Fue el 1 de enero de 1804 el día en que Haití declaró su independencia. Una fecha que en Chile también conmemoraron ayer los migrantes de dicho país, que se reunieron en la parroquia Santa Ana para participar de una misa encabezada por el Arzobispo de Santiago, Ricardo Ezzati, y el obispo haitiano Pierre-André Dumas. El sacerdote isleño agradeció la acogida de las familias chilenas, pero también se refirió a los costosos arriendos que pagan muchos extranjeros: "Que nadie se aproveche de la situación de precariedad del pueblo de Haití para elevar precios de casas". Monseñor Dumas también habló de la irregularidad migratoria: "Dice el Santo Padre: cuando se vive en un país y no se tienen todos los documentos, se vive en una angustia. Hay que acompañar a esta comunidad siempre, para que después de un cierto tiempo se pueda, extraordinariamente, dar la regularización". De paso en Chile por solo tres días, el obispo aprovechó de visitar sectores como Villa Francia, donde los haitianos le hablaron de sus dificultades para encontrar viviendas. "Aprovecharse del más vulnerable es un pecado", afirmó el obispo en conversación con "El Mercurio". Sobre el incremento de la población haitiana en Chile, aseguró que "más del 75% de la población no tiene trabajo en Haití (...) Cuando el ser humano no ve posibilidades para realizar sus sueños, busca". Frente a esto, manifestó su confianza en que el fenómeno migratorio enriquecerá la cultura de ambos países. "Los haitianos mantienen la sonrisa, aún en medio de las pruebas. Son valores que uno puede aprender", dijo. Respecto a los pasos que su país podría tomar para mejorar su situación, planteó que lo prioritario es la creación de oportunidades, sobre todo a nivel laboral: "La falta de empleo crea lo que estamos viviendo (...) Lo más importante es que el gobierno de Haití cree las condiciones de inversión locales e internacionales". Si bien destacó el rol de la cooperación internacional, enfatizó: "Ningún pueblo puede hacer algo por ti si tú no quieres hacer algo por ti mismo. En ese sentido, el pueblo haitiano debe él mismo tomar su futuro en sus propias manos". Tras la misa, los haitianos disfrutaron de una sopa de zapallo, que en su país simboliza la libertad, ya que se prohibía a los esclavos que pudieran comerla. En la Plaza de Quilicura también se celebró con el tradicional plato isleño.