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Quinto aniversario de la muerte del Presidente venezolano:

Cuando Hugo Chávez pasó por Chile

domingo, 04 de marzo de 2018

GASPAR RAMÍREZ
Internacional
El Mercurio

La relación entre el Mandatario, fallecido el 5 de marzo de 2013, y el país dejó disputas, buenos recuerdos, visitas conocidas y secretas.



"Qué maravilloso es el vino chileno", dijo Hugo Chávez una noche de octubre de 1994, y brindó en una casa en La Reina, a dos cuadras de Plaza Egaña.

Mañana lunes 5 de marzo se cumplen cinco años desde que un cáncer en la zona abdominal del que aún se desconocen detalles terminó con la vida del Presidente venezolano Hugo Chávez. El teniente coronel Chávez, que en 1992 intentó llegar al poder por la fuerza y fracasó; que en 1998 trató mediante los votos y triunfó, y que en los 14 años siguientes transformó su país y dejó una huella en toda la región. Chile incluido: gente agradecida que lo ama, gente que huye y que lo odia, visitas oficiales, reconocimientos, cumbres presidenciales y viajes olvidados, como el del brindis de hace casi 24 años.

Al hablar de Chávez y Chile vienen postales instantáneas: el Presidente Sebastián Piñera en Caracas el 8 de marzo de 2013 ante el ataúd de su colega; el "por qué no te callas" que el rey Juan Carlos de España le lanzó al líder venezolano en la Cumbre Iberoamericana de Santiago el 10 de noviembre de 2007; Chávez y los abrazos con la Presidenta Michelle Bachelet; Chávez y su deseo de bañarse en una playa boliviana, que expresó en Santa Cruz de la Sierra el 16 de septiembre de 2003; Chávez molesto con el Presidente Ricardo Lagos luego de que el embajador chileno en Caracas reconociera a los golpistas que sacaron al Presidente por algunas horas en abril de 2002, lo que fue negado por el gobierno de la Concertación; el viaje de 2001, el primero oficial a Chile con visitas a la casa de Pablo Neruda en Isla Negra, reuniones en Cerro Castillo, cumbre empresarial en la Cepal, la entrega de las llaves de la ciudad en la alcaldía de Santiago.

Joaquín Lavín recuerda que cuando fue alcalde de Santiago, entre 2000 y 2004, recibió a gobernantes de todo el mundo. Todos llegaban, se bajaban, sonreían y se iban. Lavín recuerda que ese lunes 20 de agosto de 2001, Hugo Chávez saludó a toda la municipalidad, dio un discurso, salió a la Plaza de Armas, conversó con los lustrabotas, se tomó fotos en la estatua de Pedro de Valdivia.

"Fue totalmente distinto a los presidentes tradicionales. Para mí, se notó mucho la diferencia de que era una persona con un carisma muy especial", recuerda Lavín. El actual alcalde de Las Condes recuerda, también, que Chávez quedó de mandarle una boina roja, emblema del ejército venezolano, pero no recuerda si cumplió.

"Era un imán para la gente", recuerda Lavín. Carmen Collao también sintió ese magnetismo.

En colores

En 2006, Carmen Collao empezó a buscar en la calle ojos rojos, irritados, iris nublados. Cuando encontraba un candidato se acercaba, le preguntaba si quería mejorarse, que había que viajar a Venezuela, que allá operaban de cataratas, de pterigión, de glaucoma. Que era gratis. Si al candidato le interesaba, le pasaba una tarjeta que decía "Comité bolivariano Hugo Chávez Frías".

Cuando tenía 10 años, Carmen recibió un golpe en la cabeza que la dejó con la visión en blanco y negro y con el campo visual reducido. Carmen supo por una "compañera" de la Misión Milagro, el programa social del gobierno venezolano para operar de la vista a personas de toda América Latina. Carmen postuló y viajó a Barquisimeto en el primer vuelo de 105 pacientes chilenos en abril de 2006.

"Me operé, y entonces...", dice Carmen en el living de su casa en Pedro Aguirre Cerda, con muñecos de Chávez y bustos de Bolívar. Hace una pausa, se tapa la boca y sigue: "... entonces vi en colores, se me abrió el panorama. Esas son cosas que se agradecen eternamente". Y quiso retribuir.

Cuando volvió de Venezuela, junto con su marido formaron el "Comité bolivariano Hugo Chávez Frías", una organización con personalidad jurídica, respaldada por la embajada venezolana, y Carmen se convirtió en una de las coordinadoras de la Misión Milagro en Chile.

Ahí empezó a mirar a la gente a los ojos y a repartir tarjetas "a todo tipo de personas, desde gente que barría la calle, hasta gente de buena situación". En enero de 2008 le entregó una tarjeta a una guardia de seguridad del Homecenter Sodimac de San Miguel. Patricia Pierola tenía pterigión avanzado, que no cubre el AUGE -a diferencia de las cataratas, enfermedad por la que se operaron 1.500 de los 2.000 chilenos beneficiados por la Misión Milagro-. Ella se operó en la ciudad de Valencia, estado de Carabobo.

"Yo no creía que fuera cierto. Me hospedé en un hotel cinco estrellas. Todo gratis. Nos daban poleras, gorros, de todo. Y después de eso pude ver bien. Todo eso gracias al comandante Chávez", dice Patricia en la casa de Carmen, a un costado de la Autopista Central. También quiso retribuir, también se unió al comité, también se hizo coordinadora. Patricia viajó en el último vuelo de la Misión Milagro, en diciembre de 2012. Nunca conoció a Hugo Chávez.

Camilo Bass sí vio de cerca al Presidente. El médico viajó en el primer vuelo, el mismo de Carmen, a cargo de unos 25 pacientes de Concepción, donde trabajaba entonces. Bass dice que la mayoría de la gente iba feliz, que muchos querían hacer turismo y no guardar el reposo de 10 días que duraba el viaje, que se quedaron en un complejo deportivo, que los buses en que se trasladaban iban siempre custodiados, que un día lo invitaron a él y a algunos pacientes al set del "Aló Presidente", que ese día se transmitía desde la capital del estado de Lara.

Como en todas las ediciones de su programa-cadena nacional, Chávez escuchó reclamos de la gente, retó a funcionarios de gobierno, desafió a la oposición. Lo de siempre. Como alguna vez lo escuchó Edgar Paredes.

Off side

El domingo 7 de abril de 2002, en "Aló Presidente", Chávez despidió a los primeros siete de los 20 mil trabajadores de la estatal PDVSA que despediría en los meses siguientes, como respuesta al papel de los petroleros en los paros nacionales, en el movimiento opositor, y para tomar control total de los ingresos por la venta de crudo. "No tengo problemas en rasparlos a toditos, si a toditos hay que rasparlos. Hay bastante gente en Venezuela que sabe de petróleo", dijo Chávez, luego hacía sonar un pito, daba el nombre del despedido y gritaba: " off side ", "pa' fuera".

En diciembre de ese año fue el turno de Edgar Paredes. Paredes entró a PDVSA en 1982 y llegó a ser presidente de Pequiven, Petroquímica de Venezuela, filial de PDVSA, hasta el 17 de diciembre de 2002, cuando recibió un telegrama de despido. Paredes fue el representante de los petroleros en la Coordinadora Democrática, la antecesora de la MUD, se opuso a los convenios petroleros con Cuba, se reunió con el entonces vicepresidente Diosdado Cabello, participó en el referéndum revocatorio de 2004, que ganó Chávez, y en 2005 salió de Venezuela. Primero a Estados Unidos, después a Chile. En abril cumple 13 años en el país.

"Yo estoy muy agradecido de Chile. Pero si yo estoy aquí es por culpa de Hugo Chávez. Y no solo yo, ya somos millones los venezolanos fuera del país", dice Edgar en un café en el barrio El Golf. Edgar cuenta que los petroleros dieron la pelea, que el convenio con los cubanos era y es una sangría para Venezuela; que PDVSA fue un ejemplo de eficiencia, que ahora es una empresa destruida y que como él muchos debieron huir, en un viaje por tierra, mar y aire del que prefiere no dar detalles. Un episodio misterioso, un viaje secreto.

Salud

Hugo Chávez estuvo dos años preso por liderar un golpe fallido contra Carlos Andrés Pérez el 4 de febrero de 1992, hasta que el Presidente Rafael Caldera lo excarceló en marzo de 1994. Un Hugo Chávez delgado, de 39 años, sin dinero ni crédito político recorrió Venezuela durante 100 días, después viajó a Colombia, y después, en octubre, por una invitación a un seminario, llegó a Chile.

Víctor Osorio, ex ministro de Bienes Nacionales de la Presidenta Bachelet y militante de Izquierda Cristiana, publicó en 2011 el libro "El viaje secreto de Hugo Chávez a Chile" (Ediciones Escaparate), en que reconstruye esa visita, cuando Chávez era una especie de paria y no fue recibido por ningún político ni partido de la Concertación ni organizaciones de la izquierda tradicional: miles de chilenos recibieron asilo en Venezuela durante el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez (1974-1979) y el recuerdo de la dictadura militar aún estaba muy presente.

"Me pareció una historia con connotaciones surrealistas", dice Osorio en un restorán en el centro de Santiago, y recuerda que supo del viaje de Chávez por Luis Vitale y por un compañero de la IC, Raúl Reyes, ambos fallecidos. El punto central de ese viaje secreto fue una reunión informal en La Reina, que el periodista reconstruyó con testimonios de algunos asistentes.

Uno de ellos fue Óscar Ortiz. Secretario personal de Clotario Blest, Ortiz daba un taller de anarquismo en la Universidad Arcis, donde también hacía clases Vitale, historiador trotskista, quien le contó de la reunión con Chávez. Ortiz recuerda que para crear ambiente colgaron imágenes de Luis Emilio Recabarren y de Clotario Blest, y que entre 40 y 50 personas llegaron hasta la casa de Vitale en La Reina; entre ellos, el frentista Vasili Carrillo, quien se cuadró ante Chávez y se presentó como oficial del ejército cubano, y el historiador nacionalista Pedro Godoy.

Godoy, por correo, cuenta que Chávez se cuidó de no hablar de Augusto Pinochet, de Salvador Allende o del gobierno de la Unidad Popular, y asegura que hospedó al militar en su casa, que Chávez revisó su biblioteca, que se interesó por el libro "Fisonomía histórica de Chile", de Jaime Eyzaguirre; por un retablo de la Virgen de Guadalupe, y que anotó en una libreta el lema del escudo de armas de Pedro de Valdivia: "La muerte menos temida da más vida".

Ortiz recuerda que no fue la única vez que estuvo con Chávez. El día después de la reunión se encontró con el futuro Presidente venezolano en el metro Moneda, que lo acompañó hasta la sede de la CUT, que esperaron muchas horas y que nadie lo quiso recibir. Para salir del paso, Ortiz tomó del brazo al tesorero de la CUT que iba saliendo y le presentó a Chávez, quien dijo estar feliz por "haber conocido el templo del trabajador que ha hecho tanto por Chile". "Algunos senadores, personas que ahora hacen gárgaras con la revolución venezolana, en ese instante no lo tomaron en cuenta para nada", dice Ortiz.

Hubo un último encuentro. En 2001, ya Presidente, ya novedad política regional, Chávez vino a Chile. En una reunión con economistas y empresarios en la Cepal, el Mandatario miró al público y le susurró algo a su edecán. El edecán se acercó a los invitados, se acercó a Ortiz y le dijo: "El Presidente Chávez pide que lo espere a la salida". Ortiz esperó a la salida, Chávez se acercó, le dio un abrazo y le dijo, le gritó: "¡Compañero, qué alegría encontrarlo! ¿Cómo está el compañero Vitale?". Ortiz cree que Chávez tenía buenas intenciones, pero que cometió muchos errores, el principal fue acercarse a Cuba, se "convirtió en una dictadura medio cesarista".

Ortiz vuelve a esa noche en La Reina y recuerda que la reunión fue informal: el compañero que iba a tomar las fotos no llegó, otro se atrasó porque pasó a tomarse un borgoña, otro se presentó como representante de las FARC -"lo que era una locura absoluta"-. Chávez estaba agradecido, emocionado, quiso brindar con vino chileno.

Ortiz recuerda, también, que no tenían vino ni plata, que hicieron "una vaca", que Vitale lo mandó a comprar y que volvió con un vino blanco en caja, que no sabe si Chávez era un buen actor o de verdad lo sintió así, pero dijo, cuando brindó: "Qué maravilloso es el vino chileno".

El único registro periodístico de esa visita es una entrevista con Punto Final. En la edición del 16 al 29 de octubre de 1994 de esa revista, cuando la victoria en las presidenciales de diciembre de 1998 estaba muy lejos, a Chávez le preguntaron:

-Usted parece estar en una campaña a todo vapor, como si tuvieran que gobernar mañana.

Y Chávez respondió:

-Sí, es verdad. No podemos sentarnos a descansar. Es un combate más que una campaña. El 1 de noviembre -y eso es una primicia- empezaremos a recorrer Venezuela durante 54 meses. Iremos a todas partes, a dar a conocer nuestras ideas y también a escuchar y a aprender. Pienso que no podemos fallar. Es otro siglo, un cambio de milenio y en él debemos actuar. Hemos diseñado el círculo, el espiral y el huracán bolivariano como las etapas del movimiento en desarrollo que estamos llevando a la práctica. Son tiempos hermosos para la esperanza, a pesar de lo angustiosa que es la situación hoy.

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