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OBRAS MAESTRAS Recreadas por artista chilena con un lenguaje propio:

Josefina Fontecilla: pintar el claroscuro con la luz del sol

domingo, 22 de abril de 2018

CECILIA VALDÉS URRUTIA
Exposiciones
El Mercurio

Años de investigación dan origen a una inédita recreación de obras de la historia universal, en las que Josefina Fontecilla toma la luz como herramienta pictórica. Este hermoso proyecto, con pinturas de El Caravaggio, Rembrandt, Velázquez, Fra Angélico y otros, se inaugura el miércoles en toda la Galería Patricia Ready.



"Mi interés por la historia del arte forma parte de mi ser, viene de mi padre (el reconocido arquitecto y acuarelista Exequiel Fontecilla Larraín). Nacimos en el mundo del arte, él trabajaba la luz en el papel y su biblioteca completa era sobre historia del arte y la arquitectura. Pero también fue muy importante mi formación en la Universidad de Chile, con grandes profesores, en pintura con Adolfo Couve", cuenta Josefina Fontecilla (1962, cuatro hijos) mientras recorremos su amplio taller y casa, donde reposa un esponjoso gato y sorprende un estilizado perro weimarane que, al verlo estático, desde el jardín, pensamos que es una escultura. Él después saltará sin parar. En las paredes de la sala, en tanto, cuelgan tres pinturas de Couve y hay una copia europea de "La aurora" de Guido Reni, clave para su propuesta.

La llegada de Fontecilla a una desafiante traducción propia de obras maestras no ha sido gratuita. Son cerca de 20 años de estudio y "un porfiado trabajo" en el estudio de la luz y la acción e ilusión del tiempo -con premios en concursos y bienales-, que la instalan como la autora de uno de los aportes más significativos en la búsqueda de nuevos lenguajes de su generación y de la escena nacional.

"Estoy muy contenta con la exposición, estas obras representan la cúspide de un proceso", admite Josefina Fontecilla. Los maestros elegidos son nada menos que Velázquez, Caravaggio, Rembrandt, Fra Angélico, George de la Tour y Guido Reni.

A fines de 2016 exhibió una recreación de "La conversión de Pablo", del Caravaggio, en el Museo de Bellas Artes de Santiago, acompañando al original del artista italiano "San Juan Bautista", traído desde Roma para su exhibición. Esa obra de Fontecilla fue aprobada antes por una comisión de expertos italianos. La pintura también integra la muestra que inaugura en toda la Galería Patricia Ready, "en donde hasta en el cielo de la segunda sala voy a instalar pintura, 'La aurora' de Reni; mientras en el suelo irá un espejo, como se exhibe en el Palacio Palaviccini".

Capas de luz solar

-¿Qué produjo este salto desde trabajar con objetos cotidianos y de la arquitectura familiar a recreaciones de obras maestras de la historia del arte?

"Cuando terminé la última exposición hace cuatro años, en que había vuelto a pintar los géneros originales de la antigua casa familiar en Pirque (Las Majadas), sabía que iba a ser el cierre de un tema autobiográfico. Me senté en el taller y reflexioné sobre qué era lo más fuerte, con qué me gustaría seguir trabajando. Y eso es la luz solar. El desteñir la tela por medio de la luz del sol. Pintar con la luz".

-Este trabajo, ¿cómo lo desarrolla?

"Hasta donde sé, nadie más lo ha hecho, y se trata finalmente de lino negro desteñido por capas por la luz solar. Pero antes de ello hay todo un proceso. Hago primero un trabajo en Photoshop en que selecciono el claroscuro de la obra, todos los tonos entre el blanco y el negro. Y se van agrupando por tonalidades, que no pueden ser más de cinco. Después se traslada a un plotter de madera en el que queda todo como un puzle, en que voy destapando primero las partes en las que va a llegar la luz máxima, donde actuará durante todo el tiempo. Y así, cada dos o tres semanas, voy sacando las diferentes partes que van a ser los semitonos. Es un trabajo igual que con la pintura, pero es con el sol".

-¿Cómo ha afrontado la dificultad de replicar las escalas reales de esas pinturas, algunas de siete metros?

"Todos los soportes los trabajo en el techo de mi taller, y solo voy trabajando una obra a la vez. La de Guido Reni, de 7 metros de largo, cupo justo en el techo, aunque era más grande que el estudio mismo. Las telas tienen que estar colocadas de manera absolutamente plana para que llegue la luz directa del sol. Necesito un lugar como este, amplio y con luz natural, en el que me pueda pasear para ir observándolos. Además, tengo que subir todos los días al techo para ver si se corrió algo la luz o cayó una hoja encima, aunque esto último sería como el chorreo de la pintura. Mi gato también puede subir al tejado y correr una pieza. Paso veranos completos vigilando una obra".

Frente a los maestros del claroscuro

-¿Cuándo fue su primera experiencia con una de estas pinturas?

"La primera que hice la mostré en la Sala Gasco, hace unos cuatro años. Fue la pintura 'La aurora', de Guido Reni. Ese fresco, cuyo original está en Roma, representa un carro que trae a 12 personajes que vienen anunciando la luz del día, lo que se une metafóricamente a mi obra, en la que se pinta todo por la luz. Trae el anuncio de la aurora, y yo trabajo con las horas del día, y con las distintas temperaturas del sol".

-¿Y cómo fue el desafío de trabajar con el Caravaggio, gran maestro de la luz del barroco?

"He trabajado dos obras del Caravaggio, que se exhibirán. La primera fue 'La conversión de Pablo' y este verano hice, además, 'San Juan Bautista'. Pero "La conversión de Pablo" es tal vez la pintura, entre las que he realizado, que más se contrapone al original. Me invitó a trabajar el curador italiano de Roma, luego vino un comité de expertos -por iniciativa de la historiadora del arte Sandra Acattino- para examinar y dar el vamos de lo hecho. Fue un honor trabajar sobre el Caravaggio, porque es el máximo exponente de la luz en su trabajo total. Con esta obra tuve una sorpresa en el resultado, y me encanta que haya sucedido así. Se ve en un nivel más borroso, como de otro estado de la pintura. Tiene que ver con el tamaño del cuadro a representar, porque al ser más chico tiene menos movilidad para el efecto del trabajo de la luz. La luz en esos casos no hace cortes tan precisos, son más borrosos, pero eso me gusta, porque me abre a un nuevo desafío y a una nueva gama de investigación".

-Para todo este proyecto, fue a Europa a revivir cada cuadro...

"Fui a hacer un recorrido por las obras que quería representar. Las vi todas y fue emocionante. Pero recuerdo especialmente las visitas a un Caravaggio: 'La conversión de San Pablo'. Fui muchas veces a verlo a la iglesia Santa María en la plaza del Popolo en Roma. Esa iglesia abre solo algunas horas y hay que echar monedas para que se ilumine el cuadro. Es muy interesante el momento en que se apaga, porque el ojo se acostumbra al claroscuro del Caravaggio; y ese momento fue como una maqueta para el cuadro. Me obsesioné con esa pintura, se lo conté a Sandra Acattino y ella me dijo: lo voy a presentar a la comisión de los historiadores del arte italiano, así llegué a exponerlo en el museo".

-Frente a "La ronda nocturna", de Rembrandt, ¿no sintió una enorme responsabilidad al abordar esa luz tan propia y magistral del gran barroco holandés?

"Es un punto muy importante, porque Rembrandt tiene ese mundo insuperable de la luz en 'La ronda nocturna', gran tema del pintor. Me vi ante un reto de cómo transmitir lo que había hecho Rembrandt, en el que toda la luz viene del interior de la tela. Es lo que ilumina la escena y los personajes, que están más iluminados. Durante el proceso, hice muchas partes que sabía que iban a quedar oscuras. Era difícil medir los tiempos para que los personajes se quedaran en los planos que tenían que quedar. Fue extremadamente difícil. Además, no sabía cómo quedaría la obra hasta el último día, cuando se destapa y se mira desde lejos. Fue un proceso bastante ciego. Pero quedé contenta con esa recreación".

-¿Y ante qué obras maestras primó la emoción?

"Las que más me emocionan son las que tienen que ver con algo más divino, con la luz del Espíritu Santo. Ahí está 'La coronación de la Virgen', de Velázquez. El Espíritu Santo representa aquí la máxima luz. Es muy bonito cómo Velázquez trata ese acto de fe. Lo primero que destapé ahí fue la figura del Espíritu Santo, que tiene que quedar blanco; lo mismo sucedió con 'La Anunciación' de Fra Angélico. Este último no pintaba el claroscuro; en su caso, toda la escena viene del cielo. Es muy delicado, muy fino. La luz es la que produce el milagro. Me emociona en lo profundo la utilización por parte de estos artistas de la luz divina".

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