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Facciones que no se desmovilizaron suman unos 1.500 combatientes en 18 estructuras:

La creciente amenaza de los grupos disidentes de las FARC que controlan el narcotráfico

domingo, 22 de abril de 2018

Jean Palou Egoaguirre
Internacional
El Mercurio

Alias "Guacho" se ha convertido en el hombre más buscado de Colombia y Ecuador y -se sospecha- podría comandar un brazo armado del cartel de Sinaloa.



En la única entrevista que se le conoce, Walter Arízala viste una polera piqué violeta, pantalones caqui y un reloj con correa de cuero. Del uniforme de camuflaje militar, boina y jineta tricolor de las FARC, que usó 10 años como miliciano de esa guerrilla, solo le quedan las botas de goma -indispensables en los pantanosos montes de la selva- y un fusil M-16 con mira telescópica. Con cierta incomodidad ante la cámara, defiende representar el último bastión del desmovilizado grupo insurgente: "No somos disidentes, somos guerrilleros activos todavía", asegura alias "Guacho" a RCN Televisión, explicando que su facción no adhirió al acuerdo de paz firmado a fines de 2016 en Colombia porque consignaba una "desigualdad entre los guerrilleros medios y la tropa".

Convertido en un "fantasma" de las FARC que pena en la selvática y porosa frontera entre Colombia y Ecuador, hoy "Guacho" es el hombre más buscado en esos dos países, que ofrecen US$ 230.000 de recompensa por información que lleve a su captura y han movilizado a miles de militares en un inédito operativo para eliminar al "narcoterrorista".

El líder del autodenominado Frente Oliver Sinisterra, que zigzaguea por el río Mira, al noroeste de Ecuador, y el suroeste de Colombia, domina las operaciones del narcotráfico en la región -incluso se lo vincula con carteles mexicanos- y ha protagonizado en el último año la mayor parte de las acciones de violencia y sabotaje en ambos lados de la línea limítrofe, incluyendo el reciente asesinato de tres miembros de un equipo periodístico del diario ecuatoriano El Comercio y el secuestro de otros dos civiles de ese país.

Arízala, además, le ha puesto un rostro a la amenaza más dispersa que constituyen los grupos disidentes creados por mandos medios de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), los que según una investigación publicada por la Fundación Ideas por la Paz (FIP), han aumentado rápidamente "su poder y capacidad de desestabilización" en medio de su creciente relación con economías criminales, sobre todo el narcotráfico, pero también la minería y tala ilegales.

Según este informe, que hizo un monitoreo en terreno durante dos años, las facciones residuales de las FARC estarían compuestas por entre 1.200 y 1.500 hombres en armas, distribuidos entre 16 y 18 estructuras. Estos grupos serían responsables en los últimos 21 meses de 147 acciones violentas -desde emboscadas hasta homicidios y reclutamientos forzados- en 13 de los 32 departamentos de Colombia, aunque concentrados en cinco: Guaviare (23%), Nariño (18%, donde opera "Guacho"), Cauca (16%), Caquetá (12%) y Meta (14%).

"El conteo de hombres de las disidencias es muy difícil, porque estas estructuras están en un proceso de reclutamiento importante y dinámico. Además han absorbido otras expresiones criminales y subcontratan a otros grupos", explica Andrés Cajiao, investigador de la FIP y coautor del informe.

Según Cajiao, no se trata de un solo grupo predominante, sino que hay varias estructuras y líderes que han demostrado una creciente fuerza militar y arraigo social en sus territorios. Entre los jefes disidentes más poderosos está "Gentil Duarte", del Frente 7, al mando de unos 300 hombres, así como "Iván Morsico", del Frente 1, con unos 250 combatientes. Y está "Guacho": "El Frente Oliver Sinisterra ha tomado bastante fuerza y es preocupante porque viene en expansión. Tiene un grado de criminalización alto y se trata de una estructura con relativamente pocos ex combatientes de las FARC; es más bien una amalgama entre estructuras criminales preexistentes, narcotraficantes que están dinamizando sus actividades y milicias de Nariño construidas tras el debilitamiento del grupo armado de los Rastrojos. Calculamos su fuerza entre 400 y 500 hombres".

"Guacho", un ecuatoriano que tendría 27 años, apareció en el radar a mediados de 2017 con una serie de acciones en la zona fronteriza donde antes operaba la columna "Daniel Aldana" de las FARC, a la que pertenecía. En el lado colombiano se le acusa de coaccionar a los cocaleros y de atentados explosivos que dejaron a oscuras a Tumaco, el segundo mayor puerto de Colombia en el Pacífico y punto clave para el tráfico de cocaína. Y este año se ha enfocado en Ecuador, con ataques inéditos a comisarías y patrullas, que han dejado cuatro muertos, y con el secuestro y asesinato de los periodistas de El Comercio.

Para el fiscal colombiano Néstor Humberto Martínez, "Guacho" no es un disidente de las FARC con una agenda insurgente, sino que su grupo constituiría el brazo armado del poderoso Cartel de Sinaloa en la región.

Sus lazos con el tráfico de drogas son conocidos. Cuando Arízala estuvo en las FARC, fue responsable de las finanzas y de dinamizar las redes de narcotráfico fluviales y terrestres entre Colombia y Ecuador. "Los narcotraficantes lo presionaron para que siguiera en el negocio, por sus contactos y por su conocimiento del terreno y las rutas", dice Cajiao, quien de todos modos rechaza que se le categorice como un simple operador narco: "No se puede desconocer el discurso que tiene frente a la reintegración y la falta de garantías de seguridad. Si bien no expresa un contenido político muy fuerte, no lo podemos ver como un simple narcotraficante".

A estas características híbridas de estos grupos disidentes se suma la dificultad de enfrentarlos militarmente. Y es que si bien han heredado el entrenamiento y las tácticas de las FARC, así como sus corredores, no operan exactamente igual. "Hay un cambio organizacional. Si bien hay cabezas visibles, no hay una estructura clara -afirma el investigador de la FIP-. Y lo que hemos visto con estos grupos es que neutralizar o capturar a los cabecillas no necesariamente ataca el problema, porque surge otro líder, se abren rencillas, hay fragmentaciones y a veces se agudiza la violencia. Hay una capacidad de reacomodo importante en las disidencias".

Según la FIP, en el primer trimestre de 2017 se reportaron 8 acciones violentas de disidentes. En el mismo período de este año fueron 56.

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