Los cuatro años de éxito tras los granizados de Ice&Flavour
Son las cinco de la tarde en la playa de Reñaca y la calle principal del balneario, avenida Borgoño, se volvió intransitable. Los "teams" del verano se despliegan por la vereda, y las argentinas bailan reggaetón bajo el sol y los 30 grados de temperatura. Son las condiciones perfectas que explican el éxito de Ice&Flavour, el puesto de granizados que Jaime Zaror, Javier Mehech y Benjamín Pérez instalaron hace más de cuatro años y que hoy es una tradición ubicada en una de las más taquilleras terrazas del sector cuatro de Reñaca.
Aunque la competencia es dura -en pocos metros hay dos locales que también venden granizados- las mesas de los otros se ven vacías. No en el suyo (recogen ganancias de $750 mil en un turno de 5 horas, o sea 625 clientes), ya que dicen que la gente reconoce la diferencia y paga desde $790 hasta $1.490 por probar uno de los que ya son una tradición.
Y es que estos amigos y emprendedores trajeron los granizados desde Brasil, un producto sin precedentes en Chile. No venden hielo picado con jarabe, si no que fruta natural congelada en un tubo, al que se le agrega agua y azúcar. En la medida que se enfría, unas aspas cortan el hielo mezclándolo con la fruta. Por eso, dicen, el primer trago siempre es igual al último. "El éxito va en el buen trato con el cliente, hay buena onda, la gente se junta en los granizados. Nos reconocen en la discoteque y se logra la fidelidad de la gente", cuenta Jaime Zaror, el único de los dueños de Ice&Flavour que pudo hacerse cargo del negocio este año (los otros egresaron y están trabajando). Como a Jaime le queda un año para terminar ingeniería civil, los socios piensan vender el local en $15 millones. Por si hay interesados.
Bargoño: Un bar que también ofrece sushi y música en vivo
Casi al anochecer, sin sol ni teams bailando en bikini y con una temperatura más baja, los negocios continúan funcionando.
El concepto resto-bar -o sea, un bar que funciona de noche ofreciendo una gama de alimentos más amplia que sólo papas fritas y sandwich- se apoderó de Reñaca, y los hermanos Marcelo y Javier Gaete, junto a su amigo Andrés Sánchez, combinaron dos ambientes en un pub al que llamaron "Bargoño Sushi-Place".
Pensaron su resto-bar como especialista en sushi, logrando captar el momento peak de los rolls en la gastronomía urbana nacional y fusionarlo con la diversión característica de un bar playero, con música a la moda, tragos refrescantes y mucho ambiente.
Aquí es donde los chilenos declarados "sushi-adictos" pueden saciar sin problemas su gusto por estos bocados con pescado, kanikama y wasabi, compartiendo un trago con los amigos o disfrutando de música en vivo, en un ambiente -cómo no- ultra playero.
Pero el sushi no es lo único que cocinan en el Bargoño. "También tenemos un menú variado de platos más tradicionales o gringos", cuenta Javier Gaete.
Los precios "after work", -que no superan los $3 mil- son el gancho para los adultos jóvenes que se juntan en los sillones del bar.
Hot dog de madrugada
Cuando son las 4 de la mañana y el "carrete" en la discoteque César pasa la cuenta, los favoritos son los autoservicios de las grandes cadenas que se han puesto en Reñaca, pero para los que no pueden esperar o no tienen cómo desplazarse, hay un negocio que destaca en la Playa Amarilla de Concón.
Miguel Ángel Zamora se "avispó", sacó los permisos (que le costaron $36 mil), compró un carro por $1 millón y se puso a vender hot-dogs afuera de la discoteque César.
Los precios son percibidos por los enfiestados como muy altos ($700 el hot-dog, $400 la bebida), pero aun así Miguel Ángel vende 100 unidades promedio por noche, cifra en ningún caso despreciable para este profesor de educación física que dejó el trote y se puso a cocinar y vender en un negocio que, como muchos, lo único que necesitó fueron ganas y una pizca de ingenio.