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De "desertor" a promesa deportiva nacional:

La historia del rey de las pesas cubanas que ahora disputará medallas para Chile

domingo, 12 de noviembre de 2017


Reportajes
El Mercurio

Luego de fugarse de su delegación en 2013, el pesista cubano Arley Méndez trabajó en panaderías, botillerías y salsotecas, pese a que solo meses atrás había obtenido preseas en panamericanos y mundiales. Ahora, como chileno, está concentrado en el objetivo de sumarse a los pocos nacionales que han conseguido un podio olímpico. Eduardo Monrroy



La espera duró cuatro años y tres meses. El próximo 20 de noviembre, Arley Méndez Pérez volverá a participar en una competencia internacional, ahora representando por primera vez al país en que escogió vivir: ese día, el pesista nacido en Cuba debutará como miembro del equipo chileno en los Juegos Bolivarianos, en Colombia. Semanas después, partirá al Mundial de Halterofilia, en EE.UU.

Las expectativas que pesan sobre el joven de 23 años son altas. Cuando representaba a Cuba, alcanzó una medalla de plata en el Mundial juvenil de Lima, en 2013, además del oro panamericano. Ahora su apuesta es mayor: conseguir un podio en los Juegos de Tokio, en 2020, y pasar a integrar así la selecta lista de deportistas chilenos que han logrado una medalla olímpica. Un apronte inicial lo tuvo el año pasado, cuando rompió el récord nacional en la categoría de 85 kilos.

Su participación en Colombia será, pues, un hito en la lucha que Méndez inició en Cuba, cuando, pese a ser uno de los mejores pesistas de ese país, sus sueños los veía desde lejos.

"Y sigue siendo el rey..."

"Escóndete, brother . Te están buscando los pacos ".

Arley Méndez, asustado, metió su cabeza bajo la mesa, en medio del desayuno, mientras una patrulla de carabineros alumbraba con sus luces la calle de un pasaje de Ñuñoa.

"¿ Asere , ya pasaron?", preguntó el cubano. Las risas estallaron. Pues, aunque la advertencia de su amigo chileno había sido en broma, Méndez tenía razones para estar inquieto. Solo doce horas antes había protagonizado una escena casi de película: su fuga desde la delegación cubana que participaba, en Santiago, en un panamericano juvenil de su disciplina.

El plan se había gestado en La Habana, en 2011, cuando el pesista chileno Jorge Igor lo conoció en una competencia. "Participamos en la misma categoría. Carreteamos y nos hicimos buenos amigos.", recuerda Igor. Fue ahí cuando Méndez le comentó cómo era su vida: entrenaba en un cuarto con las tablas del piso rotas, mala alimentación, y recibía un aporte de unos 20 pesos cubanos (poco más de $10 mil), lo que le dificultaba ayudar a su familia. Le frustraba ser uno de los pesistas más destacados del país y que no se le retribuyera como esperaba.

Los casos de deportistas cubanos que abandonaban su patria animaron a Méndez a considerar ese camino. Aun más, luego de que Igor lo instara a optar por Chile. Vivirían, trabajarían y entrenarían juntos. Así era el plan.

El 4 de agosto de 2013 sería la fecha. Méndez disputaría los panamericanos en Santiago, y su amigo lo ayudaría luego a fugarse, todo preparado a través de mensajes en clave por SMS y Facebook, donde omitían la palabras "escape", por miedo a ser espiados.

"Pero cuando él llega, a mí me dicen que yo iba a ser papá", dice Igor. Con la responsabilidad de hacerse cargo de su propia familia, ya no podría recibir al isleño en su casa. De todas formas, Méndez estaba decidido.

Esa noche, el cubano tomó su bolso y guardó sus zapatillas de pesas, sus vendas y sus correas. En los pasillos del hotel donde alojaba la delegación, su entrenador alcanzó a preguntarle a dónde iba. Méndez solo atinó a correr. "¡ Asere , arranca que me cacharon!", le gritó a Igor, quien lo esperaba afuera con un taxi. El móvil partió rumbo a la casa del abuelo del amigo, el que lo recibiría por unos días. La fuga se había concretado.

"Y sigue siendo el rey" titulaba al día siguiente el periódico cubano "Juventud Rebelde", por el oro obtenido por Méndez en el panamericano, sin saber que el joven ya no volvería a la isla.

Un puñetazo en el W

A los pocos días, Damián Hernández, amigo de Igor, se ofreció para acoger al pesista que aún no respiraba tranquilo en Chile. "No tuve problema en ayudarlo. Arley era un niño en ese momento. Tenía las ganas de surgir", comenta sobre el período en que vivió junto al deportista en Rengo.

"Me contó que en su mejor momento en Cuba le pagaban cerca de 40 dólares mensuales y que comprar un desodorante le salía casi 5", recuerda. En otra oportunidad comentó de los problemas económicos de su familia: "No sabía cómo sus padres lo hacían para alimentarlo. Su mamá tenía una gallina que le daba dos o tres huevos; ella pescaba uno y lo iba a cambiar por porotos".

En esos meses, Hernández se dio cuenta de que el cubano no tenía otro pasatiempo: su vida eran las pesas. Méndez le contó que en Cuba entrenaba desde los 10 años, que cuando los niños tienen talento los sacan de sus casas y se los llevan a La Habana; así, solo los fines de semana veía a su familia.

A los dos meses, cuando la federación cubana dejó de insistir para tener de vuelta al deportista, el joven se fue a vivir al Centro de Entrenamiento Olímpico (CEO), en Ñuñoa, aunque de manera secreta, apoyado en ese tiempo por el entrenador de la federación de pesas, Raúl Gutiérrez. "Supimos que estaba escondido. Pero igual se le empezó a dar ayuda para que entrenara y volviera a ser un atleta", dice Gutiérrez desde Colombia.

En paralelo, debió buscar trabajo. Consiguió uno como guardia del Hotel W, acompañado de Igor. Duró tres semanas, ya que se fue a los puños con un joven que lo insultó al no entenderle su acento. "El hombre amenazó con demandarlo, pero le fui a buscar un copete, lo subí al VIP y ahí se calmó", relata Igor, sonriente.

A esas malas experiencias, Méndez sumaba el dolor de no ver a su familia. Al desertar del régimen cubano, se enfrentaba a la pena correspondiente: no poder ingresar por los próximos ocho años a la isla. De hecho, para contactarse con sus padres, debía hacerlo a través de un vecino de ellos vía mail .

"Lo vi con cara de desesperación"

Ya se habían divisado en la isla y también en otro torneo disputado en Santiago. Pero fue recién cuando las amigas de Antonieta Galleguillos invitaron a Méndez a dar una vuelta por un mall que ambos hablaron. "En esos días lo vimos solo en el CEO. Luego empezamos a conversar, nos conocimos y al tiempo empezamos a pololear", explica en ese mismo recinto Galleguillos, pesista y hoy pareja de Méndez.

En noviembre de 2015 nació Alexis, hijo de ambos. "En ese tiempo Arley tuvo que trabajar en panaderías, botillerías, salsotecas; las hizo todas", relata.

Por entonces, aunque su vida chilena se consolidaba, Méndez enfrentaba la frustración en su carrera deportiva. "Un día lo vi en el CEO con cara de desesperación y me acerqué a él. Me contó su historia. Quería salir adelante, pero en ese momento no podía competir ni por Cuba ni por Chile. Él ya había formado una familia y quería desarrollarse como deportista en Chile", relata el ex presidente del Comité Olímpico Chileno Neven Ilic, quien colaboró para resolver la situación del joven pesista.

Galleguillos destaca en particular la ayuda que les dio el entrenador búlgaro del equipo de pesas, Georgi Panchev. "Él hizo mucho, porque en tiempos en que Arley estuvo aquí en el CEO nadie se movió. Algunos decían que era muy difícil. Partían haciendo el trámite, pero si les ponían un 'pero', se quedaban ahí", afirma Galleguillos. Agrega que Panchev consiguió una beca de alimentación para Méndez y apuraba los papeles necesarios para la nacionalización.

El cubano golpeó distintas puertas hasta que gente de la federación le recomendó acercarse a la oficina distrital del diputado Jaime Pilowsky (DC). Las ganas del joven de ser chileno convencieron al parlamentario de presentar un proyecto en el Congreso para que el pesista obtuviera la nacionalidad por gracia. "Arley no contaba con los cinco años de residencia necesaria, por lo que tuvimos que recurrir a esta modalidad, que contó con el respaldo de los parlamentarios y el Gobierno, que le otorgó urgencia", dice el diputado.

El proyecto se aprobó en cuatro meses.

Espera volver a ver a sus padres

"Se cumple mi sueño de poder competir por Chile, un país que amo y me ha entregado mucho", decía Arley Méndez a los medios de prensa el 1 de junio, luego de que el Senado ratificara unánimemente el proyecto que le entregaba su nueva nacionalidad.

"Desde ahí que a Arley le cambió un poco más la vida", dice su pareja, quien incluso ya proyecta a Méndez en las competencias. Cree que los bolivarianos los va a ganar fácil, "será parecido en el Mundial" y apuesta por una medalla en Tokio 2020.

Pero aparte de lo deportivo, la pareja ha encontrado otra razón para estar contenta. Por internet se enteraron de las nuevas medidas migratorias en Cuba, que relajan las prohibiciones para quienes hayan abandonado el país. Así, podrían entrar a la isla a partir del 1 de enero de 2018. "Estamos juntando el dinero. Queremos que Alexis conozca a sus abuelos", dice Galleguillos.

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