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el observador urbano

Cerros isla elevan la ciudad

sábado, 17 de marzo de 2018

Miguel Laborde
Nacional
El Mercurio




Pablo Tomás Beitía emergió en la arquitectura argentina como un joven fenómeno, por lo que hizo en Buenos Aires al proyectar el Museo de Xul Solar. Fue por entonces -década del 90- que vino a Santiago y le mostramos la ciudad. Al principio no podía mirar los edificios; sus ojos se movían entre la precordillera y los cerros. Miraba y parecía calcular algo, como quien evalúa un lugar para comprarlo.

Al final le salió la voz: "Son privilegiados ustedes, cerros por todos lados, es algo increíble, y nosotros allá, donde todo es plano y con un cielo que se nos viene encima, tuvimos que alzar un obelisco para tener algún punto de referencia"...

A los santiaguinos, más allá del Santa Lucía y el San Cristóbal, no nos causan mucha impresión, acostumbrados a tenerlos a mano, como accidentes en el valle, nada majestuosos comparados con el macizo andino.

Por lo mismo, celebramos el trabajo de unos alumnos de arquitectura de la U. Católica, hace algunos años, sobre este excepcional conjunto de elevaciones de la capital; Santiago y sus cerros -como Roma con sus colinas-, tiene una topografía que juega a las subidas y bajadas, para dejarse ver en el horizonte urbano y para contemplar desde ellas la vida de la ciudad.

De ese origen académico surgió la Fundación Cerros Isla, la que tomó vuelo y expuso su proyecto en otros países. Hasta que el entonces intendente Claudio Orrego decidió potenciar los cerros, al crear un concurso que favoreció al Chena, nuestro próximo "parque aéreo". Con la idea de avanzar, luego, de uno en uno.

Esta semana apareció un libro que nos desafía, obra de la misma fundación: "Cerros isla: Construyendo un nuevo imaginario de ciudad a partir de su geografía".

La cantidad de ellos impresiona: son 26 alturas en Santiago. Es una cifra solo comparable al anfiteatro de Valparaíso; así dialogan nuestras ciudades mayores, de cerro a cerro.

Uno de los autores es Rodrigo Pérez de Arce, quien escribe de este "archipiélago invisible", imagen poderosa de noche cuando lo oscuro, los cerros, simulan islas en un mar de luces.

Recordemos que erupciones y aluviones rellenaron el valle por millones de años. El suelo subió hasta casi cubrir el paisaje original, dejando la roca madre sumida en lo profundo. Quedaron algunos testigos del espectáculo geológico, unas alturas mínimas, los cerros isla.

Tenemos pocas áreas verdes, 3,7 m {+2} por habitante; si los 26 fueran recuperados, con flora, llegaríamos a 11,7 m {+2} . Y con una ventaja crucial: gran parte se ubica en las comunas menos dotadas. Con los cerros se haría "justicia urbana".

Sobra decir que ellos disminuyen el calor ambiental, capturan contaminantes, infiltran aguas lluvia, facilitan el deporte y la recreación y tienen el potencial de restituir la biodiversidad original del Valle del Mapocho.

En toda nuestra geografía, no hay ningún otro elemento con tanto potencial.

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