En el Concepción de la primera mitad del siglo XX vivían alrededor de 60 mil personas. Aunque distaba de ser el centro político y militar que había sido en los años de la Colonia y la Independencia, la ciudad se desarrollaba gracias a la incipiente industria siderúrgica y del carbón. Además, bajo la influencia de una élite avanzaba económica y culturalmente. A esa ciudad llega, en 1917 -dos años antes de la fundación de la Universidad de Concepción-, Corina Vargas Vargas, quien tres décadas más tarde se convirtió en la primera mujer decana de Latinoamérica. Al regresar, Corina obtuvo su título de Profesor de Estado y comenzó a aplicar los conocimientos adquiridos en Nueva York. Se hizo cargo de la Escuela Experimental Anexa de Aplicación en la Universidad de Concepción. También dictó clases de pedagogía y psicología en diferentes programas y en el Liceo Fiscal de Niñas de Concepción. En 1944 sus pares la eligieron como Decana de la Facultad de Filosofía y Letras, cargo que ocupó durante más de una década. Corina creía en la docencia como una profesión con la capacidad de transformar el mundo. Así lo dijo en 1963, en un discurso en la Universidad de Concepción. En este texto, reproducido por Carlos Muñoz Labraña, en el libro "Corina Vargas, pionera de la educación chilena", hay otra cita de la académica: "Los educadores, en especial el maestro primario, debemos buscar las contadas soluciones que podemos tener a mano, pero no con la actitud de los escépticos ensimismados, que consideran el actual momento del país como un caos sin remedio, sino con aquella otra vigilante y esperanzada del que mira el presente, no obstante sus dolores y su gravedad, como el fermento necesario de algo mejor que vendrá".