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Sobre la ilegitimidad de las tomas

martes, 19 de junio de 2018


Opinión
El Mercurio




Señor Director:

Carlos Peña en su columna del domingo nos recuerda una verdad obvia y verdadera. En la vida social, a diferencia del estado de naturaleza, una reclamación justa no determina de modo directo que se pueda realizar cualquier acción para satisfacer esa reclamación. Si fuésemos intérpretes perpetuos de la validez de las normas, no existiría vida social y, peor aún, viviríamos más en la anarquía que en un orden dominado por el más fuerte (Hobbes recuerda que en el estado de naturaleza no hay un más fuerte estable).

La reflexión no obvia sería la siguiente: ¿Qué hacer cuando los individuos consideran que sus reclamos de justicia son inmediatamente válidos para la sociedad? En el caso del chofer de Uber, parece que está claro. La coacción es necesaria. ¿Qué pasa entonces con las tomas continuas en los centros educativos, las cuales se han hecho una frívola costumbre en Chile? ¿Es suficiente recordar de modo abstracto que los individuos no pueden tomarse la justicia por su mano, mientras que, en la práctica, se respeta al grupo que toma la universidad o el colegio?

No es el momento de recordar una abstracción obvia. En este caso, se requiere una unión entre teoría y práctica. Si los individuos no son los jueces últimos sobre si una regla se aplica o no, ¿qué acción queda? Evidentemente, impedir la toma. Ni siquiera es correcto negociar con los que toman, como el carabinero no negocia con quien juzga que está cometiendo un delito (incluso si finalmente el juez dice que no lo estaba haciendo). Frente a la violencia de la toma, es momento de recordar y normalizar la fuerza estatal que impide la toma. Si esta idea no se hace práctica y real, seguiremos recordando que las tomas impiden la vida social de raíz, mientras nuestra educación vive tomada.

Solo ante una sociabilidad que se ha olvidado del requisito primero de la vida política -el individuo no decide de modo directo qué regla cumple y cuál no-, esta postura puede parecer conservadora o retrógrada. Se trata de algo más básico: el primer principio de la vida política.

Miguel Saralegui

Profesor de la UAI

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