viernes, 18 de enero de 2008
OSVALDO ANDRADE, Ministro del Trabajo y Previsión Social
Economía y Negocios, El Mercurio
Durante años, a partir del régimen autoritario que transformó profundamente la sociedad, nos habíamos acostumbrado a la idea de que sólo podía tener una pensión o salud digna quien tenía los recursos para ello.
La aprobación definitiva de la Reforma Previsional, por la unanimidad de la Cámara de Diputados al cumplir el tercer trámite legislativo, es un hecho de trascendencia histórica. Esta reforma tiene un sentido político profundo, pues pone al centro los derechos de los ciudadanos, reconoce a cada uno de ellos por su valor y dignidad intrínsecos, por encima de los ingresos más o ingresos menos que hayan sido capaces de generar en la vida.
Durante años, a partir del régimen autoritario que transformó profundamente la sociedad, nos habíamos acostumbrado a la idea de que sólo podía tener una pensión o salud digna quien tenía los recursos para ello. ¿Y las dueñas de casa? ¿Y los que tienen sólo una inserción precaria en el mercado del trabajo? ¿Y los que, cotizando, han ganado toda la vida un salario mínimo o cercano a él? ¿Y los pobres en general? Ésos eran los convidados de piedra, los desechables, los no atractivos para el negocio de la salud y la previsión.
La Concertación siempre se ha opuesto a esta concepción de una sociedad dual; y por ello es que, poniendo al centro el reconocimiento de derechos sociales universales, ha luchado por estas modificaciones institucionales que buscan integrar a todas y todos los chilenos por el simple hecho de pertenecer a una comunidad de iguales que, a ese título, deben acceder a derechos sociales garantizados. Ése es el sentido profundo de nuestro accionar político como fuerzas progresistas: socialistas, democratacristianos, pepedeístas y radicales. Es el rasgo más sustantivo de nuestra identidad, de nuestra unidad en la diversidad.
En una época de tanto nihilismo y desprestigio de la política, la aprobación de la Reforma Previsional viene a validar el rol de aquélla en una sociedad democrática. Cuando la política se orienta a fines sustantivos y pone al centro las necesidades más acuciantes y los derechos ciudadanos, ella se dignifica, legitimándose además a los ojos de todos.
La Presidenta Bachelet ha sido el cerebro, el corazón y el motor de esta reforma, desde la promesa de la misma en su programa de gobierno hasta la articulación de los consensos para verla materializada en un tiempo récord. Con ello no sólo ha sido fiel a sí misma, sino a la identidad más profunda de nuestra coalición.
La Concertación paulatinamente ha ido desmontando las lógicas autoritarias y los valores egoístas que inspiraron las reformas de la década de los ochenta. La historia reconocerá la importancia de este nuevo paso hacia una sociedad más cohesionada, equitativa y fundada en los derechos de los ciudadanos. Allí radica la trascendencia de esta reforma.
