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La contaminación en los océanos: una nueva oportunidad para que Chile lidere

miércoles, 21 de febrero de 2018

Economía y Negocios Online


Gonzalo Muñoz Cofundador de Sistema B y CEO de TriCiclos

Cómo dice Humberto Maturana, para cambiar tenemos que primero identificar lo que queremos conservar. Sintámonos orgullosos entonces de la capacidad que Chile ha tenido para adaptar procesos productivos a más estrictas exigencias ambientales, convirtiéndonos en modelo global, por ejemplo, ante la contaminación atmosférica en Santiago, la protección de áreas de alto valor ambiental, la innovación en nuestra matriz energética, entre otros temas. También valoremos el espíritu 3xi que se inspira en la diversidad y la inclusión, motivando una nueva forma de hacer negocios. Estos y otros procesos de innovación requieren cambios en las actitudes y las conductas hasta pasar a convertirse en conductas incorporadas por todos.

Igualmente, debemos reaprender a consumir, a diseñar y producir, a elegir responsablemente, e incluso a descartar los desechos. Particularmente necesitamos reaprender a relacionarnos con los elementos plásticos tan presentes en nuestra cotidianeidad.

Actualmente existen algunas aplicaciones plásticas que resultan claramente nocivas para el medio ambiente y por lo tanto llegó el momento de cuestionarnos si no podremos inspirarnos en el daño que producen para facilitar la aparición de alternativas que nos permitan innovar hasta lograr una solución sustentable. Y es que nadie cuestiona la utilidad de algunos plásticos en las industrias electrónicas, automotrices, farmacéutica, de la construcción. Pero definitivamente son cuestionables todos aquellos usos que le hemos dado a los plásticos desechables y que generan bienestar de cortísimo plazo, ocasionando graves externalidades que pueden durar siglos.

Como dice William McDonough, el problema no es el plástico, sino el uso que le damos. El principal error está en diseñar productos cuyo fin de uso está condenado al vertedero, las aguas, el estómago de una ballena, o la atmósfera cuando es combustionado. Y es que el plástico no es más que una forma de carbono, y tal como está ocurriendo con los combustibles fósiles, se trata de una expresión de carbono fugitivo que debemos corregir urgentemente. Sólo debiéramos diseñar productos bajo la formas de carbono vivo (orgánico) y carbono durable que permanece siempre como materia prima para procesos diversos.

Actualmente Chile tiene una oportunidad tan notable como loable. En el mundo la contaminación plástica está en la mira a partir de tres eventos que comenzaron a cambiar el juego. En primer lugar vino la COP21 que permitió un acuerdo para reducir las emisiones globales. Los países adherentes se comprometieron a quemar menos, y por lo tanto las opciones de producir energía a partir de combustionar plásticos dejaron de ser la solución perfecta, para pasar a convertirse en una parte del problema. En segundo lugar apareció el informe de Ocean Conservancy sobre el nivel de contaminación plástica en los océanos. Al 2015 la medida era de 1 ton de plástico por cada 5 tons de peces. Si no cambiamos radicalmente las formas de producción y consumo, esa métrica llegaría el 2050 a 1 ton de plástico por 1 ton de peces en los océanos. Lo que no había logrado la desaparición del rinoceronte blanco en materia de sentido de urgencia por la degradación ambiental, lo logró la imagen de 5 gigantescas sopas de plásticos en los océanos y millones de especies marinas muriendo con y por el plástico en sus estómagos. Por último, hace pocos meses China decidió cerrar sus fronteras a los residuos plásticos de otros países con lo cual frenó un sistema comercial que puso la presión donde siempre debiera estar: aguas arriba. Tenemos que empezar a preguntarnos de dónde viene la basura y no sólo dónde irá a parar. Necesitamos cuestionarnos el consumo partiendo por el sobre consumo, reflexionando sobre el modelo de desarrollo y sus externalidades.

Todos estamos de acuerdo que necesitamos superar la pobreza, pero ello no puede aumentar el impacto sobre el medio ambiente. También debemos cuestionarnos cómo hacer para que el mundo no siga dividiéndose entre los que consumen sin conciencia y los que viven de y dentro de la basura.

En definitiva, aplaudo la decisión de China de rechazar la basura del mundo, y por lo tanto me parece evidente la invitación a que todos los demás países evalúen cuánta basura están importando como productos de consumo y sus embalajes, a menudo viniendo justamente de China y otras naciones asiáticas. Si China no importará más basura, ¿será el momento de dejar de comprar productos basura? Esa es la conversación que corresponde tener en el actual momento que estamos viviendo como humanidad.

En este sentido Chile ha dado en los últimos años pasos relevantes en la dirección correcta. No sólo se definieron amplias zonas marinas de conservación, y se aprobó la ley REP que activó una madura conversación en el empresariado sobre algunos impactos ambientales que hasta ahora resultaban invisibles para el sector productivo. Ahora estamos en medio del proceso de aprobación de la ley que prohíbe las bolsas plásticas en comunas costeras, a la cual ya adhirieron retailers emblemáticos. A su vez van apareciendo iniciativas que ponen en entredicho el plumavit de las samoneras y de los productores de choritos. Empiezan a aparecer cuestionamientos al vaso de polipapel con el que nos tomamos el café, y la inútil bombilla que le ponen en los restaurantes hasta al vaso de agua. De una u otra forma, la saturación de plástico innecesario empieza a evidenciarse y por lo tanto aparece la oportunidad de posicionar un modelo ejemplar de responsabilidad en la producción y el consumo acorde con un cambio que se está viendo en todo el mundo.

En materia de economía circular, a nivel global el liderazgo lo ha marcado la fundación Ellen MacArthur en conjunto con el World Economic Forum y William McDonough. Y en materia de plásticos, la iniciativa más relevante que se está llevando a cabo es justamente la que inició hace un par de años la Fundación Ellen MacArthur llamada The New Plastics Economy (https://newplasticseconomy.org/), a partir de la cual se generó una propuesta de estrategia global para envases plásticos y que actualmente comienza a concretarse a través de estrategias nacionales llamadas “circular plastics”, siendo el Reino Unido el primer país en establecer ese programa.

Dado que a nivel global el informe de contaminación en los océanos es parte importante de lo que nos ha motivado a hacernos cargo del problema, entonces Chile puede nuevamente tomar el liderazgo ya que es un país líder en proporción de mar por superficie. Desde ese punto de vista Chile no es más que un gran territorio marítimo adherido a una fina franja de tierra en Sudamérica. Pero además Chile tiene una ciudadanía altamente sensible, un historial reciente de acciones de preservación extraordinarias y un sector industrial que cada día asume con mayor seriedad lo que implica el desarrollo sustentable. Es por todo ello que Chile fue elegido como el segundo país para implementar el programa “Circular Plastics”, permitiendo que nuestro país se convierta en un ejemplo global de desarrollo con reflexión y acción en torno a la contaminación plástica en océanos, y por defecto también aire, tierra y biodiversidad.

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