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Francisco Astaburuaga, sacerdote que acompañó a Hamilton y Cruz tras los abusos

Demanda judicial: "Hay una realidad compleja y grave, (...) y si implica pagar indemnización, se tiene que pagar"

domingo, 10 de junio de 2018


Reportajes
El Mercurio




Fue en 2013 cuando el sacerdote Francisco Astaburuaga empezó a pintar, el mismo año en que Jorge Bergoglio asumió el Papado. Una coincidencia que Astaburuaga le asigna la responsabilidad en esta incursión artística. Desde entonces ha pintado más de 100 cuadros y nada más recibir la invitación del Papa a Roma -por el acompañamiento y asistencia que ha brindado a víctimas de Fernando Karadima-, tuvo claro que ese era el regalo que le llevaría. Escogió la imagen de Francisco publicada en la revista "Encuentro" del arzobispado que apareció acompañada de la frase "Dolor y Vergüenza".

Por más de una semana, la imagen estuvo apoyada en el atril que tiene en un rincón de su pieza. Antes de partir a Roma, y en solo dos días, pintó el cuadro que lo acompañó hasta la pequeña sala donde lo recibió el Papa, en la casa de Santa Marta.

-¿Cómo fue ese momento, cuando le entregó el cuadro?

-Le dije: "Santo Padre, este cuadro es expresión de la transformación que usted ha provocado en mí. Ha sido tan importante su presencia y cómo quiere hacer Iglesia, que me ha hecho plena sintonía; eso se ha manifestado de una manera tan profunda, que de un día para otro empecé a pintar.

-¿Qué simboliza para usted el papado de Francisco?

-La visión de un hombre con el carácter de un Pedro gobernante, pero también de un Pablo evangelizador, y por sobre todo, esa preocupación suya por la misericordia. Su lema es: Lo miró con misericordia y lo eligió.

-¿Con qué sensación se quedó después del encuentro?, ¿qué le dijo sobre su rol en el apoyo a las víctimas de Karadima?

-Muy esperanzado, con mucha consolación interior. Me escuchó largamente, no me interrumpió. Hablamos especialmente el acompañamiento de Juan Carlos Cruz y de James Hamilton. Yo le dije que empecé con Juan Carlos el 2002, pero que ya habíamos conversado en 1987, de manera que habían sido largos años. Con Hamilton fue poco después que Juan Carlos. Han sido 20 años, por lo menos.

-¿Cómo ha sido caminar con ellos estos 20 años, con la herida de un abuso como el que ellos vivieron?

-Ha habido momentos de soledad, desesperanza no. Le comenté al Papa que en estos 20 años descubrí una oración que me ha hecho mucho bien: "Ten fe, sé valiente, confía en el Señor", del libro de Josué, capítulo 1, versículo 9. Esto ha constituido la fuerza para ir adelante, aun cuando he tomado conciencia ahora de que han sido todos esos años. No había hecho el clic, salvo cuando vino monseñor Scicluna con la comisión, en la que declaré.

-Después de esa comisión y de esta nueva venida de Scicluna, ¿qué cambios espera en la Iglesia chilena?

-Los cambios son fruto de un proceso, el Papa lo ha reiterado muchas veces. No vamos a ver cambios mediáticos, de pan y circo, el Santo Padre quiere cambios estructurales, profundos, y eso implica respetar los procesos. Hay que cambiar la manera de pensar, de hacer Iglesia.

-A su juicio, ¿se perdió el rol de servicio en la jerarquía de la Iglesia?

-Se produjo una lejanía del pueblo de Dios, una autodefensa frente a un cambio cultural muy profundo y complejo. En un momento la Iglesia chilena, que era paradigmática en ir adelante frente a los problemas sociales y políticos del país, se fue atrás a una suerte de trinchera. Eso hizo perder la dinámica profética de la Iglesia que el Papa denuncia.

"Un director de colegio tiene 48 horas para denunciar; si no, pasa a ser cómplice..."

-¿Pueden los actuales obispos chilenos hacer frente a esta crisis?

-Buena pregunta. Lo podrán hacer en la medida que tomen plena conciencia de los problemas. Lo que no es asumido, no es redimido.

-¿Y han tomado plena conciencia de esta crisis?

-No se entienden a veces ciertos comentarios o declaraciones públicas, da la impresión de que algunos no han comprendido los problemas. Hay una disociación entre lo que está sucediendo y lo que algunos de ellos están exponiendo. Llama la atención la actitud sonriente ante la prensa de los obispos en Roma, cuando lo que se estaba tratando era extremadamente grave. Así ha quedado de manifiesto en el texto de la carta del Papa que luego se hizo pública.

-Usted dijo que podrían seguir existiendo sacerdotes como Karadima, ¿por qué surgen patrones así al interior de la Iglesia?

-Cuando se ejerce el poder, pero no como actitud de servicio, caemos en estas estructuras abusivas con casos como el del sacerdote Karadima.

-¿Cómo se evita eso?, ¿se ha interiorizado entre sacerdotes y jerarquía eclesiástica?

-El pueblo de Dios tiene que fiscalizar en primer lugar, no solo el pastor o el obispo de la diócesis. Si como comunidad existe un sacerdote autoritario, hay que representarlo. Es un proceso, no es fácil, lo ideal es que esto se vaya comprendiendo cada vez más. Somos hijos de nuestro tiempo; en una sociedad chilena tremendamente individualista que se mira a sí misma, donde el poder parece lo máximo que se puede alcanzar, mientras más poder, más renombre, más reconocimiento tengo. Eso permea también a la Iglesia y ahí se produce el trastorno.

-¿Y conversó con el Papa sobre la presencia del cardenal Errázuriz en el consejo asesor denominado "C9"?

-No. Pero el Santo Padre ha ido tomando conciencia de que es un tema complejo que tiene que resolverlo, que hay un sentir mayoritario del pueblo creyente de que monseñor Errázuriz no esté en ese grupo.

-En ese mismo espíritu, ¿debería la Iglesia llegar a acuerdo en el juicio con las víctimas de Karadima?

-Hay que buscar siempre la mejor manera de resolver el problema, y es mejor un buen acuerdo que un mal juicio. Mientras más luego se resuelva, mejor para todos, para la Iglesia y para las víctimas. Aquí hay una realidad compleja y grave, y tenemos que solucionarla de raíz; y si implica pagar una indemnización, se tiene que pagar.

-Con su experiencia en el acompañamiento de las víctimas de Karadima, ¿qué es lo primero que debe hacer la Iglesia ante un caso de abuso?

-La denuncia inmediata a las autoridades eclesiásticas y también, como en otros países, a las civiles. De lo contrario, se transforma en una especie de impunidad. En los protocolos de denuncia, un director de colegio tiene 48 horas para denunciar; si no, pasa a ser cómplice o eventualmente encubridor. ¿Por qué esa norma no puede existir en una comunidad parroquial?

"Hay una disociación entre lo que está sucediendo y lo que algunos de ellos (obispos) están exponiendo".

"Un director de colegio tiene 48 horas para denunciar; si no, pasa a ser cómplice..."

"El Santo Padre ha ido tomando conciencia de que hay un sentir mayoritario del pueblo creyente de que monseñor Errázuriz no esté en el C-9".


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