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El país abrió las puertas a la prensa de todo el globo para el XIX Congreso del Partido Comunista:

Las contradicciones de una China que busca posicionarse al centro del mundo

domingo, 29 de octubre de 2017

Alicia Tagle Crichton
Internacional
El Mercurio

Beijing Xi Jinping impulsa proyectos integradores, como la Iniciativa de la Franja y la Ruta, mientras pide fortalecer las ideas del marxismo.



Cientos de periodistas de todas partes del mundo deambulaban, el martes de esta semana, por el segundo piso del Gran Palacio del Pueblo, en el centro de Beijing, en lo que parecía ser una cumbre internacional. Inéditamente, el hermético Partido Comunista Chino (PCCh), que lleva casi siete décadas gobernando el país, decidió abrir sus puertas al resto del globo para su XIX Congreso, un cónclave que solía ser reservado a la formación.

"Nos gustaría que contaran a su audiencia lo que está pasando en China", dijo Zhang Ye, director de la Oficina de Información del Consejo de Estado, a un grupo de medios latinoamericanos, entre ellos, a "El Mercurio". Y destacó que esta semana se escribieron miles de artículos en el mundo sobre el congreso del PCCh.

Si hay una idea que en los últimos días han repetido las autoridades chinas es que el país, bajo el indiscutible liderazgo de Xi Jinping, entra en una nueva era, que lo convertirá en una potencia "moderna, fuerte y democrática" para 2049, en el centenario de la república comunista que fundó Mao Zedong.

Y la resolución del congreso encontró la aprobación internacional que buscaba: el Presidente estadounidense, Donald Trump; la Canciller alemana, Angela Merkel, y el Primer Ministro indio, Narendra Modi, son algunas de las autoridades que felicitaron a Xi por haber dado inicio a su segundo mandato al frente del partido, lo que implica que en marzo vuelve a asumir ante el país. En el cónclave, el Mandatario, además, obtuvo la aprobación para escribir su pensamiento y sus mayores logros en la Constitución de la formación, convirtiéndose en el líder más poderoso desde Mao.

"China está interesada en compartir con el resto del mundo su desarrollo", insistió Jiang Jianguo, viceministro chino del Departamento de Publicidad del partido y director de la Oficina de Información del Estado. "Hemos definido una nueva posición ante el mundo, de desarrollo pacífico, de ganar-ganar y de respeto mutuo", agregó en el foro de medios, donde la gran crítica de la prensa latinoamericana fue la falta de libertades en el país, que incluso dificultó bastante (y muchas veces impidió) el trabajo de los extranjeros tras el evento.

El bloqueo por parte del régimen a sitios web y aplicaciones occidentales -como Google, WhatsApp o páginas de noticias- fue reforzado durante los días del congreso y el acceso solo era posible gracias a sistemas para evadir las restricciones -que suelen utilizar los extranjeros y jóvenes en el país-, que por estos días también fueron bloqueados. Las redes de wifi, tanto en el hotel donde fue alojada la prensa invitada, como aquellas inalámbricas a las que se les dio acceso en terreno, prácticamente no funcionaban.

La sorpresa para los que asistieron al cierre del congreso -que valoraron el gesto de apertura de China al mundo- fue que el discurso sobre las conclusiones de este y el ungimiento de Xi Jinping no fue traducido a ninguno de los idiomas de los extranjeros presentes. Al día siguiente, la gran desilusión fue que varios de los medios occidentales vieron denegada su entrada al nombramiento de los miembros del Comité Permanente del Politburó, el núcleo de máximo poder.

El gran reclamo que los periodistas chinos, todos de medios estatales, hicieron varias veces en el foro fue, en cambio, que Occidente deje atrás los "prejuicios" hacia su país, para estrechar la colaboración en esta nueva era.

"La contradicción básica es la brecha entre las aspiraciones económicas e internacionales de China y su falta de voluntad para tolerar la libertad de pensamiento. ¿Pueden los jóvenes aprender a competir en un ambiente protegido de las ideas de la competencia? En comparación, la Francia de Luis XIV era muy rica y estaba muy controlada, hasta que no lo fue", comentó a "El Mercurio" Douglas Paal, experto de Carnegie Endowment.

En los últimos meses, Xi ha aprovechado los vacíos que ha dejado la administración de Trump en el mundo -abandonando entidades y acuerdos internacionales, bajo la bandera del proteccionismo-, y se ha convertido en el paladín del libre comercio y la globalización, que le ha dado un creciente peso global a Beijing.

La Iniciativa de la Franja y la Ruta (la nueva "Ruta de la seda") y el Banco de Inversión e Infraestructura Asiático (AIIB) son claras muestras de las intenciones de China de seguir abriéndose al resto del mundo, cuando ya es el primer socio comercial. Sin embargo, la situación dejó de manifiesto que el país aún tiene algunas deudas con la comunidad internacional.

Para Richard Bush, de The Brookings Institution, "China quiere que el resto del mundo esté abierto a ella, incluso para promover su ortodoxia política en países extranjeros, pero se reserva el gran derecho de decidir cómo se abrirá al resto del mundo, especialmente cuando se trata de derechos políticos, a la luz de los intereses del PCCh". Y pone un ejemplo: "Incluso cuando Xi se presenta como el campeón de la globalización, la política 'Hecho en China 2025' con respecto a cómo los países extranjeros pueden operar en China, es todo menos la globalización en acción".

La complejidad radica, según los expertos, en un sistema en el que Xi pidió mayor lealtad a las ideas del marxismo, ya que asegura que solo estas mantendrán la vigorosidad del partido dirigente, y exigió enseñarlas en colegios y universidades, tal como su propio pensamiento político. Mientras, busca la forma de liberalizar las grandes empresas estatales chinas, seguir apuntando a una mayor apertura comercial, cuando el año pasado su economía creció a su menor ritmo en tres décadas (6,7%).

"Seguiremos logrando los éxitos del socialismo con el compañero Xi como núcleo", rezan los carteles que con motivo del congreso cuelgan en estos días en Beijing, así como los floreros y jardines que recibieron a miles de visitantes que asistieron al cónclave. Son símbolos del socialismo "al estilo chino", que también abrió las puertas de sus empresas tecnológicas, como de autos eléctricos, drones o bicicletas compartidas, para mostrar al mundo la moderna potencia de la nueva era.

SEÑALES OPUESTAS Al mismo tiempo que Xi busca la forma de liberalizar las grandes empresas estatales chinas y seguir apuntando a una mayor apertura comercial, ha pedido mayor lealtad a las ideas del marxismo, ya que asegura que solo estas mantendrán la vigorosidad del partido dirigente.

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