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Gonzalo Maza Guionista de "Una mujer fantástica"

"No tengo nada asegurado"

sábado, 17 de marzo de 2018

Gazi Jalil F. foto nacho rojJas
Opinión
El Mercurio

Luego del éxito de la película, repasa el camino que siguió junto a Sebastián Lelio hasta ganar el Oscar. Admite que el desgaste de la relación de dos personalidades fuertes los mantiene amigos, pero trabajando por separado. "Como que me cuesta imaginar si vamos a volver a trabajar juntos", dice. A punto de terminar su primer largometraje como director, toma distancia de la crítica de cine, que ejerció durante 20 años, y revela detalles desconocidos de cómo se hizo Una mujer fantástica.



Parece que en Filmosonido no hubiera nadie. Si no fuera por la recepcionista que abre la puerta y un par de perros que duermen en el estacionamiento, se diría que aquí penan las ánimas.

Después, Gonzalo Maza explicará que en esta productora todos son sensibles con el ruido, que hasta caminan despacio, porque en las salas contiguas se remasterizan películas, se corrige el color de las imágenes, se digitaliza el sonido, se graban diálogos, se crean efectos visuales y todo en un silencio sepulcral que hace que el propio Maza aparezca en la cafetería de este lugar con el mismo sigilo de quien entra a una misa.

Maza es periodista, fue crítico de cine, editó libros, hizo clases, tuvo un blog, produjo series de TV y ahora, en una sala del subterráneo de Filmosonido, termina la posproducción de Todo lo que quieras, su primer largometraje como director, protagonizado por Mariana Derderian y Paloma Salas. Allí explora el mundo de la amistad entre dos mujeres.

-Hace rato que tenía ganas de dirigir algo. Además, aprendí que es mucho más entretenido dirigir, porque es el proceso completo de la película, y porque todo el mundo te ayuda. La escritura, en cambio, es muy solitaria y angustiada.

Gonzalo Maza, desde luego, también es guionista y tal vez hoy sea el más importante de Chile, tras el Oscar que ganó Una mujer fantástica, de Sebastián Lelio, a la mejor película extranjera.

No fue su primer trabajo con Lelio. Antes, escribieron Navidad (2009), El año del tigre (2011) y Gloria (2013), conformando una de las duplas más sólidas y exitosas del cine chileno, que llegó a su punto más alto con el premio de la academia.

-¿Y qué hace un guionista después de un Oscar?

-Ahora creen que soy inalcanzable. Es muy común pensar eso, pero qué sabe la gente, si uno vive de las historias.

Gonzalo Maza (42) nació en Valparaíso, pero creció en Viña del Mar. Su padre era contador y su madre tenía un videoclub, por lo que pasó su adolescencia entre cintas de VHS, atendiendo el local y viendo una y otra vez las mismas películas, desde Viaje insólito, de Joe Dante, hasta Los buenos muchachos, de Martin Scorsese, un filme que considera fundamental en su vida.

Aprendió cine leyendo críticas de películas, recortándolas y pegándolas en un cuaderno. Y pensando en eso, en que quería ser crítico, entró a estudiar periodismo.

Antes de egresar de la Universidad Católica, ya escribía y se destacaba en la "Zona de Contacto", el suplemento juvenil de El Mercurio, del cual fue editor. A sus celebradas crónicas, sumó pautas y talentos como Werne Núñez y Pedro Peirano, entre muchos otros. Además, escribía comentarios de cine en "Wikén" y casi como algo natural derivó a los guiones: hizo algunos para Mujer rompe el silencio, un programa de Mega, conducido por Andrea Molina, que dramatizaba historias de la vida real y luego trabajó en la serie Mira tú, de la productora Aplaplac, que transmitió TVN.

Pronto conoció a Sebastián Lelio, que en ese tiempo se llamaba Sebastián Campos. Fue un día en que el cineasta lo invitó a él y a su mujer, la documentalista Carmen Luz Parot, a su casa para ver una película que recién había terminado: La sagrada familia (2005), la historia de una Semana Santa en Tunquén.

-Me encantó, y con Sebastián tuvimos buena onda. Lo encontré un tipo muy afable, pero a la vez muy intenso con sus películas, como si fueran su propia religión. En esa época yo escribía un blog de cine, Analízame, y tenía todo ese rollo con la generación de cineastas jóvenes, que me interesaba mucho.

Ese mismo año ambos viajaron al Festival de Cine de Valdivia, donde se presentó el largometraje, y tuvieron una conversación que resultó clave para el futuro de los dos: Lelio le comentó que tenía ganas de hacer otra película, una sobre la Navidad.

-Ahí le dije que me encantaban las películas de Navidad. Es mi género favorito. No hay ninguna que no me guste. Lloro con todas.

Pero fue tiempo después que, con más confianza, jugando raquetbol, Maza le propuso ayudarlo con el guion, pese a la escasa experiencia que él tenía hasta entonces.

-Durante meses hablamos, hablamos y hablamos de la película, de cómo iba la historia, de los personajes, de si resultaba lógico o no. Hoy miro para atrás y me parece agotador, pero era una manera de aprender cine. Conversamos mucho de películas y de escenas que nos gustaban. Sebastián es súper cinéfilo, que es algo que me llama mucho la atención de él, porque los directores no son tan cinéfilos, no saben tanto de cine como Sebastián.

Navidad quedó en la Quincena de los realizadores de Cannes, aunque en Chile tuvo escaso público.

-Siempre es decepcionante cuando ocurre algo así. Tú quieres que la gente vea la película, y no es por una razón de plata, sino porque te gustaría que tu trabajo tuviera algún impacto. Pero al mismo tiempo ahí pasó algo muy bueno: nos miramos con Sebastián como diciendo, qué hacemos ahora, y decidimos seguir adelante.

En esa época, Lelio tenía el proyecto de llevar al cine una versión de Los títeres, la telenovela de Sergio Vodanovic, pero la idea nunca prosperó, entre otras cosas porque mientras estaban en eso ocurrió el terremoto de 2010.

-En las noticias escuchaba que se había escapado el tigre del zoológico y que los presos volvían a las cárceles, y ahí se me ocurrió la historia que terminó siendo El año del tigre.

Fue la primera película que hicieron con Fábula.

-Le contamos la idea a Juan [de Dios Larraín, productor] y, para nuestra sorpresa, nos dijo que sí. Pero teníamos que filmar altiro, en tres semanas. Al día siguiente, nos fuimos en una van con Sebastián y un productor a ver locaciones. Hacíamos la película y el guion simultáneamente, cosa que es muy poco común.

-En ese momento, ya estabas trabajando derechamente en películas, pero en paralelo seguías haciendo crítica de cine.

-Sí, yo hacía crítica y películas al mismo tiempo, y todo el mundo estaba así conmigo [hace un gesto de crispación], tanto en el diario donde publicaba como en el mundo del cine. Me decían que no podía hacer las dos cosas a la vez. Y yo decía, ¿por qué?, ¿por qué esta cosa chilena de reprimirme, si en todas partes las personas tienen opiniones y hacen lo que quieren?, ¿por qué esto de elegir un bando: crítica o cine?

-¿Nunca te parecieron incompatibles?

-No. Es como si alguien dijera que Matías Rivas no puede escribir un libro porque tiene una editorial. Sería ridículo. O que Camilo Marks no puede escribir libros porque es crítico. O Hermes, que hace crítica y películas. Pero luego me di cuenta de que había una estridencia en lo que estaba haciendo y me pareció natural dejar la crítica de cine. No la dejé porque me estuvieran empujando. Es más, mientras más me empujaban, menos quería dejarla. Pasó que la crítica de cine dejó de interesarme y, además, las películas que daban eran todas muy malas, daba depresión ir a verlas, me aburría mucho. Fue en 2015. Ya había hecho Gloria y ya estaba rodando Una mujer fantástica. Durante 20 años hice crítica de cine, y ya está bien.

-¿No volverías a hacer crítica?

-No. No porque no me guste, solo que no me parece tan interesante de hacer ahora. La crítica de cine dejó de ser relevante y se transformó en una guía de compras. Y hay algo más que me tiró para afuera: esa sensación de que en la crítica hay algo eclesial. Los críticos son, somos, muy sacerdotes, como una especie de iglesia indicándole al mundo lo que está bien y lo que está mal. Y eso, como gesto, me parece que se quedó atrás en el tiempo, pasado de moda. Uno debería hablar de sus propias obras, nomás. Y cuando me di cuenta de eso, dejé la crítica y decidí dedicarme a hacer películas. Hoy tengo una distancia muy grande con la crítica de cine.



La idea de Gloria nació también luego del terremoto. Maza cuenta que fue producto de una observación muy simple de sus propias madres, que los llamaban para saber cómo estaban.

-¿Gloria es tu mamá o la de Lelio?

-Ninguna de las dos. Ni siquiera es una mezcla. Solo fueron el punto de partida. Hubo muchas entrevistas, mucha investigación, nos interesaba la verosimilitud, lo que fue un aprendizaje súper importante para Una mujer fantástica, porque nos sacamos los prejuicios que teníamos sobre el mundo de nuestras madres, así como los teníamos del mundo transgénero.

Gloria fue el despegue definitivo de Lelio y Maza. La película, protagonizada por Paulina García, ganó un Oso de plata a la mejor actriz en el Festival de Berlín y tuvo excelentes críticas

-Gloria fue una fiesta -dice Maza-, pero era incomprendida desde la perspectiva del guion, porque, ¿qué hace una señora ahí?, como que nadie confiaba mucho.

-¿Cuándo supiste que Gloria iba a ser buena?

-No se sabe. Nunca. Hacer una película es muy instintivo, y por eso hay una ansiedad tan grande antes de la presentación, porque estás poniendo todas tus fichas en algo que piensas que es bueno, que vale la pena, donde has trabajado muy duro durante mucho tiempo, y donde muchas veces los directores venden hasta sus casas y quedan sin un peso.

-¿Ese costo lo paga el guionista también?

-El costo personal de uno es alto, porque escribir guiones de cine es un trabajo mal remunerado. No puedes vivir de eso; entonces, tienes que quitarle horas al sueño y trabajar en otras cosas. Eso fue lo más duro para mí. Habría sido ideal solo ser guionista de cine, pero recién hoy puedo decir que soy guionista.

-La televisión te hubiera dado más seguridad.

-Sí, en la TV tiene más sentido ser guionista. Tienes contrato. Pero yo nunca he hecho teleserie, no porque no quiera, sino porque no sé hacerla. Es un talento que no tengo. No sabría qué entregar, me encontrarían todo malo, estaría muy presionado, no me veo ahí.

-Pero hiciste Bala loca, que tuvo gran éxito de crítica.

-La hicimos en Filmosonido, que fue la única empresa que me llamó después de Gloria. Porque después del éxito de la película, pensé, bueno ya, ahora sí que la reviento, me van a llamar de todos lados. Y no me llamó nadie, nunca. Dije: qué raro, deben pensar que soy muy caro. Empecé a llamar a los distintos jefes de área de producción para decirles que estaba disponible, y tampoco. Y el único que me llamó fue Marco [De Aguirre, gerente de Filmosonido], vía Chilevisión. Y él fue súper efusivo: me dijo que le encantó Gloria y que quería trabajar con los mejores, y que yo era el mejor guionista. Pensé: por fin alguien me dice algo así en mi vida. Pude armar mi equipo, me dio libertad para dar vuelta la historia si quería, tomé algunas cosas, saqué otras. Fue extenuante, porque tomó un año de escritura. Y me encantó. Fue completamente distinto a lo que había hecho con Lelio.

-¿En quién te basaste para hacer a Mauro Murillo, el personaje principal, interpretado por Alejandro Goic? Te lo pregunto, porque en una entrevista que le hicimos a Julio César Rodríguez, dice que está inspirado en él.

-En parte. Lo que pasa es que me interesa mucho el ego masculino y su ceguera. Hay dos cosas que definen al personaje de Murillo: una, que en Chile no te permiten cruzar la calle. O sea, si naciste en familia de izquierda, tienes que ser de izquierda toda tu vida. Pero si un día te pasas a la derecha, eres un traidor. Al que cruza la calle en Chile lo atropellan. Y Julio Cesar cruzó la calle del periodismo serio a la farándula y lo atropellaron. Qué pasaría si alguien como él, que ahora aparece en el Festival de Viña, tiene un accidente y nunca más lo llaman de la tele. Volvería a cruzar la calle hacia sus orígenes. Esa es la premisa inicial del personaje. Pero también tomamos cosas de otros lados, porque está construido con un montón de personajes de egos inflados del mundo del periodismo. Hay mucho de Pato Fernández, por ejemplo.



La mujer fantástica no siempre fue ella. Maza dice que al principio era un hombre que moría, una idea que estaba en su cabeza desde la muerte de su propio padre, en 2007.

-Me preguntaba qué pasa cuando alguien se muere, cuáles son las herencias que quedan, no las herencias físicas, sino con qué te quedas: con las risas, las enseñanzas, con los consejos. Ese fue el punto de partida. Pero empezamos a darle vuelta con Sebastián. A diferencia de Gloria, cuyo guion lo hicimos en mi casa y en cafeterías, este fue escrito donde podíamos encontrarnos, básicamente en festivales de cine, en Berlín, en Nueva York, mucho Skype, hasta que decidí ir a Berlín, donde ya estaba viviendo Sebastián, por dos semanas porque quería que avanzáramos en esto, y ahí encontramos la historia.

-¿De que la protagonista sea transgénero?

-Al inicio, era solo una mujer. No era transgénero aún. Necesitábamos que ella fuera muy sospechosa para que la historia funcionaria... podrían ser diferencias sociales, diferencia de edad, hasta que, en mi ego infinito, me acuerdo haber estado con Sebastián en un café de Providencia, cuando él me comenta que había visto un programa en la TV argentina de una chica transgénero, y yo digo: eso es, eso es, ¡transgénero!, ¡soy un genio! Me creía la raja. Sebastián me miraba: de qué estái hablando, estás loco. Al principio, pensaba que no estaba hablando en serio.

-¿Qué encontrabas de sospechoso en una mujer transgénero?

-Me sorprendió darme cuenta de que los transgéneros eran en ese momento un tema tabú no solo en Chile, sino que en el mundo. La gente no sabe, no pregunta, se pone nerviosa, y había una idea de desconfianza hacia ellos. Ahí el personaje se volvía sospechoso, una cosa media hitchcockiana. Sebastián me dijo OK, pero no sabemos nada del tema, así que investiguemos. Así llegamos a alguien que nos presentó a la Dani [Vega]. La conocimos y fue increíble: era bonita, inteligente, política, y me imaginé que ella era la actriz. Y Sebastián también pensó que claramente iba para allá, porque él sabía que si hacía la película no iba a ser fácil encontrar una actriz transgénero.

-¿Cuánto demoraron en el guion?

-Dos años. Es que es súper difícil hacer los guiones con Sebastián, porque no le gustan. Encuentra que son falsos, que fuerzan la realidad, que chocan con la historia.

-¿Hubo mucha pelea?

-Sí, nos peleamos harto. Nos peleamos muchas veces y muy fuertemente, tanto que hubo consecuencias. Por ejemplo, ahora somos súper amigos, pero al mismo tiempo yo quiero dedicarme a hacer mis películas y mis propios guiones, y él quiere hacer las suyas. Como que me cuesta imaginar si vamos a volver a trabajar juntos. Hay un cariño muy grande, pero la relación de dos tipos con personalidad fuerte termina en, ¿sabes qué?, prefiero ser tu amigo a seguir trabajando contigo, porque nos vamos a terminar matando. Fueron súper desgastantes las últimas dos películas. Llega un minuto en que dices, filo. No es que esté diciendo nada definitivo, pero estamos los dos buscando en otros lados, porque además se nos abrieron demasiado las perspectivas. No estamos obligados a ser Pimpinela. Terminas chato. Es natural, creo; hay que echarse un poco de menos. Somos amigos, pero es una relación tan intensa, que es dura. Tanto tironea cada uno para su lado, que llega un minuto en que no hay más que tironear.

-¿Por eso no subiste a recibir el Oscar?

-Eso no tiene ninguna relación. No subí porque hay protocolos de la academia. Hay un número de tickets, y esto es súper triste y súper cierto, pero a nadie le importan los guionistas. Ni en Hollywood ni en ninguna parte. Están los productores, los actores y los directores. Y de ahí para abajo hay una línea donde están los guionistas, los directores de arte... y eso es bueno saberlo, porque el ego del guionista siempre choca con eso. Porque los que mandan no son ellos.

-¿Por qué no estás haciendo el remake de Gloria?

-No estoy en ese proyecto, porque cuando se desarrolló yo estaba estudiando en Londres y, además, escribía mi propio guion. Por otro lado, este es un remake muy similar, una adaptación; entonces, tengo créditos en la historia, pero no estoy metido como guionista.

Hoy, Gonzalo Maza vive en Londres junto a su mujer y su hijo. Ya terminó un máster en guion en la London Film School, que ha comunicado con mucho orgullo los logros de su alumno estrella, y fue becado para hacer un doctorado en la Universidad de Exeter. Está de paso en Santiago para terminar su película, que la filmó hace dos años, antes de irse a Inglaterra, y que se estrenará a fin de año.

-¿Vas a dejar de hacer guiones, tras el Oscar?

-No. De hecho, estoy escribiendo para otros proyectos. Pero no sé cuál será mi futuro. Lo bueno del Oscar es que ahora puedes ganar todas las conversaciones -se ríe-. Le da visibilidad a tu trabajo, pero si no es igual de concentrado, profesional y bueno, esa visibilidad se acaba rápido. Sé que mucha gente va a ir a ver mi película por lo que pasó con Una mujer fantástica, pero no tengo nada asegurado.

"No subí [a recibir el Oscar] porque hay protocolos de la Academia. Hay un número de tickets, y esto es súper triste y súper cierto, pero a nadie le importan los guionistas"

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