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La cruzada de los Emden para recuperar su millonaria herencia

domingo, 30 de marzo de 2008

Magdalena Echeverría Faz
Economía y Negocios Online, Enfoques

Tienen contratados a dos prestigiosos estudios, uno en Alemania y otro en Estados Unidos, para luchar legalmente por las obras de arte.





La familia Emden no sólo busca recuperar el Monet que fue robado y encontrado en Suiza en febrero de este año, sino que tiene batallas legales en varios países para recuperar al menos parte de lo que fue la pinacoteca de su abuelo Max Emden, un rico coleccionista alemán de familia judía. Hay conflictos pendientes con la National Gallery de Victoria, con el Estado alemán, con el Museo de Houston y también con la National Gallery of Art de Washington por cuadros que fueron parte de la colección de este comerciante y que fueron adquiridos por terceros de manera dudosa entre los años 1933 y 1945, en el apogeo del nacionalismo.

Son obras de los mejores autores impresionistas, flamencos y de la escuela italiana, que podrían estar avaluados en varios millones de dólares. A modo de ejemplo, sólo el Monet recuperado en Suiza tiene un valor en el mercado de US$ 50 milllones.

Este caso lo siguió la chilena María Soledad de la Cerda, profesora de la Escuela de Periodismo de la U. del Desarrollo y directora de Investigación de b2o, quien por años vio cómo la prensa mundial se iba haciendo eco de las palabras de Juan Carlos Emden, uno de los tres nietos de Max, que lidera la cruzada familiar por recuperar las obras de arte. Los Emden chilenos son los únicos descendientes y su padre, hijo único, llegó a Chile a comienzos de los años 40 escapando de la guerra.

Clave es un cuadro de Bernard Bellotto, el "Zwingergraben" que Max se vio obligado a vender en 1938 para la colección privada de Hitler, junto a otras dos telas del mismo autor, y que por años adornó el comedor de la residencia presidencial en Bonn y que sólo fue removido y enviado al museo después de que el Presidente Kölher supo de los reclamos de Juan Carlos Emden.

Max Emden es poseedor de una historia apasionante donde se mezclan los intelectuales más importantes de la época, como Hermann Hesse y Carl Jung, con un movimiento filosófico, naturalista y liberal, junto a cuantiosas sumas de dinero. Max era un rico judío de Hamburgo, poseedor de un club de polo y de una cancha de golf, amigo de los hombres más influyente de la época y prácticamente dueño del comercio de esa ciudad.

Se casó con Anita Sternberg, hija de una familia burguesa protestante de Hamburgo, que nació y vivió en Chile hasta los dos años, porque su padre trabajó temporalmente en Valparaíso para la línea marítima Cosmos, precursora de la actual Hapag Lloyd, y sólo tuvieron un hijo, Hans Erich.

En 1927 Max compró la Isla de Brissago a la condesa de St. Leger, en el lago Maggiore, un paraíso casi en la frontera con Italia, construyendo una impresionante villa y un jardín botánico que hasta la fecha es recorrido por turistas. Además, Max dotó su isla de electricidad, telégrafo y en la misma época filmó y fotografió muchas de sus aventuras. Al poco andar se separó de su señora.

Mientras tanto, Max obtuvo la nacionalidad suiza y coleccionó grandes obras de arte, llegando incluso a elaborar catálogos de ellas. Emden y sus amigos fueron precursores del hippismo y el nudismo; además, practicaban yoga y adoraban al sol.

Desde su retiro, él hizo comentarios poco favorables al nacionalismo, lo que le significó que los nazis le quitaran todas sus empresas en Alemania.

En 1938, presionado por el nazismo, fue obligado a vender sus pinturas de Belloto para la colección del Führer, a un precio muy inferior al valor real, y no existe certeza de que el dinero haya llegado a sus manos. En 1940, el nombre de su hijo, Hans Erich, apareció en las listas de los buscados por las tropas de Hitler y tuvo que escapar de Alemania. Suiza se negó a concederle la nacionalidad, por lo que emigró a Chile, país natal de su madre.

Max permaneció en la isla suiza y al poco tiempo enfermó misteriosamente de gravedad, muriendo a los pocos días en un hospital cercano. Tenía 66 años y se encontraba en la más completa soledad.

Por años, Emden mantuvo amistad con Heinrich von Heydt, cercano al régimen del Tercer Reich y con algunos "marchand" de arte como Feilchenfeldt, Nathan y Wildenstein. Ellos fueron, a juicio de Juan Carlos, quienes traicionaron a Max, apropiándose de sus obras de manera bastante dudosa. Prueba de ello es que "Campo de Amapolas cerca de Vétheuil", de Monet, robado y recuperado en Suiza, pertenece a la Fundación Bührle, de la colección de arte de Emil Bürle, un fabricante de armas nazi y fue adquirido en 1941, a pesar de que Emden murió en 1940. LaFundación, sin tener registros, asegura que la compra se hizo de manera legal.

Hans Erich Emden partió de cero en nuestro país y se casó con una chilena. En 1949 ambos viajaron a Suiza a recuperar la Isla de Brissago, que había quedado al cuidado de la secretaria y el mayordomo de su padre Max, pero cuando llegaron descubrieron que la colección de arte había desaparecido y la villa abandonada había perdido todo su esplendor. Hans Erich entonces cerró la puerta, y vendió la isla en una baja suma al Estado suizo, echando también llave a su pasado. Trabajó, tuvo un buen pasar y tres hijos hombres a los que nunca quiso hablarles de esa época en la que fue el único heredero de uno de los hombres más ricos de Alemania y de toda Europa. Hans Erich murió el año 2001.

La cruzada personal

A finales de los 90, su hijo mayor, Juan Carlos, decidió recuperar sus raíces hebreas e investigó a su abuelo, fascinándose con su historia. Ahí se dio cuenta de que su caso era similar al de mucho judíos en el mundo que intentaban recuperar sus obras de arte y decidió hacer lo mismo.

En el proceso se dio cuenta de que en el mundo todos pensaban que no quedaba ningún descendiente de la familia Emden y por eso los museos y subastas habían mostrado libremente el nombre Max Emden en la lista de procedencia de las obras. Por esa razón pudo recuperar a finales de 2006 un cuadro que estaba en el catálogo de subastas de Sotheby"s y obtener un acuerdo con los dueños.

En otros casos, el proceso ha sido más lento, y como dice Juan Carlos, "ellos piden y piden pruebas y nada les parece suficiente".

Actualmente, tiene contratados a dos grandes estudios para llevar su causa, Klein & Solomon de Nueva York, que sólo en Estados Unidos ha pedido la restitución formal de seis obras de arte a distintos museos (de diez que tienen certeza que están en territorio norteamericano) y al abogado alemán Markus H. Stöetzel, especialista en restitución, que lleva las causas en Alemania, Austria y el resto de Europa.

"Estoy trabajando en distintos temas relacionados con los antiguos activos de los Emden que fueron robados, confiscados y vendidos bajo presión, todos ellos son procesos que están en distintas etapas de negociación con museos, administraciones y autoridades. Lamentablemente, dada la sensibilidad del caso, es que hablo de casos pendientes, es difícil dar más detalles", comenta Stoetzel.

La oficina de NY, al menos, obtendrá un 33% de las ganancias de lo que se recupere y confían que podrán lograr algo. Cuando preguntamos sobre posibilidades reales de hacerlo, Ed Klein, socio a cargo, fue claro.

"No sabemos de posibilidades, sólo que haremos nuestros mejores esfuerzos. Acá no hay garantías de nada, y esto es, más que nada, un asunto de justicia. Creo que es impresentable que los museos tengan obras que fueron obtenidas de manera inapropiada", dice Klein.

En esta pelea por recuperar el legado de su abuelo, Juan Carlos ha dedicado mucho tiempo. Sus posibilidades de éxito son reales, ya que varias familias judías han recuperado obras que les fueron confiscadas o pagadas a precios bajo el mercado; y a su favor tiene que la mayoría de los museos que tienen las obras de Max Emden carecen de comprobantes que demuestren que las compras fueron legales.

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