"Su trabajo es matérico, crudo, neominimalista, con una carga social importante", dice el chileno Christian Viveros-Fauné, en referencia al mexicano Bosco Sodi, que hasta el domingo expone en el Museo de Artes Visuales (MAVI) "Del Fuego: ni tanto que queme al santo, ni tan poco que no lo alumbre", su primera muestra en nuestro país. Viveros-Fauné suma la curaduría de esta exposición a la que cerró a finales de abril en el Museo de Arte del Bronx, dedicada a la pintura del puertorriqueño Ángel Otero, y la que estará abierta hasta julio en el Museo de Arte de las Américas, con la escultura del chileno Patrick Hamilton y el guatemalteco Darío Escobar. En el MAVI, Sodi (1970) despliega un trabajo concebido bajo la filosofía japonesa Wabi-Sabi -que encuentra la belleza en lo imperfecto-, en cuatro salas que evocan el Karesansui, jardín zen en el que las esculturas pétreas cobran especial protagonismo. Así, se dispersan por el suelo más de cien rocas escogidas por Sodi del volcán El Ceboruco (oeste de México) que, tras ser pintadas con cerámica y horneadas a 1.200 grados, adquirieron un color rojo. También se exponen unas 60 rocas en dorado, que Sodi cubrió con una cerámica de oro de 17 kilates y volvió a hornear a 680 grados. "Desde muy pequeño, me acerqué al Wabi-Sabi, que habla de cómo la naturaleza, las obras orgánicas, el paso del tiempo y lo impredecible es lo que realmente hace las cosas únicas y atemporales", dice Sodi. Radicado en Nueva York, hace 20 años el artista conoció a Antoni Tàpies, uno de los máximos exponentes de la pintura matérica, y consecuentemente comenzó su experimentación con la materia. Algo que se evidencia en la serie de pinturas -en gran y pequeña escala- que expone en el MAVI. "Para los cuadros mezclo aserrín con pigmentos o materia orgánica, como puede ser el carbón o el azul añil, y hago una especie de masa, la cual voy aplicando al bastidor en horizontal. Es un trabajo físico, de expresión, pero que al mismo tiempo tiene una vida propia", explica Sodi. Abajo el muro La muestra cierra con el registro fotográfico y audiovisual de un happening que Sodi realizó el año pasado en el Washington Square Park de Nueva York. Allí levantó un muro de 1.600 ladrillos de greda fabricados en Oaxaca e invitó a los neoyorquinos a derrumbarlo y llevarse un ladrillo con ellos, junto con un certificado. "No solamente era una referencia al muro de Trump", señala Sodi. "Yo vengo de un país muy católico y dividido, pero mis hijos han crecido y sido educados en escuelas públicas de Nueva York y no conocen esas barreras raciales ni de género ni de pensamiento con las que nosotros crecimos y que damos por implícito. Este era un muro que trataba de mostrar cómo cualquier tipo de obstáculo, con la colaboración de la sociedad, se puede desmantelar y deshacer". Y aunque no se pudo traer el muro, exhibe uno de sus ladrillos y su respectivo certificado. Además, invita a los visitantes del museo a pintar ladrillos y pegarlos en una pared que tiene un muro dibujado en grafito. La idea es que la gente después despegue los papeles, derribando así el muro.