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A esa edad, 76% de los chilenos no tiene dependencia funcional:

Seguir activo tras jubilar beneficia al trabajador y a toda la sociedad

viernes, 09 de febrero de 2018

Paula Leighton N.
Vida Ciencia Tecnología
El Mercurio

Mantenerse en el mundo laboral por voluntad propia mejora la autonomía, la salud física y mental. A nivel social, también ganan los ambientes de trabajo.



"Es momento de decir no al 'edadismo' -discriminar a alguien por su edad- en la academia, y sí a la calidad reflejada en la productividad, experiencia y la capacidad de transmitir, generar y difundir conocimiento nuevo, independientemente si se ha cumplido 30 o 60 años", decía esta semana en una Carta al Director de "El Mercurio" la decana de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la U. de Chile, Marcela Pizzi.

Su reacción aludía al recién anunciado plan de incentivo al retiro, para que docentes de universidades estatales que superen la edad de jubilación (65 años para los hombres y 60 para las mujeres) puedan dimitir voluntariamente.

La discusión cobra vigencia, además, considerando que Chile es un país con cada vez más adultos mayores y donde las pensiones no solo son bajas, sino que además deben durar entre 15 y 20 años. La expectativa de vida de los chilenos hoy se empina por los 80,5 años.

Un estudio del magíster en Políticas Públicas y miembro de la Sociedad de Geriatría y Gerontología de Chile Marcos Espíldora, presentado hace unos días en las XXXIII Jornadas Chilenas de Salud Pública, arrojó que 76% de las personas en edad de jubilar en el país no dependen funcionalmente de otros. "Sin embargo, el 79,6% de las mujeres y el 61,4% de los hombres queda inactivo a esa edad", dice Espíldora.

El desafío, añade, es "impulsar políticas públicas que ofrezcan actividades para quienes quieran seguir trabajando, o alternativas de capacitación o participación social para quienes deseen poner su experiencia al servicio de la sociedad".

Menos ausentismo

"En la medida en que las personas tengan un rol activo en la sociedad, prolongarán su autononomía, que es un factor protector de su salud física y mental", destaca Marina Bargsted, directora del Departamento de Psicología Organizacional de la U. Adolfo Ibáñez. Sin embargo, aclara, para obtener estos beneficios "debe hacerse por voluntad propia y pudiendo controlar variables como la intensidad y el tiempo que se le dedicará".

Es el caso de Luis Corradossi (78), quien es asesor de administración con jornada flexible en una empresa de transportes y maquinaria pesada. "Si no trabajara, mi vida sería una lata. Hacerlo me entretiene y me mantiene mentalmente despierto, porque me obliga a pensar, a buscar soluciones y a ir aprendiendo cosas nuevas".

Para Isabel Ramírez (62), que trabaja como reponedora en la sección de frutas y verduras del supermercado Jumbo -empresa que tiene una política de integración laboral de adultos mayores-, seguir con sus labores después de la edad de jubilación no es solo una forma de financiar los gastos de su casa. "Uno llega aquí y se distrae, se te olvidan los problemas".

Esteban Calvo, investigador del Centro de Envejecimento de la U. de Columbia, destaca que los beneficios se extienden a la organización. "Las personas mayores tienen menos ausentismo, la caída en su productividad no es tan grande y son un excelente aporte en trabajos que requieren habilidad para resolver conflictos o prestar servicio al cliente".

Espíldora agrega que, "además, son un ejemplo para los más jóvenes, y al compartir su experiencia hacen que los demás trabajadores tengan menos fallas y más cumplimiento".

A nivel de la sociedad, coinciden los especialistas, dejar la puerta abierta al empleo de adultos mayores es un imperativo. "Si no empezamos a hacerlo, vamos a producir un shock a futuro", dice Calvo. Y hay algunas fórmulas que pueden ayudar (ver recuadro).

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