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La evidencia sobre niños transgénero

martes, 12 de diciembre de 2017

Valentina Verbal Stockmeyer
Opinión
El Mercurio




Señor Director:

El abogado Tomás Henríquez señala que la evidencia avala que la mayoría de los niños y niñas trans no persisten, en su adolescencia o adultez, en su identificación de género original. Agrega que esta evidencia se encuentra contenida en el CIE-10 de la OMS y en los "Estándares de Cuidado" de la Asociación Mundial de Profesionales de la Salud Transgénero (WPATH).

Sin embargo, y para una mayor claridad del tema, es necesario hacer dos consideraciones, que omite el abogado Henríquez. La primera es que estos manuales distinguen entre disconformidad de género (lo que, en un sentido vulgar, podríamos llamar "confusión de roles") y la identidad de género trans (que la psiquiatría denomina "disforia de género"). Y la segunda es que además del hecho de que no existen estudios longitudinales sobre la materia (por tratarse de un tema "nuevo" y porque, debido al contexto cultural, antes las personas trans vivían toda su vida ocultando su identidad), se suelen agrupar como un todo ambas situaciones.

A diferencia de la mera disconformidad de género (que, evidentemente, puede revertirse con el tiempo), la identidad de género trans consiste en el persistente deseo del niño o niña de pertenecer al género "contrario" al sexo asignado al nacer y de poder expresarlo así en términos sociales, primero en su vida familiar y posteriormente en su entorno escolar.

En este sentido, es importante aclarar que los dos manuales aludidos en ningún caso recomiendan terapias de reconversión, sino, por el contrario, el acompañamiento de los niños y niñas que, con el apoyo de sus padres y con la debida asesoría profesional, desean de manera persistente iniciar una transición social de género, en particular en su entorno escolar. Por lo demás, la categorización de la identidad de género trans como patología está siendo descartada. Por ejemplo, tanto el manual de la WPATH (2012) como el de la Organización Panamericana de la Salud (OPS, 2013) señalan abiertamente que dicha identidad no es una patología que pueda curarse.

El punto a discutir en la esfera pública es si los niños y niñas que poseen una identidad de género trans tienen el derecho a expresarla en la vida social, especialmente en sus colegios, cuando ellos lo desean, sus padres los apoyan y han recibido, además, la asesoría de especialistas en la materia. O, por el contrario, debería el Estado, de manera coercitiva, negarles este derecho, pudiendo así poner en peligro la salud física y psíquica de ellos.

Me parece que la respuesta evidente, en el marco de una sociedad libre e inclusiva, debe ser la primera.

Valentina Verbal Stockmeyer
Historiadora, mujer trans y consejera de Horizontal

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