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Investigación Diplomacia e inteligencia:

Guillermo Parvex escribe sobre los espías chilenos de la Guerra del Pacífico

domingo, 29 de octubre de 2017

Roberto Careaga C.
Lanzamiento
El Mercurio

El hombre tras el éxito de "Un veterano de tres guerras", lanza "Servicio secreto chileno en la Guerra del Pacífico", un completo relato sobre la extendida red de agentes que operaron durante el conflicto.



En agosto de 1880, la policía peruana sospechó de un ciudadano danés que viajaba en un vapor con destino a Callao. La Guerra del Pacífico avanzaba sin pausa y aquel hombre, más que un ingeniero en busca de trabajo proveniente desde Chile, como decía ser, les pareció que era un espía del enemigo. Lo detuvieron. Pero después de pasar 17 días retenido en que no se le pudieron comprobar cargos, fue liberado. Entonces, Holger Birkedal siguió su rumbo hasta Lima para cumplir con su misión. Las sospechas eran correctas: era un agente secreto de la inteligencia chilena. Lo era desde hacía al menos cinco años, mucho antes del inicio de la guerra, y nada lo detendría.

Birkedal, que en Perú había construido líneas férreas y había trabajado en la instalación de varias salitreras, retomó antiguas amistades en la sociedad limeña. Al poco tiempo, organizaba recepciones en salones de los hoteles Americano o Maury, en la que recibía a funcionarios de gobierno y oficiales militares. Llegó a ganarse la confianza de las autoridades a tal punto que a dos meses de su llegada, el Ejército del Perú le ofreció unirse a sus filas. En ese tránsito, a Birkedal levantó un mapa de todas las obras defensa que tenía Lima. Consiguió detalles de los fuertes de Lima, Callao, Chorrillos y Miraflores, los que noche a noche dibujaba en una delgada tela de la que nunca se desprendía: la llevaba en un bolsillo especial entre la camisa y la camiseta confeccionado por él mismo.

A casi tres meses de iniciar la labor que le encomendara el ministro de Guerra en Campaña, José Francisco Vergara, Birkedal le entregó el mapa con la defensas peruanas en Arica. Los detalles de la aventura del danés los cuenta Guillermo Parvex en su nuevo libro, "Servicio secreto chileno en la Guerra del Pacífico", una investigación sobre la inteligencia nacional durante el conflicto. El autor tras el imparable éxito que ha sido "Un veterano de tres guerras", en este volumen reconstruye una red de más de 100 agentes, casi todos civiles, la mayoría, pero no todos chilenos, que ejercieron antes y durante la guerra en Chile, Perú, Europa y Estados Unidos.

El volumen es el resultado de tres años en que el periodista estuvo inmerso en el Archivo Nacional rastreando huellas de supuestos espías: "En los libros de historia no se mencionaba el concepto servicio secreto ni tampoco a agentes, pero de a poco fui aprendiendo que lo escribían de otra forma. Hablaban de comisionados, gente de confianza. Al final, me fui formando la opinión de que no eran solo personas de confianza las que ayudaban a Chile, sino que eran una organización", dice. Y agrega: "El servicio secreto chileno nació informalmente y desapareció informalmente. No había ningún decreto. Era una especie de cofradía, pero sí tenía sus coordinadores, que en toda la primera etapa fueron los cancilleres", cuenta Parvex.

Antes de seguir, una advertencia a los lectores encandilados con "Un veterano de tres guerras", que ya son alrededor de 60 mil: mientras en ese volumen Parvex se ajustó a las memorias que dejó el soldado José Miguel Varela, en "Servicio secreto chileno en la Guerra del Pacífico" encontramos un relato hecho a partir de múltiples fuentes -cartas, memorias, documentos e informes oficiales, mensajes codificados, notas de prensa- sobre decenas de personas que sirvieron a la causa chilena. "Esto no tiene nada que ver con 'Un veterano de tres guerras'. No es una historia con emociones personales, con meditaciones. Es un trabajo de investigación, que lo traté de hacer lo más liviano posible", explica Parvex.

El origen de los agentes

Antes de que operara ningún espía chileno, el abogado Joaquín Godoy Cruz ya estaba enterado de los pasos más sigilosos del gobierno peruano. Ministro plenipotenciario en Perú por varios años, Godoy estableció sucesivas relaciones de confianza con la autoridades limeñas. Muy fluidas, como documenta Parvex: entraba casi sin necesidad de avisar hasta las oficinas de los presidentes peruanos José Balta, Manuel Prado y Mariano Ignacio Prado. Fue durante la administración de este último que se enteró del Tratado de Alianza secreto entre Bolivia y Perú. Lo informó de inmediato a Chile y sumó una propuesta: crear un servicio de inteligencia.

"Godoy Cruz fue el generador de la idea, muy tempranamente, en 1873, seis años antes de la guerra. Le pidió al gobierno que se financiara a un grupo de personas de confianza, para inquirir más información secreta", explica Parvex. "Él mismo armó una red de agentes, todos ajenos a la idea del espionaje. Los que más sabían algo, por experiencia, eran los diplomáticos, pero el resto nada. Eran comerciantes, periodistas, ingenieros, y contrario a lo que podría creerse, los militares fueron los menos", añade.

Como se relata en "Servicio secreto chileno en la Guerra del Pacífico", antes de la guerra la labor de los agentes fue detallar las capacidades militares peruanas. Uno de los que consiguió la más completa información fue el funcionario consular Ramón Rivera, que en noviembre de 1878 le entregó un informe a Godoy Cruz con la ubicación y descripción de los 12 busques con que contaba Perú al momento. Tres meses después, Chile recibió otro documento decisivo antes de cualquier acción bélica: un inventario con todas las fortificaciones del puerto de Callao, incluidas los 45 cañones operativos para defensa.

El informe sobre el puerto de Callao fue elaborado por el abogado chileno Abelardo Núñez de la Cruz. En Perú se hizo pasar por un empresario colombiano y, con la ayuda de Godoy Cruz, recibió el permiso del mismo Presidente peruano Mariano Ignacio Prado para visitar el puerto. Núñez de la Cruz había sido instruido sobre a qué poner atención por el ingeniero danés Holger Birkedal, quien ya colaboraba con Chile. Birkedal, sobre todo, se dedicó a levantar cartas náuticas y mapas de territorio peruano. Paralelamente, otro extranjero ayudaba a Chile con información, el ingeniero británico Robert Harvey, quien podía moverse a sus anchas sin despertar sospechas: era inspector general de salitreras, cargo designado por el gobierno peruano. Años después, otro extranjero se sumó al servicio: Quintín Quintana, un comerciante chino, que ya había sido liberado de su condición de esclavo.

Agentes en el mundo

Marino con larga data como funcionario público, Álvaro Casanova Zenteno también era un reconocido pintor. En 1881, ya en plena guerra, llegó a París estudiar en la Academia de Bellas Artes, y como documenta Parvex, en la ciudad se le podía ver con su atril dibujando paisajes urbanos. Y lo hacía, pero además se ubicaba en estratégicas posiciones para vigilar a los agentes peruanos de la inteligencia internacional. Casanova Zenteno había sido reclutado por el escritor Alberto Blest Gana, que por ese entonces era ministro plenipotenciario en Francia y dirigía la inteligencia chilena en Europa.

Mientras en Estados Unidos el encargado del servicio era el ministro Marcial Martínez, en Europa Blest Gana operaba con el capitán Luis Alfredo Lynch como mano derecha. Como detalla Parvex, su labor fue decisiva para la Guerra del Pacífico: desatado el conflicto, todos los países se declararon neutrales y, por consiguiente, no podían venderles armas ni a Chile ni a Perú. Pero de alguna forma debían comprarlas: lo que hicieron fue abrir sociedades en Inglaterra y Alemania y desde ahí, como ingleses y alemanes, compraban armas y pertrechos a Estados Unidos, Bélgica, Francia y otras naciones. Luego, las enviaban a Valparaíso como si fueran otra mercancía.

Y mientras compraban armas, también desbarataban las compras de Perú. Parvex documenta tres operaciones en que, al mando del capitán Lynch, Chile detuvo la adquisición de cinco poderosos acorazados, a Francia, Turquía y Alemania, a través de intermediarios de otros países. "Si no hubieran parado esos cinco blindados, la guerra habría cambiado de curso absolutamente", dice Parvex, seguro de que las labores secretas chilenas fueron claves para el conflicto.

"Creo que la inteligencia chilena fue de una importancia vital. Al contrario, destacados generales peruanos se quejaron insistentemente durante la guerra que ellos marchaban a ciegas. No tenías información. Y la poca que tenía Perú fue la que filtraba la prensa chilena", dice. "Chile, en cambio, sabía de antemano los nombres de los comandantes, las unidades que avanzaban, el armamento que llevaban, porque lo informaban sus agentes", concluye Parvex.

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