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17 minutos y 37 segundos en la tienda futurista de Amazon que no tiene cajeros

miércoles, 07 de febrero de 2018

Alexis Ibarra desde Seattle
El_Mercurio

Más cámaras y sensores que ampolletas tiene este minimarket que vende principalmente comida. Pusimos a prueba la tecnología, sacando y devolviendo productos, y hasta escondimos algunos en los bolsillos. Así fue la experiencia.

Me sentí como un "mechero" del Paseo Ahumada, esos que toman algo de una tienda y salen como si nada. Pero aquí, a más de 10 mil kilómetros de Santiago, salgo y no pasa nada, porque no pagar en la caja es la razón de este proyecto.

Estoy en Amazon Go, en pleno centro de Seattle, el minimarket sin cajeros que abrió al público el 22 de enero. Entré, tomé cosas de los estantes, las examiné, las volví a dejar en las góndolas y, cuando me decidí, tomé los productos elegidos y salí tranquilamente de la tienda sin sacar mi billetera. No sonaron alarmas, ni los guardias me arrojaron al suelo.

A diferencia de los días que siguieron a su inauguración, en Amazon Go ya no hay filas para entrar. En la puerta dos empleados con poleras naranja ayudan a los dubitativos: lo primero, dicen, es descargar la aplicación. Al abrirla aparece de inmediato una imagen en la pantalla, similar a un código QR. Para entrar basta pasar el celular con la pantalla hacia abajo cerca de un torniquete tal como se pasa la tarjeta Bip! en el Metro.

¿Qué pasa si se va a comprar con el hijo? Simple. El adulto pasa el celular y entra el menor, luego pasa el celular nuevamente y entra él. Los productos que ambos saquen serán cargadas a una sola cuenta.

No es una gran tienda. Es más bien pequeña, como las farmacias de un strip center . Acá se vende principalmente alimentos, desde cenas ya preparadas (entre 17 a 19 dólares), hasta queques y barras de chocolate. Un sándwich de tocino, huevo y queso cuesta 4,59 dólares.

José es uno de las pocas personas con polera naranja que está al interior de la tienda. Su misión es ayudar a los compradores.

Me cuenta que la tecnología ya está muy probada y que no falla. "Viene gente solo a tratar de engañar al sistema. Sacan un producto y lo ponen en otro lado o sacan algo y, luego, lo vuelven a colocar en el estante".

Dice que no importa que algunos productos los ponga en la bolsa y otros me los esconda en los bolsillos, la tienda solo cobra lo que llevo conmigo al salir. Lo que no se puede hacer es pasarle productos a otra persona, por ejemplo, a alguien que es pequeño y no alcanza a sacar los de más arriba.

La "magia" tecnológica lo logran con un sistema que combina cámaras y sensores, cientos de ellas puestas en el techo y cada uno de los estantes. Las busco y son apenas visibles, puestas en un borde negro que es casi parte de la decoración, pero si una las cuenta, son más que las ampolleras de la tienda.

Boleta virtual

Al entrar, cada persona es identificada como una figura 3D a la que se sigue en su recorrido por la tienda. A esa "entidad virtual" las cámaras siguen en su recorrido y captan cuando saca productos o los devuelve. Solo cobra por aquellos con los que se sale de la tienda.

Amazon viene probando esta tecnología con sus propios empleados desde diciembre de 2016. Pensaban abrir la tienda al público a comienzos de 2017, pero retrasaron su apertura ya que el sistema tenía algunos problemas, principalmente, cuando al interior de la tienda había demasiadas personas. Ahora todo funciona como reloj.

Jeff Brummond es originario de Virginia pero no dudó en pasar a Amazon Go en su viaje a Seattle. "Me enteré de la tienda y descargué la aplicación previamente. Soy ingeniero y me interesa la tecnología, así que quería visitar la tienda solo para ver cómo trabajan las cámaras y los sensores. Es mucho más pequeño de lo que pensaba, pero definitivamente fue una buena experiencia", cuenta, tras comprar un chocolate para su hijo.

Por mi parte, luego de sacar productos, cambiarlos de lugar, poner unos en la bolsa y otros en el bolsillo, me dirijo a comprar cerveza. Es parte de la prueba, ya que por ley tienen que verificar que soy mayor de edad.

El método no es para nada tecnológico: a la entrada de esa sección una amable dependiente me pide una identificación con foto. No es que me vea joven, solo es la ley.

Ya listo con la compra, simplemente salgo de la tienda con esa rara sensación de no haber pagado.

José ya me había dicho que pronto me llegaría un recibo con mi compra y que si algo de lo que llevé no aparecía no era necesario devolverlo. Y al contrario, si me cobraban algo que no había sacado de la tienda, solo bastaba que deslizara mi dedo sobre la foto del producto en la aplicación para que no me lo cobraran.

En la aplicación -y también a mi correo- llegó el recibo 10 minutos después.

No solo estaba exactamente lo que había comprado, sino que detallaba que estuve en la tienda 17 minutos y 37 segundos.

Con mi bolsa naranja, con comida y cerveza, me fui caminando por la vereda pensando en cómo serán las tiendas en las que comprarán mis nietos.

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