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Nuestra Constitución Política establece que al menos una vez al año, el Presidente de la República "dará cuenta al país del estado administrativo y político de la nación", lo que se hace cada 21 de mayo. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, el discurso presidencial ahonda más en promesas y anuncios que en el "dar cuenta" propiamente tal.
Los chilenos, ya acostumbrados a esta metamorfosis subliminal del mandato constitucional, especularon en los últimos días respecto de qué "anuncios" haría la Presidenta, más que en cómo sería su "cuenta", que es de lo que debiera tratar el discurso.
La exposición presidencial hizo lo suyo: abundaron las promesas y anuncios, en una danza de millones de dólares que desconcierta al lego. 600 millones de dólares en inversión en salud para los próximos dos años; casi 1.300 millones de dólares en concesiones de infraestructura para el presente año; y la promesa de solución para las 20.000 familias de chilenos que viven en campamentos de aquí al 2010, entre muchas otras.
Lo que hace posible estas promesas es la inmejorable posición económica fiscal del país, y ahí, digámoslo de una vez, esa cuenta es contundentemente positiva. La historia le estará agradecida al Ministro de Hacienda y su Presidenta por manejar las cuentas fiscales con visión de futuro en esta bonanza del cobre.
Dicho eso, sin embargo, "la cuenta" que entregó la Presidenta omitió un tema central: ¿Por qué exhibimos un crecimiento económico tan magro en circunstancias que tenemos el precio del cobre más alto de los últimos 40 años? Reiterando lo que ha sido el discurso oficial, la Presidenta justificó el bajo crecimiento aludiendo al panorama internacional.
Pero se trata del mismo panorama internacional que tiene nuestro vecino Perú, que este año crecerá casi el doble que Chile. Y panorama internacional mediante, el país sigue gozando de una bonanza nunca antes vista en sus precios de exportación.
Si de cuenta se trata, parece que al discurso le faltó un capítulo.
Lo que nos lleva a la escasa eficiencia y distorsiones en los incentivos con que viene operando nuestro sistema económico de un tiempo a esta parte.
Que Codelco haya tenido que recurrir a la Corte Suprema para que un funcionario del Ministerio del Trabajo no le endose de una plumada a miles de trabajadores que no están contratados por la empresa, habla de cómo están evolucionando las cosas en el mundo del trabajo; habría sido bienvenida una reflexión presidencial en este punto.
Que mil millones de dólares invertidos en Ferrocarriles no se sepa qué fruto dieron habría sido también una cuenta interesante de escuchar.
Que en el plazo de doce meses hayamos convertido un sistema de transporte colectivo autofinanciado en otro con ingentes subsidios fiscales, permanentes, y se enuncie así sin más, es otra cuenta que se echa de menos.
Que hablemos de fomentar energías alternativas cuando sólo en subsidios a los derivados del petróleo se han gastado más de 800 millones de dólares en los últimos años es una cuenta que no cuadra. Que el discurso haga anuncios de cambios y reformas en educación sin preguntarse por qué, a pesar de otras tantas reformas, los resultados prácticos a la fecha siguen siendo paupérrimos, es la cuenta pendiente más importante de todas.
Pero hoy es 21 de mayo, fecha que nos inspira positivamente a todos los chilenos. Tengamos la esperanza entonces que, la próxima vez, el discurso traiga más cuenta que promesas.