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Los kayakistas que domaron el Río San Pedro

domingo, 31 de diciembre de 2017

Por Ana Callejas.
Reportaje
El Mercurio

Tras ganar el fondo Early Career Grants, de la National Geograpghic Society, un grupo de aventureros se lanzó a un tipo distinto de expedición. Navegaron durante diez días, desde la cordillera al océano, una de las cuencas menos exploradas de la Región de Los Ríos para grabar un documental que mostrara la vida en torno a él.



El plan no era estar ahí. No originalmente, al menos.

"Ahí", en el inicio del río San Pedro, en las alturas de Liquiñe, Región de Los Ríos, en medio de un campamento improvisado, donde se oía el remolino frenético del agua, el antropólogo Jens Benöhr se preparaba para enfrentar el proyecto que cambió el rumbo de su vida. El plan de estudiar en Alemania este año se esfumó apenas otro de sus sueños se convirtió en una posibilidad concreta: remar los 200 kilómetros del río San Pedro, desde sus afluentes cordilleranos hasta su desembocadura en el mar de Niebla, en una expedición que Benöhr había anhelado, pero que involucraba gran despliegue. Con el grupo de kayakistas Bestias del Sur Salvaje, que formó en 2015 junto al geólogo Paulo Urrutia, llevaban un tiempo aventurándose en las aguas de la zona sur del país, pero hasta el momento no habían hecho nada de esta envergadura. Por eso, mientras terminaban de ubicar su campamento esa noche, desde Liquiñe llegaba un ruido que les preocupó. La primavera había hecho lo suyo y, con los deshielos provocados por el calor, el caudal que veían alrededor no dejaba de sorprenderlos. E intimidarlos.

Fuera del violento oleaje de las aguas en este tramo inicial, lo que les inquietaba era poder con el resto de la travesía, a sabiendas de que tenían un compromiso más allá del solo reto personal: Bestias del Sur Salvaje pudo organizar esta expedición por el río San Pedro gracias a que el proyecto fue respaldado este año con el Early Career Grants, otorgado por la National Geograpghic Society. Ese fondo les permitiría no solo financiar los equipos necesarios, sino que además les permitiría pagar la realización de un documental sobre esta aventura.

¿Qué cautivó a National Geographic sobre esta expedición? Que además del desafío deportivo, incorporaba un enfoque cultural. Esta era la primera expedición que pretendía navegar todo este río, tanto las secciones rápidas -para kayakistas de río- como las más tranquilas -para kayaks de travesía-. La combinación de ambas disciplinas era novedosa, sí, pero también lo era la idea de hacer un documental sobre la cosmovisión que los mapuches tienen acerca de estos cursos de agua y cómo el uso de los recursos hídricos afecta a las comunidades aledañas.

Ese lunes 9 de octubre, por la noche, Benöhr, Urrutia y otros cuatro kayakistas que se unieron al proyecto de Bestias del Sur Salvaje, finalmente pudieron poner a prueba sus planes. Mientras revisaban la potencia de las aguas, notaron los constantes desbordes que se ven por Liquiñe. A la mañana siguiente, el río despertaría entre grandes lluvias.

Era apenas el primer día de la excursión y ya tendrían que cambiar de cronograma.

"Está demasiado peligroso; son un par de kilómetros llenos de rápidos clase V+, en un cañón lleno de troncos. Mejor partir de más abajo", dijo Benöhr en ese momento.

El riesgo de sufrir un accidente o perder cualquiera de los kayaks rondaba la mente de todos. Al menos en las de Benöhr y Tobías Hellwig: ese tipo de accidentes era algo que les recordaba los errores iniciales que había tenido este grupo de kayakistas. Errores que obviamente no podían repetir.

TIEMPOS SALVAJES

No fue de un día para otro. Pero las cosas sí se dieron rápido. La primera vez que Benöhr y Urrutia se entusiasmaron con el kayak fue mientras participaban de otra aventura: eran miembros del club de montaña de la Universidad de Concepción, y fue en una de sus excursiones que empezaron a tentarse con esta otra disciplina.

Mientras subían el volcán Lonquimay, Paulo Urrutia conoció a Javier Campos, kayakista que los asesoró en esos primeros pasos. Para el año 2013, ambos -más Tobías Hellwig, compañero de Benöhr en el Colegio Alemán- solían aprovechar las aguas de la Región del Biobío para ensayar sus remadas. "Justo en esa época estaban terminando de construir la central Angostura en el Biobío, y eso nos marcó como kayakistas -recuerda hoy Urrutia-. Queríamos alcanzar a remar esos últimos rápidos antes de que llegara la central, así que partimos hacia Alto Biobío. Era nuestra primera navegación larga en grupo".

Ahí surgió la idea de algo mayor. Con más experiencia encima, decidieron una nueva meta: formaron Bestias del Sur Salvaje y su primera excursión fue navegar desde el lago Icalma hasta su desembocadura. Además, decidieron filmar el recorrido. "Íbamos con unas cámaras malísimas. Mis 'bolsas secas' en ese momento eran solo bolsas de basura. Estaba en medio de la expedición cuando me di vuelta y perdí las cámaras. Fue cuando le sacaba fotos a una formación geológica que pensé que le podría gustar a un amigo; ahí me orillé y me enredé con un sauce que estaba cerca. Tuve que nadar y rescatar el equipo, en fin. Fue un primer intento bien precario", recuerda Benöhr.

En esa travesía pasaron por el Embalse Ralco, momento que también ayudaría a definir su interés como kayakistas. "Hasta ese embalse, andábamos en un tramo que ya nadie recorre, porque para los deportistas el río murió desde que está el embalse. Anduvimos treinta kilómetros aislados en un cajón precioso, hasta que llegamos a la infraestructura. Acampamos por ahí esa noche y hasta soñé que tenía claustrofobia, como que me metían en un compartimento y quedaba atrapado por esa agua", dice Benöhr.

La escena se quedó con ellos para lo que vendría en adelante. Más expediciones. Una en 2015 recorriendo en profundidad el río Biobío, y otra un año después con un foco más claro: una exploración por Nahuelbuta, donde bajaron el río Carampangue de cordillera a mar, registrando el impacto de la industria forestal en la zona. Para lograrla, sumaron más gente. A los tres fundadores del grupo se unieron Canela Astorga y la productora MVMT, que estaría a cargo de la filmación. Canela, además de tener habilidad con el remo, había estudiado medicina natural, así que estaba interesada en conocer las técnicas de los mapuches de esa zona.

La excursión fue un éxito y el documental, llamado La Otra Cordillera, se estrenó en noviembre en un congreso de ecología, y se presentará en febrero en Curanilahue.

De hecho, a la hora de postular al fondo de la National Geographic Society se apoyaron con varias imágenes de esa navegación. Era, después de todo, el mayor logro que habían alcanzado. Hasta ese momento.

En abril de 2017, la afamada institución dedicada a la exploración les comunicó su apoyo. Había llegado la hora de aventurarse en un nuevo río.

JUNTOS Y REVUELTOS

Era el miércoles 11 de octubre. Ya no había forma de aplazarlo. El río Liquiñe resultó más torrentoso de lo que habían evaluado, pero había que avanzar. Por la mañana aprovecharon de hacer una de sus primeras entrevistas para el documental. Ahí, Mario Neihual les habló del mapun kimun, los conocimientos ancestrales mapuches. Filmaron todo mientras caminaban por los senderos que el mismo Neihual había habilitado detrás de su casa: observaban la flora local y veían cómo se había preocupado de guardar semillas nativas.

Solo entonces, luego de la entrevista, pudieron navegar.

Remaron por el río Liquiñe, que, a medida que bajaba, reducía también su velocidad. Así, avanzaron tranquilamente hacia la cuenca del CuaCua, en el sector cordillerano de Panguipulli. Ese río los mantuvo especialmente atentos porque, entre curvas y curvas, había meandros donde tenían que girar rápidamente. Pero el anochecer fue más tranquilo. Quizás el momento más "hermoso" de toda la expedición. Llegaron al lago Neltume cuando ya los alcanzaba la noche. Parecía una escena salida de La vida de Pi: "Era remar entre las estrellas. Como nos tocaron muy buenos días, podíamos navegar hasta tarde, porque la luz estaba ideal. Esa vez en Neltume veíamos que ya estaba anocheciendo y las estrellas empezaban a reflejarse sobre el lago: remabas mirando al cielo y veías estrellas; luego mirabas el agua y veías más estrellas brillando", recuerda Paulo Urrutia.

A la mañana siguiente, conversaron con Guido Melinao, de Neltume, quien les mostró un sitio ceremonial en la orilla del lago y los rituales que solían hacerse aquí. El resto del viaje volvería a mezclar dificultades. Entre rápidos y sectores más tranquilos, el equipo de seis kayakistas se dividió: los especialistas en travesía hacían los tramos más calmos. Ellos eran Tobías Hellwig y Patrick Lynch, un estadounidense de 33 años que es director internacional de la ONG Futaleufu River Keeper (parte de la alianza Water Keeper, iniciada por Robert Kennedy Jr. en 1999). En las secciones más violentas de la navegación, Tobías y Patrick iban en el auto de apoyo, junto a los documentalistas de MVMT. El resto -Jens Benöhr, Paulo Urrutia, Canela Astorga y Pablo Cariqueo, un kayakista de 16 años que es una promesa de Panguipulli; se ha destacado en competencias junior internacionales- seguía remando.

Pablo Cariqueo conocía bien la zona y dónde había probabilidad de que se formaran "aguas blancas", rápidos. El río estaba grande, pero brillaba el sol. Cuando apareció el primer rápido del Llanquihue, no hubo tiempo para más: le siguieron varios, uno tras otro, con una dificultad grado IV (en una escala que llega hasta el VI). Como la corriente pegaba contra una pared durante un buen tramo, tuvieron que encontrar una manera de avanzar: hallaron una línea clara por la zona derecha que les permitió seguir con menos dificultad.

"Había olas grandes y hoyos monstruosos, pero al verlos con distancia nos podíamos organizar y esquivarlos", recuerda Jens Benöhr. Cuando llegaron a la convergencia con el río Fuy, se enfrentaron a uno de los ríos más potentes, en un tramo donde Pablo Cariqueo entrena, así que los guió por las mejores líneas del caudal.

Tras acampar ese jueves en el río Enco, al día siguiente aprovecharon de nadar en sus calmas aguas. Suena fácil, pero en realidad este es un sitio de muy difícil acceso para personas que no lleguen navegando, por lo que experimentaron una sensación de aislamiento que no volverían a sentir en el resto de la ruta.

El Enco fluye entre bosques nativos -con mucha agua, pero sin grandes rápidos- hasta acercarse al lago Riñihue y sus 26 kilómetros de largo. El atardecer los pilló justo al final del lago, con unas nubes teñidas de naranjo, rodeando el volcán Mocho-Choshuenco.

Les siguieron días de navegación suave, siempre rodeado de aves como el martín pescador. Para el domingo 15 de octubre, a pesar del cansancio, tenían la escala que más esperaban dentro del itinerario: tras entrevistar a Jorge Weke, werquén mensajero del Parlamento de Coz Coz, llevaron a parte de su comunidad y al resto de los entrevistados a hacer un rafting por el río San Pedro. Allí, las olas eran grandes, pero les permitían jugar. Salvo a Tobías Hellwig, que intentaba bajar este río clase III+ en su kayak de travesía.

"Fue impresionante: era el primer descenso en kayak de travesía de los rápidos de la zona. Estábamos felices remando", dice Tobías hoy. La alegría se terminó al momento de toparse con los restos de una central hidroeléctrica abandonada, la llamada central San Pedro. "Había sido rechazada por causas geológicas, con una roca inestable para su construcción; sin embargo, la posibilidad de construirla sigue ahí", explica Paulo Urrutia.

Para el lunes 16, las señales de proximidad de la civilización se volvieron más frecuentes. Había señas de deforestación, minas de carbón abandonadas, cosas así veían a medida que remaban el San Pedro en dirección a Valdivia. Mientras se acercan, casi como una muestra de que pronto la excursión terminaría, comenzó a llover con fuerza. El viento que venía desde el mar -ya próximo- hacía que la navegación fuera más dificultosa, pero el plan era avanzar lo máximo posible. La idea era terminar al día siguiente, martes, como fuera, aunque el aguacero que los aplastaba parecía un reto imposible. Cuando las gotas comenzaron a volverse algo más ligeras, la periferia de Valdivia comenzaba a asomarse frente a los kayaks. La última pausa la hicieron en el Mercado Fluvial: un pan con chicharrones que comieron rápido, refugiándose del frío, esperando a que la lluvia les permitiese volver a remar.

Faltaban 18 kilómetros para la desembocadura del río San Pedro a la altura de Niebla. Solo 18 kilómetros para que las bestias salvajes pudieran decir misión cumplida.

Hoy, ya de vuelta, mientras esperan el estreno en 2018 del documental Río Sagrado que MVMT filmó para National Geographic, ya piensan en la siguiente aventura: ahondar en los ríos del Bíobío. "Esta tierra abunda con vertientes poco exploradas y no es necesario viajar a la Patagonia para tener paisajes increíbles. Lo que nos interesa es documentar estos ríos desconocidos, mostrar esa belleza, pero al mismo tiempo sus amenazas", dice Benöhr, y agrega: "No seremos los más grandes kayakistas ni los de mejor técnica, pero lo que nos mueve es otra cosa: no llegar y pasar por estos ríos, sino que involucrarse con ellos y su gente".

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