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En junio se cumplen 20 años desde su muerte:

Miguel Ángel Montuori, el campeón cruzado del 54 que terminó abruptamente su carrera por un pelotazo

sábado, 24 de febrero de 2018

Paolo Giovo R.
Deportes
El Mercurio

En 1953 llegó a la UC un desconocido refuerzo desde Argentina que un año más tarde sería puntal del segundo título en la historia franjeada. Su talento lo llevó a triunfar en la Fiorentina, siendo protagonista del primer scudetto del club, y en la selección italiana. Familia, ex jugadores y un periodista florentino repasan su exitosa carrera y también los dramas que sufrió tras su retiro.



Cuando era pequeño, Miguel Ángel Montuori (Rosario, 1932) salió por la ventana de su casa para ir a jugar a los potreros argentinos.

Su padre Luigi -un pescador- lo esperó en la casa para pegarle con una huasca. No concebía la obstinación de su primogénito por convertirse en futbolista. El pequeño Montuori volvió después de unas horas, cruzó la puerta y estiró la mano. Tenía en ella un fajo de billetes que le habían entregado veedores de Racing Club de Avellaneda, encandilados ante el talento de este menudo moreno de pelo crespo.

"¿Lo robaste?", preguntó su papá. "No, me quieren hacer contrato", le dijo el adolescente, ilusionado con sacar a su familia de la pobreza.

"Pocho" -como le decían en su entorno- se inició en la "Academia" en 1951. No tuvo mucha continuidad y dos años más tarde fue ofrecido a Universidad Católica, que necesitaba sumar un jugador en el mediocampo. Llegó a Chile con un antecedente desafiante: el último argentino que había defendido con éxito a la 'franja' era José Manuel 'Charro' Moreno, crack absoluto que cuatro años antes había comandado el primer título estudiantil, en 1949.

Con solo 20 años, los dirigentes cruzados apostaron por el volante creativo. En su primera temporada no pudo desequilibrar y fue muy cuestionado. Tanto así, que el argentino pidió que lo aguantaran una temporada más. Incluso, la prensa comentaba que 'se lo estaba llevando la noche'.

"Julio Martínez le dijo que su mejor virtud era su peor defecto. Por driblear tanto, le quitaban la pelota. Eso lo hizo reflexionar y logró madurar en su juego, dejando atrás el individualismo", dice Angelo Montuori, hijo menor del goleador cruzado.

En ese momento, otro hecho produjo un vuelco a su carrera. Mientras estuvo lesionado, una enfermera confundió su radiografía con la de otro paciente. El futbolista, molesto, quiso saber quién cometió semejante error. Resultó ser Teresa Abarzúa, quien más adelante se convertiría en su esposa y madre de sus cuatro hijos: Olivia, Liliana, Fiammetta y Angelo.

La estabilidad emocional trajo calma a sus pies.

En 1954 llegó el despegue y la consagración. Con el arribo a la UC del técnico inglés William Burnickell, Montuori pasó de la zona de creación al último cuarto de la cancha, ubicándolo como delantero junto a Horacio Cisternas. Fue el ajuste perfecto, pues aquella temporada marcó 22 goles en 33 partidos, dianas que ayudaron a que el equipo franjeado alzara la segunda copa de su historia.

Su campaña no dejó indiferente a nadie. Tampoco al padre Volpi, un misionario de Bérgamo radicado en Santiago, quien le contó a Antonio Girardi -veedor de la Fiorentina- que había visto a un jugador excepcional que debían contratar. Girardi usó la posición que tenía con la dirigencia viola , y en un viaje a Santiago se decidió llevar a Montuori a Florencia, en tiempos en que era muy raro que futbolistas sudamericanos aterrizaran en Europa.

Millonaria transferencia

Y se fue. La "Fiore" pagó 18 millones de liras, una cifra altísima para esos años. "Los dirigentes de Católica dijeron una cifra elevada, pensando en que no la iban a pagar, pero los italianos dijeron 'perfecto' y sellaron el trato", comenta Ángelo, quien vive sus días como profesor de tenis en Florencia.

En la Fiorentina hizo una campaña excepcional, en la que le arrebató el título a los poderosos elencos del "norte", como el Inter, Milan y Juventus. Montuori se matriculó con 14 tantos en esa temporada de ensueño.

"Recibía el balón desde la izquierda y se iba en diagonal hacia el centro para disfrutar de su derecha, que era su mejor pie, con una sensibilidad inhumana. Tenía una finta irrefrenable como Garrincha", dice el periodista italiano Sandro Picchi, escritor del libro "Los Gigantes de la Fiorentina".

Los hinchas lo empezaron a llamar 'Michelangelo' en honor al genio renacentista. "Era un jugador fabuloso. Lo conocí allá a través de un agente. Mis hijos trataron bastante con los suyos", manifiesta Jorge Toro, volante que lo conoció cuando Montuori ya se había retirado y él defendía a la Sampdoria.

La escuadra lila siguió dando espectáculo, saliendo vicecampeona por cuatro años consecutivos. En la temporada 1956-57 llegaron a una histórica final de Copa de Campeones contra el Real Madrid, disputada en el Santiago Bernabéu. Perdieron 2-0 -su única derrota en dicho campeonato- con goles de Alfredo di Stefano y Paco Gento.

1961, el año fatídico

Cuando la carrera del argentino estaba en su peak -incluso integró la selección italiana entre 1956 y 1960-, llegó el fatídico 19 de abril de 1961. El volante volvía tras una lesión en la rodilla, y en un duelo amistoso el técnico de la reserva lo hizo jugar unos minutos contra el Perugia.

Llevaba seis minutos en la cancha, cuando el arquero rival rechazó una pelota que terminó impactando su cabeza. El golpe trajo consigo un triste diagnóstico: desprendimiento de retina que obligó a su retiro a los 28 años.

El año siguiente se le descubrió un aneurisma, lo que dificultó más su estado. Pasó meses con los ojos vendados, sin ver la luz. Ahí tomó conciencia de que tenía que mantener su cabeza ocupada para seguir lúcido.

Fueron meses de incertidumbre, pero encontró una salida trabajando como periodista en el Giornale del Mattino . Luego estudió para ser técnico en Coverciano y alcanzó a dirigir algunos equipos menores de la región como el Pontassieve, Aglianese y Montecatini, ninguno con mucho éxito. "No tengo el temperamento, no soy capaz de transferir mis ideas a los otros", reconoció con autocrítica a la prensa de la época.

Su vida entrecruzó hobbies como la pintura. "Mi papá era de esas personas con muchos talentos innatos. Todos tenemos distintos talentos, pero no siempre los explotamos. Él se podría haber dedicado a la pintura también, lo hacía de gran manera", dice "Titi", quien revela que su padre pudo exhibir sus telas en galerías florentinas.

Ya olvidados los infortunios de salud, Montuori cultivó sus inquietudes intelectuales y volvió a Santiago en 1972. "Toda la cultura la adquirió por sí mismo. Los domingos ponía temprano la radio Colo Colo y escuchaba el programa de tango de Alodia Corral. Después oía ópera. En ese momento lo 'odiaba', pero el bagaje cultural que nos dejó fue enorme", resume su hija Fiammetta, quien debe su nombre a un personaje que aparece en el libro del Decameron, de Giovanni Boccaccio.

"Era un tipo súper lector. También jugaba mucho ajedrez, era su pasión. Podía pasar horas solo ensayando nuevas jugadas", acota Liliana, su segunda hija.

"Se compraba libros de Kárpov y de Fischer, y le ganó al campeón chileno de esa época", agrega Angelo.

Retornó a Italia en 1986, buscando mejores condiciones económicas, ya que en Chile lo había perdido casi todo a raíz de problemas bancarios. En Florencia, gente que lo conoció le consiguió una casa en la zona del Isolotto.

Montuori dedicó sus últimos años a comentar fútbol en la televisión italiana. Murió en 1998 a causa de un enfisema pulmonar. En vida siempre manifestó que quería ser enterrado en Chile. Y así fue. Hoy su cuerpo descansa en el Mausoleo Italiano del Cementerio General.

EL CAPITÁN CRISTIÁN ÁLVAREZ ESTÁ CONVOCADO PARA HOY.

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