Dólar Obs: $ 897,11 | -0,49% IPSA -0,25%
Fondos Mutuos
UF: 37.354,68
IPC: 0,50%


El fin de los empaquetadores

sábado, 09 de junio de 2018

por Sebastián Palma fotos sergio lópez isla
Reportaje
El Mercurio

Antes de la gratuidad, los estudiantes con problemas económicos tenían el ser empaquetadores de supermercados como una salida de emergencia para poder financiarse. Hoy, cuando por el colapso ambiental que produce el plástico las bolsas tienen sus días contados en Chile, cuatro profesionales, incluida una diputada, cuentan a "Sábado" cómo este oficio en inminente extinción los ayudó a llegar a donde están. De acuerdo con la medida, piden que se reinventen esos puestos de trabajo.



Una empaquetadora en el Congreso Hace apenas cinco años, la diputada de Revolución Democrática por el distrito 3, Región de Antofagasta, Catalina Pérez, repartía su rutina entre estudios de derecho en la Universidad Católica del Norte, la presidencia del centro de alumnos de su escuela y varios trabajos que ayudaban a financiar sus gastos personales. Además, junto a sus padres, aportaba para pagar los 400 mil pesos anuales que el crédito Fondo Solidario no alcanzaba a cubrir de su arancel.

 Ha pasado el tiempo, pero los recuerdos de esa época siguen intactos. Está sentada en un café de Providencia, una boina la protege del frío santiaguino. La parlamentaria, que además preside la Comisión de Medio Ambiente y Recursos Naturales, parte recordando que repartió volantes, vendió productos por catálogo y, que durante más de medio año, reemplazó a una amiga como empaque en el supermercado Líder de Antofagasta, ubicado en el viejo shopping de la comuna.

 -Hice un voluntariado en el Hogar de Cristo y, dentro de eso, tenía varios amigos que fueron empaques y que necesitaban reemplazos, entonces ahí me sumé a trabajar. Suplí a una compañera porque era muy difícil entrar -recuerda.

Aunque repara en la ausencia de contratos y seguros laborales, la parlamentaria reconoce que el trabajo de empaque fue una de las buenas alternativas laborales que tuvo como universitaria y que el trato en el supermercado en general fue bueno.

-Una vez una señora no tenía plata para darme y me regaló una crema súper cara para las manos, yo no la quería aceptar, pero la vi tan complicada que se la recibí -cuenta, dando un sorbo a su café.  A pesar de sus años como empaque, Catalina Pérez fue una de los 134 diputados que le bajaron el dedo -unánimemente- a las bolsas de plástico, aprobando la ley que restringirá totalmente las más de 34 mil millones de bolsas que cada año se utilizan en Chile.

-Recibimos la noticia en la comisión de Medio Ambiente, la ministra (Marcela Cubillos) fue a exponer y nos dijo que esperaban sacar esta ley pronto. A mí me parece una muy buena medida, pero creo que falta avanzar en muchas cosas y, en ese sentido, creo que es una medida cosmética. Es cierto que el problema del plástico es algo real, es una de las causas de contaminación más grandes que existe, pero con esta normativa no molestamos el negocio a nadie y no estamos generando propuestas de fondo que vayan a mitigar el problema de la contaminación -dice.
 Como líder de la comisión, ha viajado por el país analizando los problemas socioambientales en distintas localidades como las termoeléctricas y la crisis hídrica que afecta a 179 comunas, entre otras. De hecho, acaba de llegar del Biobío, donde dice que constató la presencia de metales pesados en niños de Coronel.

-Las bolsas son uno de los tantos plásticos que se utilizan, entonces no atacamos las bombillas, los embalajes que causan un daño tremendo. Sentimos que en materia medioambiental este gobierno busca actuar en la cápita superior, pero no metiéndose de lleno en la temática ni buscando soluciones de fondo. Esta es una medida muy positiva, pero sigue siendo ornamental -reflexiona.
     Con respecto a los miles de empaques que probablemente perderán su lugar de trabajo, la parlamentaria es clara:-Causa un poco de nostalgia el fin de los empaques, pero claro habrá que ver como evoluciona, ya nos ha tocado ver como los chiquillos trabajan metiendo las compras en las bolsas de género y ojalá avance hacía allá -y agrega -: Tengo amigas, que siguen trabajando en eso hasta el día de hoy. Una sigue estudiando y procura mientras tanto. Yo tengo un sueldo que me pone en el 10% más rico de Chile, el sueldo de los diputados es tremendo, pero me imagino los que no lo tienen, el tener que cargar con la deuda del Fondo Solidario solo por querer estudiar igual es algo con lo que hay que acabar.
 A bolsas por un postítulo  Cada vez que el psicopedagogo de la Ucinf Joaquín Vega (25) tiene un tiempo entre sus jornadas laborales en el colegio Montessori Saint Paul School de Las Condes y el postítulo en Necesidades Educativas Permanentes que realiza en la Universidad Gabriela Mistral, el profesional se sube a una micro con dirección a San Carlos de Apoquindo para hacer turnos de empaque en el supermercado Jumbo Los Dominicos. -Estoy pagando el postítulo y el crédito de mi carrera, eso significa gran parte del sueldo que recibo en el colegio. Así que sigo yendo al super cada vez que puedo y con esa plata sigo mi vida normal -dice, sentado en una banca fuera del establecimiento, en el bandejón central de la avenida Presidente Errázuriz. Está vestido de jeans, zapatillas y cortavientos, no parece profesor. 


Vega cuenta que trabaja desde los 14 años, que fue reponedor, que lavó platos y que desde muy chico dejó de pedirles plata a sus padres para sus gastos personales. También dice que el empaque fue lejos el mejor empleo al que pudo optar mientras estudiaba y que desde que lo consiguió, en segundo año de universidad, pudo financiar fotocopias, materiales, traslados y hasta incluso el empastado de su tesis. 

 Aunque el psicopedagogo se sigue sustentando gracias al empaque de mercadería, asegura que el fin de las bolsas plásticas no le preocupa. Su supermercado dejó de entregarlas hace meses, por una ordenanza municipal de Joaquín Lavín, que puso fin a las 250 millones de bolsas de polietileno que cada año se repartían en Las Condes. Sin embargo, reconoce que las ganancias se redujeron a la mitad y que proyecta que los puestos de trabajo van a disminuir. 

-Las propinas bajaron. Antes en un turno normal se ganaba entre 13 y 17 mil pesos, ahora se hace un poco más de 7 mil, bajó heavy. Ahora mucha gente guarda las cosas que compra sin nuestra ayuda -dice. Los casi seis años que Joaquín lleva trabajando en el supermercado lo ha hecho entablar relaciones tanto con sus compañeros y algunos clientes que ya lo conocen y le preguntan por su trabajo en el colegio, además de darle ánimos para seguir.

-El Jumbo igual es grande, pero es bien vecinal, entonces uno conoce las historias de los clientes, es entretenida esa parte y enriquecedora, porque uno ve otro mundo, otras realidades. Si hasta cuando estuvo de moda Pokemón Go, las señoras me pedían que les sacara yo el carro para que fueran atrapándolos, incluso me decían si las podía ayudar. 

 Sin embargo, y pese al cariño que le tiene al supermercado,  Joaquín es consciente de que ya es hora de dejarlo. También quiere irse de la casa de su madre donde vive con sus hermanos quienes también estudian en la universidad. -Quiero empezar con mi vida. Este año será el último en el supermercado, ya estoy un poco molesto. Soy el más viejo de todos, hay mucha diferencia de edad entre los que van entrando y yo. La mayoría son niños, cabros de 18. No tengo de qué hablar con ellos. 
 "Dejé de usar bolsas plásticas"  Antes de ser matrón y de dirigir el Observatorio Contra la Violencia Obstétrica, antes de hacer clases en la UDP, incluso antes de que el doctor Leiva entrara a la universidad, un pequeño Gonzalo de 16 años soñaba con comprarse una cámara de video para poder grabar a sus compañeros del Colegio Salesianos de Macul. Por lo mismo, decidió pedirle a su papá un permiso notarial para que le permitiera entrar a trabajar en el supermercado Líder de Departamental.

 -Me acuerdo de que cuando fuimos a firmar el papel, el encargado miraba súper feo a mi viejo, como si fuera un explotador infantil. Además, mi apariencia en segundo medio no ayudaba, parecía una guagua -dice el matrón Gonzalo Leiva (32), apoyado en una tina en la sala de partos del moderno Hospital de la Florida. Recuerda que con la autorización en mano entró a trabajar con varios de sus compañeros de colegio, en una época donde la mayoría de los empaques eran menores de edad.

-Éramos un grupo bien grande. El empaque me sirvió para avisparme, en ese Líder no podías ser pollo porque había de todo, estaban los choros, había cabros que no iban al colegio y en ese entonces no existía esto de los empaques universitarios. No había contrato, seguros, nada. Con este trabajo no tardó en comprarse la cámara de sus sueños: "Una Sony con casete", recuerda orgulloso, por lo que pudo adquirir más cosas, un televisor y un equipo de edición. Luego vinieron los videos y salidas a Fantasilandia con sus amigos.

-Ser empaque era un trabajo muy bueno, ganábamos un montón de plata para la edad que teníamos, incluso diría que más que las cajeras. Pese a sostener que solo guarda buenas experiencias en su trabajo de empaque, donde incluso conoció a una polola, el matrón asegura que ya casi no va a los supermercados y que compra toda su mercadería en La Vega. Además, dice estar completamente a favor de la normativa que suprime las bolsas plásticas.

 -Era una medida que había que tomar tarde o temprano. Pero uno tiene que ser consciente, yo mismo dejé de usar bolsas plásticas. Ahora tengo una de género para el pan y otra para los abarrotes -dice. Consultado por el posible fin del trabajo de empaque, Gonzalo Leiva asegura que el oficio puede reinventarse y dice que las pocas veces que va al supermercado le pasa sus bolsas a los empaquetadores y les da en promedio 300 pesos de propina.

-Cuando les paso mis bolsas de género se complican ene, van a tener que aprender a ser empaques más sustentables nomás. No había pensado que el empaque iba a disminuir con esta medida, pero si pensáramos en tomar decisiones solo en función de los puestos de trabajo no avanzaremos. Desde esa mirada hasta los narcos podrían seguir funcionando porque le dan pega a un montón de gente.
  Analizando la contribución que el trabajo de empaque le entregó como profesional, el matrón dice lo siguiente: -El buen hábito que rescato de haber trabajado desde chico fue el de ahorrar, porque junté toda la plata para comprar mis cosas, me ayudó a madurar. Si el empaque sigue existiendo de manera sustentable en el futuro, estaría encantado que mi hija trabajara en un súper.

"Siempre que voy al supermercado les dejo mil pesos"Cada vez que Aldo Véliz va al supermercado, aunque solo compre un agua mineral, tiene por ley dar mil pesos de propina al encargado de empacar su mercadería. Hace apenas dos años, el cirujano dentista de 25 años, que trabaja en la Clínica Gutiérrez, ubicada en Isidora Goyenechea, estaba en la misma posición de quien ahora guarda sus productos.

-Era súper rico cuando te daban un billete, yo sé lo que cuesta ganarse esa plata -dice. Entró a trabajar en un supermercado Santa Isabel de La Florida durante el tercer semestre de  carrera, y siguió empacando hasta que ingresó al internado de su especialidad, casi al finalizarla. Y si bien este puentealtino asume que su situación económica nunca fue mala, su paternidad anticipada -tuvo un hijo a los 16 años- lo obligó a hacerse cargo de sus gastos desde muy joven.

 -Nunca tuvimos problemas de plata, pero con el tema de mi hija todo costaba un poco más. Mis papás me ayudaron con ella, pero yo veía todas mis cosas, el tema de locomoción, si quería salir con mi guagua o comprarme materiales. Todos nos poníamos con todo, como cualquier otra familia de clase media -dice higienizando sus implementos tras atender una urgencia.

 Cuenta que entró a estudiar en la Universidad San Sebastián por una beca que cubrió los más de siete millones que cuesta odontología al año y que eso significó un gran alivio económico para su familia; sin embargo, optó por seguir trabajando. Con una hija, y una carrera que demandaba muchas horas de esfuerzo, reconoce, que la mejor opción que tenía era el empaque. 

-Uno iba los domingos los fines de semanas un ratito y se hacía muy buena plata, por lo mismo está tan copado y es tan difícil entrar. Hoy, además de su trabajo en la clínica, el dentista cursa un diplomado en Oclusión y Trastornos Mandibulares en la Universidad Mayor, realiza pasantías en el Hospital de La Florida y participa en voluntariados de la Conaf, donde se incentiva el reciclaje y el cuidado de los parques nacionales. Al igual que los otros miembros del voluntariado, Aldo es contrario al uso de bolsas plásticas.

 -Encuentro muy bueno que se acaben las bolsas por el medioambiente, pero quizá debería haber otro método, yo creo que cada uno debería ir con su bolsa reciclable al supermercado. No creo que sea tan distinto que el cliente pase su bolsa de género para que los chicos puedan hacer su pega.

 Dice que varios de sus antiguos compañeros en el empaque son profesionales y que incluso atiende a algunos de ellos en su consulta. "Muy pocos no terminaron sus carreras, hay enfermeras, ingenieros, periodistas, matrones, de todo", dice sonriendo mostrando los brackets en sus dientes.

 Sobre la contribución del empaque en su vida profesional, asegura que el trabajo le enseñó a administrar dineros y le permitió tener más tiempo. -La pega del empaque es muy relajada, fácil y tranquila. Los otros trabajos universitarios te obligan a destinar el fin de semana completo y por muchas menos lucas. Yo, en tres horas de trabajo, me hacía los mismos 12 mil pesos que un promotor lograba en un día -finaliza.

 Imprimir Noticia  Enviar Noticia