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Mandatario estadounidense vuelve a tensionar las relaciones bilaterales:

Trump reduce personal diplomático en Cuba y deja en suspenso el deshielo

sábado, 30 de septiembre de 2017

Jean Palou Egoaguirre
Internacional
El Mercurio

Tras una serie de misteriosos ataques acústicos, ordenó la retirada de más de la mitad de los funcionarios y pidió a los ciudadanos de EE.UU. que no viajen a la isla. "Han hecho algunas cosas malas en Cuba", dijo.



La misteriosa trama parece sacada de una novela de espías de John le Carré. O quizás del manual de los cientos de supuestos planes -638, para ser exactos- que, según la propaganda cubana, probó la CIA para intentar asesinar a Fidel Castro, que iban desde un traje con esporas venenosas, hasta un puro explosivo.

El último impasse diplomático entre EE.UU. y Cuba, países que no terminan de afirmar el deshielo en sus relaciones bilaterales luego que en 2015 reabrieran sus embajadas, está motivado por un extraño y aparentemente sofisticado "ataque acústico" que, según Washington, habría afectado la salud de 21 funcionarios estadounidenses en La Habana.

El asunto va muy en serio para la administración de Donald Trump, que ayer anunció que, a raíz de este ataque, ordenó el retiro de más de la mitad del personal diplomático en la embajada de EE.UU. en La Habana, suspendió la emisión de visados desde esa legación y divulgó una alerta en la que pidió a los ciudadanos estadounidenses que no viajen a Cuba, para evitar riesgos, hasta que se descubra qué ocurre y quién está detrás.

"Hasta que el gobierno de Cuba pueda asegurar la seguridad de nuestros diplomáticos en ese país, nuestra embajada quedará reducida al personal de emergencia para minimizar el número de diplomáticos en riesgo de ser expuestos a daños", expresó el secretario de Estado norteamericano, Rex Tillerson, quien explicó que la embajada va a suspender "por tiempo indeterminado" la emisión de visados hacia EE.UU., así como toda reunión con las autoridades cubanas en la isla.

El Departamento de Estado, además, aconsejó a sus ciudadanos no viajar a Cuba, advirtiendo que los "ataques específicos dirigidos contra diplomáticos" -evitó hablar de "ataques acústicos", como han dicho autoridades a medios norteamericanos- habrían ocurrido en las residencias del personal y en hoteles frecuentados por estadounidenses. Según explicó, los funcionarios afectados, 21 desde fines de 2016 hasta agosto pasado, sufrieron "heridas significativas" y experimentaron síntomas como "problemas en el oído y pérdida de audición, mareos, dolores de cabeza, fatiga, problemas cognitivos y dificultad para dormir".

Pese a estas medidas, Tillerson aclaró que el paso dado por Washington no supone una ruptura de las relaciones diplomáticas con Cuba, retomadas en diciembre de 2014 tras más de 50 años rotas y luego de negociaciones entre el gobierno de Barack Obama y el régimen de Raúl Castro. "Mantenemos nuestras relaciones diplomáticas con Cuba, y nuestro trabajo ahí continúa bajo la guía de la seguridad nacional y los intereses de la política exterior de EE.UU.", manifestó.

El gobierno de Castro ha rechazado airadamente tener alguna responsabilidad en estos presuntos ataques y dice estar cooperando con la investigación. E incluso, Washington se ha abstenido de culpar directamente de su autoría a Cuba y ha dicho que podría ser un tercer país.

"Cosas muy malas"

En reacción a las nuevas medidas, el Presidente Trump se limitó a señalar ayer que han ocurrido "cosas muy malas" en Cuba. "Hemos tenido un problema realmente grande en Cuba, tendremos algo que decir sobre eso bastante pronto", dijo en la Casa Blanca, sin hacer precisiones. "Han hecho algunas cosas malas en Cuba. Algunas cosas muy malas", se limitó a añadir ante la pregunta sobre si planea tomar alguna otra decisión.

Por el lado del gobierno cubano, reaccionó la directora de EE.UU. de la cancillería cubana, Josefina Vidal, quien juzgó como "precipitada" la medida de Washington. "Va a afectar las relaciones bilaterales, en particular, la cooperación sobre temas de interés mutuo", indicó la funcionaria, quien reiteró que su país "no tiene responsabilidad ninguna en los hechos y cumple seria y rigurosamente sus obligaciones con la Convención de Viena", que obliga a proteger a funcionarios extranjeros en el país.

Más allá de las especulaciones sobre qué tipo de arma sónica se pudo haber usado, quién apretó el gatillo y por qué, los analistas consideran que este episodio marcará para mal el proceso de normalización de las relaciones bilaterales, del cual Trump siempre fue crítico.

"Esto representa el final definitivo de algunos elementos definitorios de la estrategia de Obama hacia la distensión y normalización en las relaciones, como lo fueran su tono entusiasta y proactividad, pero no necesariamente en cuanto al proceso en sí", comenta a este diario Mauricio Font, experto en Cuba y director del Bildner Center for Western Hemisphere Studies. "Esto es, estaríamos adentrándonos ahora en un abordaje más propiamente 'trumpiano'. Esto pone en prueba el compromiso de ambos gobiernos con el proceso", estima.

¿Desproporcionado?

Para William LeoGrande, académico de la American University y autor de varios libros sobre Cuba, la "preocupación del Departamento de Estado sobre la seguridad de sus diplomáticos es real, pero la hostilidad de Trump hacia la política de Barack Obama ha contribuido a que su respuesta no sea garantizada por los hechos". Y no duda en señalar que "esta respuesta desproporcionada es consecuencia de la oposición general de Trump a comprometerse con Cuba".

Una visión totalmente diferente tiene el activista Frank Calzón, director del Centro para una Cuba Libre en Washington, quien considera que la medida de Trump de retirar a su personal en La Habana "no es una represalia, sino una cuestión de emergencia", y que debería haber sacado a la totalidad de los funcionarios. "De lo que no cabe duda es de que el gobierno de Castro sí sabía perfectamente de esto. Los diplomáticos estadounidenses están bajo vigilancia las 24 horas al día. No hay nada que un diplomático estadounidense haga que no sepa el gobierno cubano", destaca.

En esa línea, Calzón sostiene que Trump debe revisar el proceso de deshielo. "El Presidente ha dicho que el acuerdo con Cuba es 'todo para el enemigo y nada para los EE.UU.'. El gobierno de Trump está dispuesto a conversar, pero si Cuba quiere la legitimidad que le da una embajada norteamericana en La Habana o si quiere que vayan turistas estadounidenses a la isla, ¿qué está dispuesto a dar a cambio? Hasta ahora han dicho que nada".

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