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¿Nos hemos olvidado de la libertad, igualdad y fraternidad?

viernes, 06 de octubre de 2017

Economía y Negocios


Isidora Undurraga
Directora Ejecutiva de Avonni

En tiempos en los que las discusiones sobre igualdad (de género, de acceso a bienestar social, de transversalidad del poder) ocupan destacados espacios en los medios de comunicación y conversaciones cotidianas, creo que es importante reflexionar sobre los tres conceptos que cambiaron las sociedades occidentales para siempre.

Los conceptos libertad, igualdad y fraternidad nacieron para cambiar un orden establecido por siglos y fundaron las democracias modernas. Su razón de existir han sido garantes de principios fundamentales para el bien común de personas que durante mucho tiempo fueron propiedades de otras. La fuerza de estos conceptos hizo caer a la monarquía francesa, logró la independencia de las colonias españolas en América y Estados Unidos. Sin embargo, asombra ver que hoy, producto quizás de que hemos dado por sentado sus garantías, la libertad, la igualdad y la fraternidad estén siendo herramientas de opresión y barrera para garantizar los derechos por los cuales fueron creados.

Nos hemos olvidado que esta triada funciona si estamos todos conscientes de las responsabilidades que conllevan y que estas responsabilidades tienen que tener un impacto en el entorno en que vivimos; el foco en nuestros derechos sobre nuestras responsabilidades nos tiene en un estado adolescente, ensimismados y apáticos.

Para cambiar las realidades hay que dejar de pensar en uno mismo, perder el miedo y tener como meta el bien común. Algunos tienen que estar dispuestos a ceder y a hacerse a un lado y otros tienen que atreverse a tomarse los espacios, arriesgar y aprender. Para que haya mejor distribución de poder, tienen que haber personas en el poder que estén dispuestas a ceder parte de su influencia; para que mejore el acceso de las mujeres en el ámbito laboral, tienen que haber hombres dispuestos a ceder espacios, y lo mismo aplicado a otras situaciones sociales, ¿cuántos de nosotros estamos dispuestos a ceder privilegios en pro de un bien común?

La discusión es contingente: ¿Tiene hoy la mujer libertad de decidir sobre su cuerpo cuando son muy pocas de ellas quienes se encuentran representadas en la regulación de esas decisiones?, ¿hay igualdad entre una pareja homosexual o heterosexual?, ¿hay libertad real de consumo?, ¿hay libertad real de mercado?, todos estos temas caen en un debate moralista, que se aleja realmente del sentido que tiene la libertad, igualdad y la fraternidad.

Siempre me ha gustado la cita de Jean Paul Sartre, que dice “mi libertad termina donde empieza la tuya”, o aquella de Voltaire que dice “no estoy de acuerdo con lo que dices pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo”. En ese sentido, ¿cómo nos hacemos cargo como sociedad de velar por estos principios y dejamos de ser cómplices pasivos de injusticias sociales que vemos todos los días?

No es de perogrullo reconocer que no existe igualdad entre hombres y mujeres, no hay igualdad de sueldos, ni paridad, ni de expresión, ni de tareas. Pero, en el caso de quienes creemos en la paridad e igualdad de género ¿estamos todos participando unidos y activamente de la discusión?.

Y qué podemos decir sobre la fraternidad… decimos que en Chile recibimos con los brazos abiertos al “amigo cuando es forastero”, pero constatamos en nuestro día a día, en los espacios públicos, en el transporte, en las tiendas, el trato discriminatorio que reciben los inmigrantes.

Nuestra historia está tanto para enseñarnos como para ser reescrita, cuando la sociedad comienza a verse conflictuada y la igualdad, libertad y fraternidad no son respetadas, suelen venir cambios violentos. Sería tan bueno lograr entrar en sentido común y tomar acciones como sociedad, de respeto y aceptación para poder vivir en armonía los unos con los otros.

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