Dólar Obs: $ 953,75 | -0,27% IPSA -0,25%
Fondos Mutuos
UF: 37.227,29
IPC: 0,40%
Crítica de Arte Centro Cultural La Moneda:

100 años de arte latinoamericano

domingo, 22 de abril de 2018

Waldemar Sommer
Crítica
El Mercurio




Proveniente de la mexicana Colección Femsa, se nos ofrece en el Centro Cultural La Moneda un amplio panorama del arte latinoamericano a partir de 1914. Abarca, desde luego, las diversas corrientes visuales que se suceden y entrecruzan desde entonces. Pero preferimos comentar sus productos desde el punto de vista de su interés intrínseco, antes que por la fama internacional de sus autores.

De ese modo, tres países se hallan representados con fortaleza excepcional: Cuba, Venezuela y Chile. El primero, con un par de artistas que, de muy diferente manera, claman por la situación que vive su nación. Así, José Bedia transfigura, a través de su gran pintura circular, el anhelo trágico de huida hacia otros territorios del mundo. Al contrario, los tres integrantes del colectivo Los Carpinteros recurren, con similar finalidad, al humor. Además, tenemos otros dos cubanos: la exiliada Ana Mendieta con sus conceptuales huellas sobre la tierra y las mágicas figuras afiladas del célebre Wifredo Lam. Los venezolanos están encabezados por los trabajos op art , que delante de ellos obligan a movernos, de los admirables J. R. Soto y Cruz-Diez; asimismo, encontramos una pintura hermosa -con marco de ramaje- del más antiguo Armando Reverón y el Autorretrato certero de J. L. Cuevas. En especial, los chilenos Francisca Aninat -mapa de Sudamérica mediante jirones de tela-, Raúl Zurita -la palabra poética sobre las rocas imponentes- e Iván Navarro y su perspectiva reconocible de luz; y junto a estos interesan Dittborn, Jaar, Antúnez -anuncia aquí su inmediata serie "Estadios"-, Matta, Tacla.

El arte mexicano

Naturalmente, México aporta el mayor número de obras destacables. En primer término, el óleo estupendo de Frida Kahlo, "Mi vestido cuelga ahí" (1933). En él, su crítica, una pizca, excesiva al imperialismo estadounidense -el collage con el ejército en medio de Nueva York- se plasma con gracia y fluidez formal. Por su parte, Rufino Tamayo exhibe un peculiar panorama de la misma ciudad, donde no faltan sus rojos pedazos de sandía característicos; mientras tanto, el fino colorido de la acuarela de Francisco Toledo lo hace por intermedio de uno de sus animales inquietantes. En cuanto a las surrealistas Remedios Varo y Leonora Carrington, parecen nutrirse estas de una perversidad amanerada. Debemos decir, esta vez, que la tan celebrada María Izquierdo desilusiona; su pintura con un muestrario de cerámica popular carece de la tensión plástica indispensable, no pasando de lo anecdótico.

Si con algo del alemán Kieffer, la fotografía pictórica de Alfredo de Stefano entrega la amplitud de un paisaje solo habitado por insólitos ovillos de alambre, y el también fotógrafo Hugo Brehme aporta una linda vista de ciudad escondida en el valle. Por supuesto, sumemos a los anteriores sus colegas: el conocido talento de Graciela Iturbide -su hombre mirando pájaros- y las dos bencineras casi tragadas por la negra noche de Oswaldo Ruiz. Objetos intervenidos en profundidad representan tanto Hugo L. Núñez -la persistencia estructural de un mobiliario violentado- como Pedro Reyes -instrumentos musicales humillados por armas de fuego-. Un rescate de empapelado demolido sirve, por su parte, a la abstracción geométrica de Pablo Rasgado. Dentro de este panorama mexicano, eso sí, se echa de menos la concurrencia de Julio Galán, un artista de veras importante.

Brasil, Colombia, Argentina

Entre los brasileños brilla Lygia Clark: su bella escultura hace jugar planchas de aluminio semicirculares. La acompañan Cildo Meireles -sutil contrapunto de reglas de medir- y la abstracción sensorial del cuadro de Luis Zerbini. Colombia se muestra sobre todo con dos de sus artistas más valiosos: Edgar Negret -sugerente, precioso "Puente" (1972)- y una santa, antes enorme que monumental, de Fernando Botero. También Argentina descuella mediante los valederos trabajos de Antonio Seguí, cuyo solitario "Hombre parado con sombrero multiplicado" resulta genuina imagen suya-; Liliana Porter -delicadeza e ingenio conceptual con figuras bien reconocibles-; Guillermo Kuitka -de la serie de colchones pintados con mapas, acá un par de formato mediano-; LeParc -blanco volumen ondulado que recuerda a nuestro Assler-; y Clorindo Testa, con un estudio de claroscuro a través de un enorme mural no figurativo y sin color. Pinturas ejemplifican los años 30 de Uruguay; corresponden a dos artistas muy distintos entre sí: la brumosa escena costumbrista de Pedro Figari y la típica construcción de signos sublimados, de Joaquín Torres-García.

GRANDES ARTISTAS LATINOAMERICANOS
Excelente visión panorámica del arte de la América española, durante los últimos cien años
Lugar: Centro Cultural La Moneda.
Fecha: Hasta el 22 de julio.

 Imprimir Noticia  Enviar Noticia