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Alejandro Goic

"Yo, en el caso del obispo Barros, habría dado un paso al costado"

sábado, 24 de febrero de 2018


Reportaje
El Mercurio

El obispo de Rancagua dice que, independiente de las conclusiones a las que llegue la investigación del arzobispo Charles Scicluna, Juan Barros debería seguir su misión alejado del primer plano. También repasa los duros momentos que vivió tras el golpe, desclasifica casos de abusos que le ha tocado enfrentar, habla de empresarios que explotan a inmigrantes y se abre a recibir y acompañar a personas trans.



Alejandro Goic cumplirá 78 años el próximo mes. Es el más antiguo de los 33 obispos en ejercicio de la Conferencia Episcopal y, de paso, el de mayor edad. Debió haber jubilado de la diócesis de Rancagua hace tres años, pero dice que el Papa Francisco no solo no le ha aceptado la renuncia, sino que le pidió seguir en el cargo a través de una carta con un mensaje poco convencional, que refleja la cercanía entre ambos: "Vos tenés 10 clavos en la espalda, te pido que sigas ahora con el clavo de gobernar la diócesis".

Francisco se refería a la salud de Goic, quien ha sido sometido a cinco operaciones a la columna, en las cuales le han puesto 10 tornillos de titanio que han reducido sus molestias, pero no las han eliminado.

-Tengo un dolor permanente cuando camino -explica, mientras se sienta con lentitud en su oficina, ubicada en la casa obispal, detrás de la catedral de Rancagua-. Después de 300 o 400 metros, el dolor es intenso. Lo mismo me pasa cuando estoy mucho rato de pie. Entonces, evito ir a los desfiles o a los cócteles.

Por esta misma razón no asistió a ninguna de las actividades que tuvo el Papa durante su visita al país, salvo a la misa en la catedral Metropolitana.

-Todo lo demás lo vi por televisión.

Y entre todo lo que vio, lo que le dejó el sabor más amargo, dice, fue la figuración que tuvo el obispo de Osorno Juan Barros, acusado por supuestamente haber encubierto los abusos de Fernando Karadima en la parroquia El Bosque, mientras era su secretario personal.

-Él debió haberse restado, por prudencia evangélica y por prudencia pastoral, porque él sabe que su persona, más allá de su inocencia o culpabilidad, es una figura controvertida. Lo que debía brillar en ese momento era el Papa y por eso he dicho, sin hacer juicios sobre él (Barros), que me dejó un sabor amargo, porque era obvio que los periodistas lo iban a buscar.

-¿Ninguno de los obispos previó que podía pasar algo así?

-Yo no estoy en ninguna comisión, salvo en el Consejo Nacional de Prevención de Abusos, que presido desde su creación en 2011. Por lo tanto, no estuve para nada en la organización. No me tocó estar en los entretelones y preparativos de la visita, porque no tenía el derecho a participar y solo respondí por escrito a los requerimientos que se les hacían a todos los obispos. Yo supongo que lo previeron. Pero no sé.

-¿Y usted?

-Cuando me enteré de que él empezó a mostrarse, yo dije: va a opacar la visita del Papa. Llamé a algunos hermanos obispos, pero bueno, él es una persona adulta y libre, y escogió ese camino.

-Usted fue el único obispo en criticar la presencia de Barros en las actividades. ¿Él habló luego con usted?

-No, no. En estos últimos cuatro meses, desde que tuve la angioplastía, no he ido a Santiago siquiera, salvo para algún examen médico. La angioplastía me limitó antes, durante y después de la visita del Papa. Hoy, día por medio viene un enfermero a hacerme curaciones. Y tengo controles periódicos con el médico. Yo sigo trabajando aquí, pero casi sin salidas a terreno.

-¿Tuvo algún costo ser el único en manifestar su opinión?

-Verdad. No he leído que otros hermanos hayan hablado. Es que a mí me preocupó cierta desolación que se produjo en católicos que quiero mucho en todas las ciudades en que he trabajado: Punta Arenas, Concepción, Talca, Osorno y aquí en Rancagua. Gente que conozco, de mucha fe, que me ha dicho que este apoyo tan grande a monseñor Barros les provocó una gran pena. Entonces, sentí que tenía que decir sinceramente lo que pienso.

"Varios obispos internamente escribieron sus opiniones a las autoridades de la Conferencia Episcopal, con copia a todos. Algunos pedían que hubiera una asamblea plenaria extraordinaria, pero las autoridades respondieron que no parecía oportuno, porque varios tenían viajes fuera de Chile. Entonces, la gran evaluación será en la asamblea plenaria de abril. Ahí, cada uno podrá decir algo, y ahí diré en conciencia lo que considero".

-¿Hay división entre los obispos por Barros?

-Nunca he pensado que Barros haya cometido algún delito. Por eso, el tema no pasa por lo judicial: es un tema prudencial. Si yo hubiera llegado a una diócesis, donde un grupo importante no me acepta por alguna razón, lo lógico es pedir ser relevado de esa función, porque tengo que ser pastor de todos, de los más conservadores a los más progresistas. Y si encuentro un rechazo tan grande como el que se preveía en Osorno... porque hay muchos que no creen en su versión de que él nunca vio nada. ¿Que nunca haya visto nada siendo cercano a Karadima? Parece un poco extraño. Yo, si encuentro un rechazo tan grande en un sector importante, al menos trataría de dialogar y comprender, pero ahí no hubo nada de eso.

-Pero Barros renunció dos veces y el Papa no lo aceptó

-Yo desconozco las razones más de fondo que el Papa tiene para mantener a Barros, y por eso respeto su decisión. Pero, por otro lado, yo, hijo de la Iglesia, que percibo que soy un elemento que no une, hubiera tratado de dar un paso al costado. Él no lo ha hecho. No lo juzgo, pero en su situación yo hubiera dado un paso al costado.

-De hecho, el Papa dio una razón: dijo que no había pruebas contra Barros.

-Después el Papa hizo cierta rectificación, y el hecho de enviar al arzobispo de Malta (Charles Scicluna) para conversar con todos los involucrados indica que se ha replanteado, porque es un hecho que causó conmoción no solo en el país, sino que en el mundo. Pienso que el Papa se refería a un problema judicial y quizá no logró que sus asesores le hicieran comprender más a fondo que no es un problema judicial, sino que de prudencia pastoral. Espero que la visita del arzobispo Scicluna nos ayude a enfrentar este drama de la Iglesia chilena.

-¿Cree que el caso Barros va a salpicar a los otros obispos que fueron parte del círculo de Karadima, como Koljatic, Valenzuela y Arteaga?

-No estoy en condiciones de afirmarlo o negarlo. Espero que cada uno de nosotros, en la asamblea plenaria, se haga un autoexamen.

-Hay quienes piensan que Barros también es una víctima de Karadima, por el abuso de conciencia.

-Creo que los mecanismos de poder que generan algunas personas especiales, a veces anulan las personalidades de quienes están cerca. No he hecho estudios al respecto, pero se da. Está el caso de Maciel, de los Legionarios de Cristo, que tenía una doble vida. Entonces, creo que el dominio que a veces ejerce una persona puede afectar a otro, y he escuchado que las primeras víctimas son los que están cerca. No sé si a Barros le haya pasado. Puede ser, porque frente a tantas cosas que han ocurrido, uno esperaría una reacción distinta.

El último de los mohicanos

Antes de ser nombrado obispo de Rancagua en 2003, Goic gobernó la diócesis de Osorno durante nueve años. El día en que se anunció su partida, fue declarado Ciudadano Benemérito y los osorninos lo despidieron en masa.

-Conozco a gente de los dos grupos -dice en referencia a los que apoyan y se oponen al actual obispo Barros-. Algunos dicen que los más críticos son personas que no tienen el don de la fe. Eso no es cierto. Es gente que ama a la Iglesia. Puedo estar en desacuerdo con ciertas acciones que han realizado, especialmente cuando protestaron dentro de la misa en la toma de posesión de Barros, pero hay que ponerse en el lugar de ellos. Y por otro lado, quienes están a favor de Barros, los conozco también, aman a la Iglesia. Entonces, no va a ser fácil restaurar las confianzas entre unos y otros.

-¿Qué le pasa al ver la división que existe hoy en esa comunidad?

-Me duele mucho. El obispo, especialmente en una diócesis de provincia, es un elemento de unión, no solo para los católicos. Es muy complicado que esto no esté pasando en Osorno.

-Independiente de las conclusiones a las que llegue Scicluna, ¿cree difícil que Barros siga a la cabeza de esa diócesis o de cualquier otra?

-Yo espero que él reaccione, más allá de lo que el Papa pueda decir. Lo digo con mucho cariño, pero él tiene que plantearse seriamente que la diócesis no puede seguir en un conflicto permanente, no es sano para nadie. Hay otros servicios que un obispo puede hacer. Cuando termine mi misión acá, puedo escuchar a la gente, apoyar, hay mucho dolor. Ya no estaré en el primer plano, pero un hombre que se consagra a Dios no debe buscar estar en el tapete. Conozco obispos eméritos que, en silencio, hacen tal vez más bien ahora que cuando eran obispos diocesanos.

Alejandro Goic Karmelic dice que tal vez cuando jubile se vaya a Concepción o a Punta Arenas, su ciudad natal. En la biblioteca de su oficina luce dos banderas de Magallanes y en una pared cuelga el diploma que lo declara Hijo Ilustre de la capital de la XII Región. Hijo de inmigrantes croatas, su padre fue ovejero y luego puso una pequeña lechería, desde donde salía a vender leche a domicilio. De niño, Goic recuerda que solía ayudarle. Es el menor de cuatro hermanos y el único que sobrevive. Muestra una foto enmarcada de uno de ellos, agricultor de Punta Arenas, recientemente fallecido, y habla de Pedro, otro de sus hermanos, dirigente de la DC y padre de la excandidata presidencial Carolina Goic, quien murió en 2000, a raíz del escape de gas.

En su juventud, el obispo jugó fútbol en el Sokol, el club de la colonia croata, y en el Deportivo Matadero, en una liga de barrio. Aún se le recuerda como un defensa de pierna firme y difícil de pasar. Por lo mismo, a muchos les sorprendió cuando tomó la decisión de ser sacerdote.

-Varios esperaban que Pedro se metiera a cura. Yo rendí el bachillerato en matemáticas para entrar a la universidad y tenía una beca para estudiar ingeniería en Concepción, pero en quinto de humanidades ya sentía el deseo de entregar mi vida a una causa que valiera la pena.

Como sacerdote, a los 33 años le correspondió hacerse cargo como vicario de la diócesis de Punta Arenas, tras la muerte de monseñor Vladimiro Boric. Pero 11 días después ocurrió el golpe militar y durante los días posteriores, Goic recibió a cientos de familiares de desaparecidos y presos políticos que le pedían ayuda.

-El golpe fue uno de los dolores más grandes que he tenido en mi vida sacerdotal. Jamás imaginé que en Chile podía pasar lo que pasó. En Magallanes hubo más de mil presos políticos y me tocó recibir a sus padres, hermanos, hijos, esposos o esposas. Todos querían saber qué pasaba y me pedían interceder. Pude ayudar a algunos, pero los militares nunca me dejaron ir a isla Dawson. Fueron meses angustiosos, donde también viví mucha incomprensión, acusaciones de todo tipo, ofensas y hasta amenazas graves de parte de los partidarios del golpe. Lo más suave que me decían era marxista.

Hoy, Goic es el último de los obispos en ejercicio formados bajo el Concilio Vaticano II y aglutinados alrededor de la figura del cardenal Raúl Silva Henríquez. Él mismo dice, en broma, que es "el último de los mohicanos".

-Así como el país hace 30 años era distinto, también la Iglesia ha tenido cambios. Es cierto. Muchos de los obispos que estaban cuando yo entré al episcopado, tenían una mirada abierta del mundo.

-En sus 52 años de sacerdote, ¿nunca ha dudado de su fe?

-Nunca. Ni de mi fe ni de mi vocación. Mantengo un convencimiento claro de que Dios quería que yo fuera cura.

-¿Y nunca se ha enamorado?

-Me enamoré en los años de adolescencia y de juventud muy fuertemente de una joven. Nunca se lo dije, porque estaba con esta duda interior, aunque creo que ella me correspondía. Y a lo largo de mi vida he procurado ser fiel a mi vocación. Uno se siente atraído evidentemente por una bella mujer, sobre todo cuando la belleza es también interior, cuando uno se encuentra con almas que están en sintonía con lo que uno cree, pero el Señor me ha dado la gracia de nunca pasar más allá.

-Siendo obispo, ¿ha recibido alguna denuncia de abuso?

-Sí. Una vez, en Osorno, me llegó el rumor de un sacerdote alemán que, antes de mi llegada a la diócesis, había cometido algún abuso. Pero nunca recibí una denuncia ni tampoco hubo nada en los tribunales. Cuando hablé con él, me reconoció que fue una imprudencia con alguien mayor de edad. Él luego se fue a Alemania, pero antes le dije: si la justicia civil o eclesiástica te requiere, tú tendrás que volver.

"Aquí en Rancagua tuve otro caso de un sacerdote que estuvo acusado de abuso de un menor de edad, se hizo el proceso y fue dimitido del estado clerical. Yo animé a los denunciantes a que hicieran la denuncia también ante los tribunales, pero no quisieron para no verse expuestos públicamente. Son de las cosas más duras que a uno como obispo le toca enfrentar. Pero en esto he aprendido dos criterios fundamentales: buscar la verdad aunque sea dolorosa y que la prioridad la tienen las víctimas".

Pensiones más equitativas

-Usted acuñó la expresión "sueldo ético" hace 10 años. ¿Cree que los empresarios lo han escuchado?

-El drama más grande en el país es que aún es muy inequitativo, porque no pensamos en los demás. Hay empresarios muy buenos que comparten sus ganancias con sus trabajadores cuando les ha ido bien, pero he visto también lo contrario. Solo en esta región han llegado más de 10 mil inmigrantes, que son presa fácil de algunos empresarios que les pagan sueldos muy inferiores a lo que ganan los nacionales, eludiendo las leyes sociales, evitando que tengan reconocimiento legal y explotándolos.

"Si mi preocupación es enriquecerme y crecer en desmedro de los demás, nunca vamos a salir de este desnivel y clasismo que tenemos en la sociedad chilena. Por ejemplo, el acceso a la salud y las pensiones dejan mucho que desear. Veo lo que yo mismo he gastado por mis operaciones, y es tremendo. Afortunadamente estoy en una isapre y tengo una mutual sacerdotal del clero, que me cubren muchos de los gastos. Tomo remedios para el corazón y una caja que dura 20 días cuesta 70 mil pesos. ¿Cómo podría vivir alguien de mi edad con las pensiones que se reciben?"

-Entonces, ¿es partidario de cambiar el sistema de AFP

-Cualquiera sea el sistema, debe ser más equitativo. Que una persona de 80 años tenga que estar casi mendigando para que lo atiendan, es muy doloroso. Espero que el nuevo parlamento y las nuevas autoridades tengan la capacidad de buscar una solución

-Usted se opuso a que se legislara sobre el aborto. Ahora que existe la ley, ¿respetaría la decisión de una mujer que quisiera interrumpir su embarazo por una de las tres causales?

-No le vamos a imponer a nadie nuestra visión. Siempre vamos a acompañar a las personas afectadas y si alguien ha decidido abortar es libre de hacerlo, lo vamos a respetar. Hace unos años creamos el centro La Vida Siempre, para brindar ayuda a niñas, adolescentes o mujeres que se encuentran frente a un embarazo vulnerable y ven como única alternativa el aborto. El centro busca que opten por privilegiar la vida. Pero si una mujer abortó y viene herida hacia nosotros, la vamos a amar y ayudar

-En el Congreso se discute el proyecto de Ley de Identidad de Género, que algunos obispos ya han criticado. ¿Acompañaría a una persona trans si se lo pidiera?

-Absolutamente. De hecho, he recibido aquí mismo a dos trans y los he acogido con amor. Si ellos hablaran con usted, le dirían lo mismo, que los traté con profundo respeto. Ellos tienen que encontrar en la comunidad cristiana una acogida, respeto e integración, pero no significa que nos vamos a tragar cualquier ideología de género que nos quieran meter. Diremos nuestra opinión crítica en busca de la verdad y en algunos casos con evidencia científica.


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