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Breve Antología La obra que divulgó los valores modernos

"La Enciclopedia": una empresa contra toda autoridad

domingo, 04 de marzo de 2018

Juan Rodríguez M.
Historia
El Mercurio

"Es una especie de monolito misterioso que todo el mundo respeta mucho, pero al que apenas nos acercamos", dice el escritor español Gonzalo Torné. Algo que puede subsanarse gracias a la selección que hizo con "las entradas más significativas" de una empresa que le costó a Diderot y a "los filósofos" 20 años de luchas y peligros.



Denis Diderot (1713-1784) quiso ser sacerdote, pero cuando llegó a París prefirió la vida bohemia del libertino, de las letras, del escritor independiente. Era un mundo, a mediados del siglo XVIII, en el que ganaban espacio las ideas de Descartes, Locke, Spinoza y otros filósofos que enaltecían la razón y el conocimiento, aquello a lo que cualquier humano puede acceder, por sobre toda autoridad. Un mundo deslumbrado por la ciencia, que debatía sobre religión, política y economía. Un mundo de nobles, todavía, pero también de artesanos, comerciantes, financieros, rentistas, curas, maestros, abogados que, sin embargo, no era el mejor lugar para los librepensadores. Ahí estaban la monarquía y la Iglesia, y toda una maquinaria de espionaje, persecuciones, prisiones como la Bastilla, torturas y sentencias a muerte para conservar el statu quo . Ese mundo en tránsito vio nacer, de las mentes y manos de Diderot y de Jean le Rond d'Alembert, una obra de 27 volúmenes y 72 mil artículos, publicados entre 1751 y 1772, que revolucionaron al antiguo régimen: "La Enciclopedia o Diccionario razonado de las ciencias, las artes y los oficios". La misma de la que el sello Debate acaba de publicar una breve antología, editada por el escritor español Gonzalo Torné, con "las entradas más significativas". O sea, algunas de las que firmaron sus colaboradores más ilustres: Diderot y D'Alembert, pero además Paul Henry Thiri d'Holbach, François Quesnay, Jean Edme Romilly, Jean-Jacques Rousseau y Voltaire.

Solo una traducción

"La Enciclopedia" comenzó como una traducción de la exitosa "Cyclopaedia" inglesa (1728) de Ephraim Chambers. "El repentino aumento de los proyectos enciclopédicos a finales del siglo XVII y comienzos del XVIII era el reflejo de un inmenso cambio social, que se expresaba en términos de secularización y extensión de la educación, rápido aumento de la población, urbanización y desarrollo de una burguesía cada vez más segura de sí misma", escribe el historiador Philipp Blom en "Encyclopédie. El triunfo de la razón en tiempos irracionales" (Anagrama).

Blom cuenta que el giro de la empresa comenzó con una pelea. El librero y capitalista que estaba detrás del proyecto de traducción, André-François Le Breton, descubrió que el inglés John Mills, el editor al que había contratado, lo engañaba, pues apenas avanzaba y con suerte dominaba el francés. Así es que luego de dimes y diretes, solucionó el asunto a los golpes, y tuvo que buscar otro editor y nuevos inversionistas.

Por entonces, Diderot, con cierto renombre como traductor y necesitado de dinero, y D'Alembert, un matemático consagrado, asesoraban el proyecto. Le Breton contrató a otro editor, tan genial como loco, que renunció a los tres meses. El 6 de octubre de 1747 Diderot y D'Alembert firmaron como editores y se consolidó el nuevo rumbo: no una traducción, sino que todo el conocimiento de la época.

Cuando se piensa en "La Enciclopedia" la mente se deja llevar hacia ideas filosóficas y políticas, al imaginario ilustrado. Pero como se ve en la antología de Torné, junto a entradas como "arte", "hombre", "virtud" o "tolerancia" hay otras como "adulterio", "celos" o "cerveza". "Bueno, desde luego las importantes son 'arte', 'hombre', 'virtud' y 'tolerancia' -explica Torné-, sin estas entradas el libro no sería tan famoso como es, pero me apetecía reflejar estas otras más livianas porque están muy bien escritas, son tratados muy sutiles de psicología (casi novelísticos) y dan cuenta de que 'La Enciclopedia' por momentos recuerda más a un almanaque que a una empresa sistemática".

En pleno Antiguo Régimen esta obra dice que todo conocimiento procede de los sentidos, que la autoridad no es divina y que la monarquía es la corrupción de la aristocracia. Lo que sorprende, pues "La Enciclopedia" se publicó en un escenario en el que por mucho menos se mandaba a la hoguera o se decapitaba. Torné atribuye el logro a la nobleza, "no de sangre sino de espíritu", de los enciclopedistas. "Tenían un compromiso con sus ideales, que por resumir vendrían a ser: pensar las cosas por sí mismos y propagar los resultados a tantas personas como fuese posible. De esta nobleza, que anteponían al dinero, a la fama e incluso a la seguridad personal, extrajeron una perseverancia y una confianza en ellos mismos que desde nuestra comodidad parece sobrehumana".

El peligro y las amenazas de prohibir la obra siempre rondaron a Diderot y los suyos. Su casa fue allanada varias veces, sufrieron los embates de la Iglesia, especialmente de los jesuitas, quienes no perdonaron que ninguno de ellos fuera incluido en el proyecto, y estuvieron a punto de arrebatarle la empresa a Diderot. De hecho la obra fue prohibida en 1752 por el Consejo del Rey.

Algunos de los subterfugios para burlar la censura fueron ser ortodoxos en las entradas teologales e introducir las nuevas ideas en conceptos aparentemente inocuos. Otro recurso fueron las referencias cruzadas. Pero tal vez la decisión más importante fue hacer una enciclopedia ordenada alfabética y no temáticamente, lo que elimina las jerarquías y evita, por ejemplo, tener que dedicarle un volumen a la religión o a los grandes hombres, y permite resaltar junto al mundo de las ideas, el de la sabiduría práctica y sus oficios: los enciclopedistas defienden los saberes prácticos frente a la especulación ociosa y las cuestiones metafísicas. "Diderot dispara contra cualquier institución que pretendiese monopolizar de manera acrítica el conocimiento y los juicios, de la Iglesia a los gremios, sin distinción", explica Torné. "Más que romper una lanza a favor del negocio, lo que a D'Alembert y Diderot les ocupa es tomarse en serio la exposición de todo el conocimiento práctico que permite vestirnos, construir casas, alimentarnos. Un conocimiento que no se asocia a nombres prestigiosos, pero sin él seguiríamos medio desnudos y en cuevas, cazando por la mañana lo que vamos a cenar por la noche. En este sentido 'La Enciclopedia' es una oda a las labores".

Es la economía

La perseverancia, la nobleza de espíritu y los subterfugios de los enciclopedistas son encomiables, necesarios, pero no bastan para resistir los embates del poder. Había que tener un aliado dentro, y ese fue el jefe de la oficina de censura: "Malesherbes era amigo de los philosophes , y su administración a menudo ha sido vista como una pieza crucial en la historia de la Ilustración y de la libertad de expresión en general", escribe el historiador Robert Darnton en "Censores trabajando" (FCE). Gracias a él la obra pudo seguir publicándose a pesar de la prohibición; es más, escondió en su hogar los materiales de trabajo durante uno de los allanamientos a la casa de Diderot. Era un hombre de ideas progresistas, y consciente de la importancia económica de "La Enciclopedia"; "era particularmente sensible a los aspectos económicos de la industria del libro y favorecía el uso de permisos tácitos para impedir que el capital se filtrara a través de las fronteras de Francia a editoriales extranjeras", explica Darnton.

En "La Enciclopedia" se invirtieron unos 13 millones de euros actuales, según calcula Blom. Esa empresa en los albores del capitalismo que fue el "diccionario razonado" llegó a emplear a mil personas, entre tipógrafos, impresores y encuadernadores, en una ciudad en la que vivían poco más de medio millón. Se distribuyó desde Inglaterra a Rusia. Fue traducida y pirateada. Pasó de los 1600 suscriptores previstos a 4 mil. Hizo millonarios a sus inversores (ganaron 18 millones de euros). Pero sobre todo es parte de una familia de obras que pusieron en marcha la modernidad. En el prólogo de la antología, el filósofo Fernando Savater la pone al lado de "El origen de las especies" de Darwin y "El capital" de Marx. Se podría agregar "Los principios matemáticos de la filosofía natural" de Newton.

"Confiemos en el futuro: ahora mismo una revolución puede estar floreciendo en algún lugar remoto del mundo, puede estar ardiendo el centro de un país supuestamente civilizado. Esto es lo que necesitamos: que se derrumben las ciudades, rasgar la ignorancia y la oscuridad, esparcir las luces... Ya nunca podremos decir que todo está perdido si sobrevive un solo ejemplar de esta obra", escribe Diderot en el prefacio al último tomo de "La Enciclopedia", impreso en Francia, pero despachado a los suscriptores desde otro país, para burlar por última vez a la autoridad.

-¿Qué obra fue más revolucionaria, "La Enciclopedia" o "El capital"?

"Supongo que si atendemos a su proyección histórica 'El capital' es imbatible -dice Torné-. 'La Enciclopedia' a mi juicio ha influido poquísimo, propone una especie de 'revolución tranquila' que enseguida queda barrida por la Revolución Francesa que plantea un mundo nuevo. No sé cómo será en Chile, pero en Barcelona a Diderot y a Voltaire apenas se los estudia en la universidad. 'La Enciclopedia' es una especie de monolito misterioso que todo el mundo respeta mucho, pero al que apenas nos acercamos".

El aliado más importante de los enciclopedistas fue Malesherbes, el jefe de la oficina de censura.

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