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el observador urbano

La cordillera se acerca a Santiago

sábado, 10 de febrero de 2018

Miguel Laborde
Nacional
El Mercurio




Algunas personas dejan huella en la ciudad, a veces de forma anónima. No es el caso de Adriana Hoffmann, porque, interesada en promover una cultura medioambiental en la ciudadanía, cultivó distintas plataformas para difundir su mensaje; como el libro "Margarita Flores puede cuidar su salud y ayudar al planeta", en el que miles de niños comenzaron a descubrir el país que habitamos.

En relación con esta latitud, puso en valor el bosque nativo mediterráneo. Un día, paseando por la precordillera de Peñalolén, se encontró con ese paisaje en toda su variedad. Quedó deslumbrada. Era una propiedad del Ejército y, por su aislamiento, en la época de Arturo Alessandri Palma (1922) se habían construido ahí seis grandes polvorines para armas y municiones, y luego unas caballerizas, pero al fin había sido abandonada.

A Hoffmann ese sitio cercano pero retirado le pareció ideal para transformarse en centro de educación ambiental de los santiaguinos. Y se puso en campaña. Bióloga y botánica, comenzó el registro de la flora que contenía, típica del bosque esclerófilo precordillerano, así como de la fauna: zorros culpeo, águilas, halcones peregrinos, picaflores cordilleranos...

En 2004 se alcanzó a abrir al público, con charlas y exposiciones, aprovechando la infraestructura de los polvorines, pero la vecindad de un proyecto de Metrogas la obligó a interrumpir sus actividades. Antes, y también para la formación medioambiental de los capitalinos, Adriana Hoffmann había impulsado el Bosque de Santiago, de 180 hectáreas, que aseguraban una rica biodiversidad; sin embargo, a pesar de sus gestiones, el trazado de la Radial Nororiente que hoy une Vitacura con Chicureo había debilitado el potencial del proyecto según ella lo había imaginado.

Para su alegría, este proyecto de Peñalolén se hizo realidad y ahora reabre sus puertas en marzo. También utiliza los polvorines y las caballerizas del Ejército como centro e inicio de los recorridos, y con el mismo nombre original: Parque Natural Cantalao.

Aunque ya no está en el proyecto, a ella le basta con saber que no se perdió la inspiración de cuando conoció el lugar, hace tantos años, para dar a conocer ese paisaje, y también las formas en que el ser humano ha intervenido el valle en que estamos. Fueron el Ministerio del Medio Ambiente y la Asociación de Municipalidades Parque Cordillera los que acordaron restablecerlo, en gran parte, siguiendo sus programas. La Academia de Formación Ambiental Adriana Hoffmann, creada por el mismo ministerio en su nombre, abre el mundo digital con la misma orientación.

A pesar de los esfuerzos frustrados y algunos desengaños, no puede quejarse; es una huella profunda y duradera la que está trazando en la ciudad. Allá arriba, el Cantalao tiene anfiteatro, sala multiuso, invernadero, vivero, huerta orgánica, centro de compostaje y punto limpio como espacios necesarios para una educación medioambiental, además de senderos de penetración que permiten adentrarse en el paisaje y ver Santiago (hay cuatro miradores) desde lo alto.

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