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Legalizar las drogas para combatir la "narcocultura"

lunes, 23 de octubre de 2017

Francisco José Covarrubias Álvaro Fischer
Opinión
El Mercurio

"...se liberarían los miles de millones de dólares que hoy se gastan sin ninguna efectividad en controlar la oferta de manera coercitiva, y podrían ser utilizados en prevención, información y rehabilitación de adictos, con una probabilidad de éxito similar a la obtenida en el caso del tabaco...".



Nuevamente el problema del narcotráfico ha sido puesto sobre el tapete. El reciente clamor del director del Hogar de Cristo, las últimas balaceras en La Legua y las denuncias de cooptación de la Municipalidad de San Ramón son prueba de ello. Tal como ocurre en la gran mayoría de los países, la "narcocultura" comienza a apoderarse, ya no solo de los barrios, sino también de parte de la estructura administrativa del país. Además, se la sindica como una importante causa del problema de delincuencia del país.

La "narcocultura" es una consecuencia de la prohibición de las drogas, pues esta fomenta la aparición de mafias que las comercializan al margen de la ley, y están dispuestas a todo para defender su negocio y su mercado. Frente a ello, hay dos caminos. El primero es seguir o incrementar la guerra contra las drogas iniciada por Nixon hace casi 50 años, camino seguido por el actual Presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte, con traumáticas secuelas en derechos humanos y paupérrimos resultados reales.

El segundo camino es abandonar la idea de la guerra y legalizar las drogas, como se ha hecho con el tabaco y el alcohol en casi todo el mundo. Los argumentos son los mismos que ya planteó Milton Friedman. Se combate mejor a las drogas cuando son legales que cuando están prohibidas. Aunque las drogas producen adicción, como el tabaco, y hacen tanto o más mal que el alcohol en exceso, el mundo desarrollado está logrando bajar el consumo de tabaco sin prohibirlo, a pesar de lo adictivo que es, y aprendió que prohibir el alcohol es un peor remedio que la enfermedad. Es hora de que se reconozca que, efectivamente, las drogas se combaten mejor legalizándolas que prohibiéndolas.

La ilegalidad genera un negocio oculto manejado por mafias, que interfiere con la política de los países en que operan, que penetra su justicia, que corrompe sus sociedades y que ha costado la vida de numerosas personas. Si se legalizaran las drogas, se desarticularían los incentivos para conformar esas mafias. Miles de personas que están recluidas por vender bajas dosis estarían libres, y dejaría de tener la rentabilidad que hoy tiene como negocio. Se liberaría además a barrios enteros del flagelo que les significa vivir en medio de un negocio ilegal.

Es posible que en una primera etapa no sea fácil desarticular estas mafias. Pero así como terminaron desapareciendo en Estados Unidos, cuando se acabó la prohibición del alcohol, lo mismo podría ocurrir legalizando las drogas.

Legalizar las drogas permitiría, además, controlar su calidad y diferenciar sus marcas, algo que la prohibición impide. Su venta se haría en el comercio establecido, las compañías que las produjeran -así como sus directores y ejecutivos- serían conocidas, y las utilidades que generasen pagarían impuestos, como ocurre con el tabaco y el alcohol.

Quienes critican la legalización sostienen que ello implicaría un aumento de su consumo, porque las pondría al alcance de todos y su aceptación social sería mayor. Es cierto. Pero, si las drogas fueran legales, se liberarían los miles de millones de dólares que hoy se gastan sin ninguna efectividad en controlar la oferta de manera coercitiva, y podrían ser utilizados en prevención, información y rehabilitación de adictos, con una probabilidad de éxito similar a la obtenida en el caso del tabaco, donde se ha logrado reducir el número de fumadores gracias a la conciencia que se ha generado en torno al mal que hace.

Asimismo, la sociedad aprendería a convivir con ellas, tal como lo ha hecho con el tabaco y el alcohol, restringiendo su publicidad y poniéndole impuestos específicos. Además, se podrían incrementar los controles para impedir que las personas bajo los efectos de las drogas conduzcan vehículos o realicen determinadas actividades profesionales.

En cualquier caso, para que la legalización de las drogas sea efectiva, se debe incluir no solo a las drogas blandas (como la marihuana), sino también a las duras (como la cocaína). Adicionalmente, requiere ser realizado como un esfuerzo global, implementado en muchos países al mismo tiempo, liderados por los más importantes en la cadena de consumo, como Estados Unidos.

Finalmente, el problema de las drogas también admite consideraciones morales más allá de las pragmáticas. Como dice John Stuart Mill en "Sobre la libertad", el propio riesgo de daño individual en el que incurre una persona cuando consume drogas no parece ser una razón suficiente para que el Estado lo prohíba. Esa decisión forma parte de la esfera de libertad de las personas.

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