría legislativa.

Es que el desempleo tiende al alza. La tasa actual es del 10,1%. Pero en Turquía, con un 16,1% de población juvenil, el paro en este grupo de edad asciende hasta el 17,1%. La inflación, aunque muy lejos de los caóticos años previos al ascenso al poder de Erdogan, ha vuelto a asentarse en los dobles dígitos.

"Todo lo elemental está cada vez más caro", lamenta Selin, una joven profesora. Así lo reconocen los mismos vendedores, que tratan de ajustar a diario el fluctuante precio de sus productos. Se suma a estas aseveraciones Emre Deliveli, un economista y gestor hotelero: "Yo mismo me encargué ayer de la compra. Los precios han aumentado". Ejemplifica con las cebollas, que "han aumentado el doble". Tanto como para que, por las redes sociales, circulen chistes comparando cebollas con joyas.

Este incremento perjudica directamente a las clases humildes y a los pequeños y medianos comerciantes, que constituyen la base del soporte tradicional de Erdogan. También a los conocidos como tigres anatólicos, un fenómeno de emprendedores industriales piadosos cuyo poder empresarial alcanzó su cénit a la lumbre del AKP.

La lira turca registra una cadena de caídas notables frente al euro (5,5) y, sobre todo, el dólar (4,7). La divisa estadounidense vale hoy el doble que hace cinco años, con una caída del 4% en el último mes. Esta depreciación sin freno, que Ankara atribuye a "agentes" externos que quieren evitar la reelección del Presidente, afecta directamente a una clase empresarial importadora y acostumbrada a endeudarse en divisa extranjera. Esa deuda equivale al 40% de la producción económica de Turquía.

El endeudamiento privado ha sido una de las características de la era AKP desde que subió al poder en 2002, justo por la desconfianza de los votantes en la gestión económica de los gobiernos anteriores. Entre 2003 y 2013, el capital extranjero entró a espuertas en Turquía, alentado por los vientos globales e incentivos como el programa de privatización turco. "El crecimiento económico de esos años se atribuye a este flujo de capital y al precio bajo de este capital", explica el economista Mustafa Sönmez.

Todo cambió en 2013. "Estados Unidos cambió de política monetaria y subió los tipos de interés", volviéndose más atractiva para los inversores, recuerda Sönmez. "El dinero se encareció y vulnerabilizó Turquía, pues el flujo entrante se lo había gastado en el mercado doméstico", y "eso ha acabado generando un gran déficit de cuenta corriente". Se estima que US$ 16 mil millones deben compensarse con dinero de fuera, en un momento en que, asevera Sönmez, "Turquía ya no es tan atractiva para el inversor foráneo".

Ante tamaña conjetura convulsa, la mayoría de los analistas recomiendan medidas urgentes. Frente a ellos, economistas próximos al poder, como Cemil Ertem, consideran que solo una nueva presidencia de Erdogan, con el poder ejecutivo fuerte que obtendrá, podrá resolver los problemas arrastrados: "El sistema presidencialista es una oportunidad para llevar a cabo reformas fundamentales".

No en vano, a Erdogan se le culpa personalmente de empeorar la situación. Su enfrentamiento con el Banco Central por las decisiones de este de subir los tipos de interés ha suscitado dudas sobre la independencia de la institución monetaria. Estas se convirtieron en muestras de pánico hace un mes en Londres, cuando el Presidente confesó, ante un grupo de inversores, sus planes de ejercer un mayor control en la política económica.

Emre Deliveli define aquel discurso como un "punto de inflexión" para el proyecto político de Erdogan. El Mandatario ha sido alabado durante años por el desarrollo de infraestructuras y por los datos de crecimiento. El año pasado fue del 7,4%, atribuido a un exceso de incentivación crediticia por los mismos analistas que alertan del riesgo de sobrecalentamiento fruto de estas prácticas. "Erdogan usa la economía para lograr objetivos políticos sin calcular el coste y los escenarios futuros", cree Mustafa Sönmez.

Tras 15 años en el poder, las últimas convulsiones económicas parecen sacudir no solo los fundamentos del modelo de crecimiento turco, sino también la pátina de confianza que cubría el rostro del "milagro turco".

Estas elecciones, con las que Erdogan busca mantenerse en el cargo y con mayoría parlamentaria, son cruciales para fortalecer el presidencialismo.

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