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El Cacique se impuso por 2-0 en el Estadio Monumental:

Paredes se convierte en leyenda y mantiene vivo el sueño albo de avanzar en la Copa Libertadores

miércoles, 16 de mayo de 2018

Raúl Neira
Deportes
El Mercurio

El capitán de Colo Colo anotó por partida doble en la victoria sobre Bolívar y se transformó en el máximo goleador chileno en el certamen continental. La escuadra de Héctor Tapia no pierde la fe: necesita sumar ante Atlético Nacional para ilusionarse con los octavos de final.



Colo Colo tenía muy en cuenta que el juego ante Bolívar significaba el todo o nada en su deseo por alcanzar los octavos de final de la Copa Libertadores.

Y pocos minutos antes de entrar a la cancha del Monumental, desde Manta, Ecuador, a cinco mil kilómetros de distancia, los jugadores del Cacique recibieron un mensaje que presionó todavía más el ambiente: Delfín había ganado a Atlético Nacional, de modo que el todo o nada pasaba a ser un asunto de vida o muerte.

La obligación se tradujo en nervios: los primeros minutos mostraron a un Colo Colo opaco, sin profundidad y dependiendo, como nunca, de Jorge Valdivia y Jaime Valdés, quienes buscaban inquietar con remates de media distancia. Bolívar, cómodo, era la faceta opuesta. Se movía con transiciones rápidas, con un trámite muy colectivo, y si bien no asustaba a Agustín Orión, era el dominador.

El juego blanco no lograba entibiar la fría noche de Macul.

Eso, hasta que apareció el ángel de la guarda que hoy tiene el Cacique: Esteban Paredes. Primero aprovechó un centro de primera de Gonzalo Fierro (anticipando al zaguero Ronald Raldes) y luego finiquitó al ángulo derecho de Romel Quiñónez (imponiéndose en el cuerpo a cuerpo al ingenuo Pablo Pedraza).

No se trató de celebraciones comunes y corrientes: el delantero de 37 años llegó a los 22 goles en la Copa Libertadores, transformándose en el principal artillero chileno en el torneo regional. Otro momento de gloria en la carrera del zurdo.

En cosa de minutos, específicamente siete, el campeón de Chile resolvió un problema que se presentaba complejo.

Con el viento a favor y despojada de la enorme responsabilidad que significaba ponerse en ventaja, la escuadra de Héctor Tapia se sintió más tranquila. Si bien una diferencia más abultada habría permitido viajar menos complicada a Colombia, donde enfrentará al dos veces campeón de América, no se actuó con locura, porque la idea tampoco era encajar goles.

La salida de Jorge Valdivia le restó fútbol al mediocampo blanco, pero significó más presencia ofensiva, porque ingresó Octavio Rivero y Tapia ordenó un nuevo esquema (del 4-2-3-1 pasó al 4-3-1-2). Así pudo crear opciones en los pies de Valdés, Nicolás Maturana y en la cabeza de Matías Zaldivia.

Colo Colo ganó y sigue con vida.

Si bien por sus propios pecados vive atormentado en una serie que parecía de lo más sencilla, el pase a la siguiente fase depende exclusivamente de sus capacidades.

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