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Araucano: el sobreviviente de los bitters chilenos

viernes, 12 de enero de 2018

Patricio Tapia
Vinos y licores
El Mercurio

A cien años del nacimiento de la fábrica de licores de la familia Brusco, comercializadora de este bajativo que nació como tónico digestivo, revivimos su historia y revisamos por qué hoy se ha convertido en ícono pop de la cultura etílica nacional.



Entre las decenas de cachureos que Emilio Brusco tiene en las estanterías de su oficina (planchas de hierro, teléfonos de disco, viejos diplomas, botellas de todo tipo, llenas de polvo) hay un pequeño frasquito de vidrio con la etiqueta de papel casi totalmente carcomida por la humedad y los años. Sin embargo, se alcanza a leer en ella "Araucano", el ancestro directo del actual licor Araucano, que no era licor, sino que más bien un tónico para el estómago y, como tal, se vendía en farmacias.

La familia Brusco produce, desde los años 70, el famoso licor Araucano. Emilio, cuarta generación a cargo de la Fábrica de Licores Tres Torres, me cuenta que a él le gusta con unos hielos porque, asegura, resalta el cacao en el licor. Sí, cacao es uno de los ingredientes de esta bebida, que es producto del macerado de -oficialmente- 23 hierbas, la mayor parte nacionales y digestivas. "Pero le agregamos algunas importadas, como canela y vainilla, para rebajarle el amargor. A la gente no le gustan los tragos amargos", dice Emilio Brusco padre mientras recorremos la fábrica, ubicada en la zona industrial de Valparaíso.

El edificio lo construyó Virgilio Brusco, un inmigrante genovés que llegó a Valparaíso a principios del siglo pasado. En el puerto se dedicó a preparar licores con recetas europeas y le fue yendo bien, tan bien, que en 1918 construyó la fábrica en el 2480 de la calle Yungay. El lugar no parece haber cambiado mucho desde entonces. Por todos lados se ven viejos barriles en los que se macera el Araucano; barriles que se elevan hasta el cielo de la fábrica. El único signo de modernidad es quizás una maquina embotelladora semiautomática. Tres Torres tiene una amplia oferta de destilados y licores, pero sin duda, el Araucano es su producto estrella. Al mes, producen unas 25 mil botellas, como me dice Emilio padre.

El abuelo de Emilio, Virgilio, fue el que vio potencial en esta suerte de Jägermeister a la chilena. En los 70, compró esta fórmula de las 23 hierbas, invento del farmacéutico alemán Fritz Hausser, que la vendía como tónico en esas botellas que Emilio hijo guarda en su estantería. Las hierbas se las compra a arrieros, pero este ingeniero agrónomo, que hoy trabaja full time en la fábrica, se queja de que cada vez hay menos en la montaña. "Son los incendios", dice. Su proyecto es algún día cultivarlas él mismo. "Siguiendo la receta original, dejamos las hierbas macerando por tres meses en barricas y en cubas de acero. Se limpia todo por decantación y se embotella. Todo muy natural", agrega.

Aunque exportan algo a Alemania, las ventas son la mayor parte en el mercado nacional, donde por lejos es el más famoso de los bajativos y casi un ícono cultural. Su mayor símbolo es su etiqueta, por cierto, verde y blanca, con la silueta del araucano. Pero también el pequeño vasito lleno de hielo conteniendo este macerado aromático y envolvente, ideal para despejar el estómago después de un largo asado. Historia pura.

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