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Ernesto Garratt debuta en la novela

domingo, 05 de noviembre de 2017

Pedro Pablo Guerrero
Revista de Libros
El Mercurio

El periodista y crítico de cine publica "Allegados" (Hueders), una dura historia de formación ambientada a fines de los 80, donde se entremezclan fantasía y realismo.



El protagonista de Allegados tiene 16 años y vive junto a su madre en una pieza con paredes de volcanita sin pintar que les facilita, a regañadientes, un tío en su departamento de la Villa Frei. Tienen un televisor IRT en blanco y negro que ven con el audio apagado, para no molestar. En sus ratos libres, el joven dibuja y escribe la historia de Mihai, "un vampiro que no quiere ser vampiro". Sus aventuras, así como las ilustraciones que las representan, hechas por el autor, forman parte de esta novela que Ernesto Garratt, periodista y crítico de cine en Wikén, comenzó a escribir hace tres años.

"Sentía que el tema de los allegados y la clase media baja no aparece mucho en la literatura chilena", dice, mientras se toma un cortado en el café del GAM. "Como tantos chilenos, yo fui allegado, y conozco muchas historias de amigos que también lo fueron. Una condición que sigue estando en tu cabeza, como un estigma o secuela, muchos años después, aunque ya tengas una casa propia. A partir de ese mundo comencé a armar la estructura de la novela, pensando siempre en algo muy visual, una especie de novela gráfica o guion cinematográfico. El proceso creativo empezó al momento de convertirme en padre y preguntarme de qué manera iba a contarle a mi hija cómo era el mundo antes. Porque, desde entonces, hubo un quiebre demasiado grande en todos los sentidos: sociales y tecnológicos".

La historia se inicia un sábado de 1988, y parece deslizarse por los cauces de un realismo minucioso, incluso neorrealista, hasta el momento en que el joven narrador dice tener poderes de levitación y la capacidad de predecir el futuro de otras personas. "Había dos caminos a la hora de contar esta historia: el costumbrismo usual, descriptivo, o mezclar la realidad con la fantasía, que era mi opción", dice Garratt. "La primera historia que nació fue la del vampiro, lo que espantó a mucha gente cuando le conté la idea. La fantasía está muy subvalorada en Chile. Siempre me ha gustado hacer historias de terror, pero dado mi oficio y timidez o falsa humildad, nunca creí que pudiera cruzar la línea de la ficción. Al vampiro lo vinculé con este mundo real, y traté de hacer una historia dentro de la historia".

Aparte de ver cine, Garratt lee y colecciona novelas gráficas. Tiene un sitio que se llama nerdnews.cl, al que sube ensayos y noticias sobre fantasía y el mundo del cómic. "Los mejores generadores de contenidos actuales son, para mí, autores como Neil Gaiman, Grant Morrison y Alan Moore", dice el autor. "Hay una tradición súper potente en la cultura industrial pop de unir estos dos mundos, y creo que en Chile tenemos material para hacer esa junta. ¿Qué más allegado que un vampiro que succiona sangre? Lo hice también como un descanso, porque es agobiante para el lector, y para mí, permanecer en esa realidad tan densa".

Necesitaba un punto de fuga en el relato. "Era consciente de dónde quería inscribir Allegados ", dice. "Tenía muy claro que esto es una coming-of-age story , género que se ha practicado mucho en el cine, el cómic y las novelas: una historia de cómo un niño se convierte en un joven adulto".

¿Por qué elegir la primera persona para contar la historia? "Quería jugar con la ficción, porque hay muchos elementos que vienen de mi mundo, pero no quiero comunicar", responde el novelista. "La primera persona era mucho más cercana. Diseñé y pensé la historia como una especie de saga juvenil. Dura, áspera, incomodísima y súper chilena. Además, el flujo de conciencia le da una solidez a lo verosímil mucho más potente, por más que sea leído desde la ambigüedad: lo puedes leer como alguien que está en una paranoia extrema y cree que puede hacer cosas sobrenaturales o como una persona que sí tiene esos dones".

En un pasaje de la novela que transcurre en el liceo, el apellido Garratt aparece tachado dos veces. "Se supone que no debe aparecer mi nombre", explica el autor. "La idea es que sea un narrador que nunca se nombra en la novela. Una de las cosas que pasan cuando estás de allegado es que eres invisible: lo que se esconde debajo de la alfombra. Nombrar las cosas es verlas, y al no hacerlo dejan de existir. Quería transmitir esta característica de sentirse extraño, diferente, outcast o raro".

La elección de Villa Frei como escenario estaba clara. "Todos los grandes directores o artistas a los que he entrevistado coinciden en que hay que hablar de lo que uno conoce. Lo mismo el liceo con números que aparece en el mundo real de la novela. Son escenarios que conozco como la palma de mi mano".

En literatura lo que da consistencia real son los detalles. En Allegados hay muchos, pero sobresalen algunos bastante escatológicos. "Es como un filtro, una aduana, una prueba. Si el lector la pasa, va a entrar en este mundo", explica el autor. "Por eso va al principio de la novela. Es duro, desagradable, y lo sé. No es un mundo fácil, es súper incómodo, a pesar de que yo lo diseñé pensando en que fuera una saga juvenil donde encuentras amor, aventuras, batallas y personas que vuelan. Pero también es un poco en mala, no quiero engañarte, y si no quieres seguir, no te sientas invitado. Allegados es un cuento de terror. Aquí hay muchos monstruos, como en 'El laberinto del fauno', de Guillermo del Toro. Al final, quería hablar del maltrato, al que somos muy dados en este país".

El recuerdo que Garratt tiene de los años 80 está lejos de cualquier nostalgia. "Era subsistencia pura. Estamos hablando de una clase media encarcelada. Había luz, techo, una comida diaria más o menos asegurada, pero mucha gente tenía que pedir ayuda. Había compañeros que pasaban metidos en la iglesia tratando de obtener algún tipo de asistencia: ropa usada o mercaderías. Estar becado era otra manera de subsistir. Ser buen alumno era un trabajo. Te retribuía en plata, que era un aporte al erario familiar. Yo no estaba consciente en esa época de que todo era tan Dickens. Solo existía el presente: ¿cómo sobrevivo hoy? ¿Me voy caminando, o pido al micrero que me rebaje el boleto? En el Chile hipertecnologizado de ahora, de la OCDE, es bueno mirar lo que éramos".

-¿Cómo te imaginas al lector de tu novela?

-Me imagino dos tipos de lectores. Uno muy joven, de 15 o 16 años. Siento que la novela es como un "Harry Potter" oscuro: el personaje es un mago, al final, pero en Chile y con un vampiro. Por otro lado, creo que la va a leer gente de mi edad, de cuarentaitantos, que recuerda cómo era este país en los 80 y estudió en colegios con números, viviendo pellejerías -no en la extrema pobreza- y creció con la aspiración de tener más y mejores cosas.

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