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Ni la selección se salva de los problemas estructurales y organizativos:

El drama y la discriminación que sufre el fútbol femenino chileno

domingo, 19 de noviembre de 2017

Rodrigo Labrín
Deportes
El Mercurio

Vulnerabilidad extrema, diferencias de trato con los varones, un mercado de pases donde las futbolistas deben pagar de su bolsillo 500 mil pesos si cambian de equipo y desinterés de los clubes por invertir. Una historia de bingos, rifas y subvenciones que no alcanzan.



Iris Pinto trabaja en una empresa de aseo: se levanta temprano, pasa mil veces la aspiradora, pero la verdad es que su mente no está puesta en la alfombra que limpia o en el piso que debe refregar. Lo que a ella más le importa en el mundo es el partido del fin de semana. La vida de esta madre de dos hijos es el fútbol, y con 46 años es por lejos la jugadora más longeva del torneo que organiza la ANFP y que congrega 23 equipos.

Iris juega por Deportes Tocopilla: partió como zaguera central, pero hoy oficia de volante de quite, un puesto "donde hay que tener más experiencia que velocidad", dice. Pese a enfrentar a niñas más jóvenes, se las arregla para ser el alma de su equipo. "Tengo más de un corazón", narra con orgullo.

Ella y sus compañeras hacen de todo para que Tocopilla participe en el torneo: rifas, bingos, loterías. Así pudieron conseguir dos juegos de camisetas y así también se organizan para tomar desayuno cuando les tocan partidos fuera de la ciudad. "Hacemos una vaca para la bebida y el pan, y jugamos porque amamos esto", dice la mediocampista del equipo que entrena un soldador de profesión, Jimmy Toledo, y que gracias al esfuerzo que pone consiguió, junto a sus dirigidas, el tercer lugar en el grupo norte del torneo. "Es casi una epopeya, porque además entrenamos en canchas de baby o en la playa", cuenta.

La realidad de Tocopilla no es muy distinta a la de la mayoría de los otros 22 clubes. El amauterismo de la actividad se respira en cada cancha e incluso a nivel de selecciones, donde la discriminación respecto de los equipos de hombres es evidente.

Camila García, vicepresidenta de la Anjuff (Asociación de Jugadoras de Fútbol Femenino), explica que "las seleccionadas nos han hecho saber un montón de irregularidades que son básicas, como falta de agua caliente en los vestuarios, pocas duchas, ropa de entrenamiento sacada de las selecciones masculinas, falta de zapatos de fútbol, por lo que cada jugadora debe comprarse los suyos".

A eso hay que agregar la discriminación por género. "Las chiquillas cuentan que una vez fueron citadas a ocupar un gimnasio y al llegar una selección de hombres de las series menores, las mandaron a la cancha; lo mismo pasa con los camarines, donde son relegadas al más pequeño y a veces con agua fría. Hasta en el uso de toallas la preferencia la tienen los hombres y muchas veces las chicas no se bañan o se secan con la misma ropa que ocuparon. En el invierno, el equipo no tuvo polerones para entrenar y eso no pasa con los hombres", remata la ex jugadora de la UC.

Aunque la ANFP niega que priorice el fútbol masculino, los seleccionados varones de las series menores que vienen de provincia son alojados en el complejo Fernando Riera, algo que no ocurre con las damas (ver recuadro de Javiera Toro), que se las deben rebuscar para sobrevivir.

Sebastián Moreno, directivo de la ANFP, reconoce estos problemas, pero prefiere buscar el lado positivo. "Estamos avanzando. Las chicas de la Anjuff nos hicieron saber las carencias y hemos tratado de resolverlas. No queremos que ninguna selección sea discriminada, menos la femenina, pero esto viene de la administración anterior", se defiende.

Pagar por jugar

A nivel de clubes, rara vez las jugadoras reciben apoyo económico, salvo excepciones como Colo Colo, que ha creado un sistema de incentivos que les ha permitido llegar a la cima del continente y pelear la Copa Libertadores.

La mayoría, sin embargo, juega por amor al arte o por convenios deportivos con universidades, como Copiapó, que solo tiene estudiantes de la U. de Atacama, lo que permite a las jugadoras cumplir el sueño de sacar adelante la carrera. "Los viajes largos los aprovechamos para ir estudiando", explica la defensora copiapina Sofía Tapia.

El 90% de los clubes ven la rama como un problema y no como un activo, pese a que la FIFA obligará a partir de 2019 que todo equipo masculino que participe en copas internacionales tenga sección femenina. Son las mismas chicas las que deben solventar gran parte de los gastos, pues la subvención de la ANFP a los clubes, que es para movilización y alojamiento, suele no alcanzar. De hecho, la cifra de asignación no se incrementa desde 2010, pese a que el presupuesto de la selección femenina creció, pasando de $178 millones invertidos en 2016 a $246 millones este año.

Para subsistir, es normal que las mismas jugadoras paguen una inscripción y cuota mensual, que varía entre $3.500 y $10.000. Como sea, son los equipos del norte los más perjudicados, por las distancias que deben asumir. Arica, Iquique, Tocopilla, Antofagasta y Copiapó tienen recorridos en bus que pueden llegar a las 17 horas.

Las futbolistas reclaman que la falta de paridad con los hombres tiene el punto más crítico en los viajes de unos y otras, pues las series menores masculinas realizan sus traslados en avión, pese a que la rama femenina pertenece por estructura al mismo Fútbol Joven de la ANFP. "Si eso no es desigualdad, no sé qué será", agrega Sofía Tapia.

En otros elencos, los problemas se repiten. Cobresal, que juega en la zona sur y actúa como local en Pelequén, ni siquiera entrena, porque sus jugadoras, procedentes de muchos lugares del centro y sur, no pueden viajar a las prácticas por falta de dinero. Solo se reúnen el día del partido.

Además de la escasez de recursos, las futbolistas cuestionan la forma en que se maneja el mercado de pases, regido bajo el criterio de "jugar por pagar". Cualquiera que desee abandonar su club y fichar por otro, debe pagarle a su equipo $500 mil. "Eso es un chiste", reclama la presidenta del gremio, Fernanda Pinilla.

Clubes puertas afuera

La tercerización de los equipos es otro gran problema. Muchos clubes solo prestan el nombre para que un grupo de jugadoras los represente, pero a cambio de nada. El mejor ejemplo es Audax, que eliminó la rama femenina que funcionaba en el estadio Bicentenario (que paradójicamente se inauguró a propósito del Mundial Sub 20 femenino) y hoy es un cuadro que deambula por Santiago buscando sitios para entrenar.

Peor es el caso de Naval, que también facilitó el nombre a un grupo de chicas para que defiendan al club, pero que juegan con la camiseta de Fernández Vial, uno de sus clásicos rivales.

La falta de cobertura de salud también las indigna. "Cuando una compañera se lesiona, se debe pagar los tratamientos solita, porque están en territorio de nadie", afirma la vicepresidenta del gremio, Camila García.

Con los arbitrajes, la discusión cruza toda la división, pero se torna más dramática en el sur. "Hemos sabido que las árbitras apenas tienen un curso aprobado y ni se saben los reglamentos", dice la capitana de Naval, Carla Bascur.

Como sea, las quejas abundan y las soluciones no parecen estar cerca. Las jugadoras intentan dar vuelta su suerte, pero saben que el camino es larguísimo y que pasarán varias generaciones antes de poder "igualar la cancha".

La lucha recién comienza. Bienvenidos a esta travesía.

"Cuando una compañera se lesiona, se debe pagar los tratamientos solita, porque está en territorio de nadie".
CAMILA GARCÍA,
vicepresidenta de la Anjuff.

"No queremos que ninguna selección sea discriminada, menos la femenina, pero esto viene de la administración anterior".
SEBASTIÁN MORENO,
secretario general de la ANFP.

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