La obra plástica de Adolfo Couve es escasa. Sus pinturas no alcanzan la cifra de 200. Solía alternar sus épocas de pintor con las de escritor (de unánime reconocimiento). Y sus períodos destinados a la pintura fueron esencialmente en los años 60 y 80, de ahí que un hallazgo de obra despierta interés en sus seguidores y coleccionistas. Más aún tratándose de un artista cuya personalidad era compleja y misteriosa, pero de una agudeza, profundidad y sensibilidad sobresalientes. Hay decenas de testimonios de sus alumnos en la Universidad de Chile y de la Católica, y varios más a quienes marcó con sus clases, conversaciones, obras y destrezas (leía la mano). Una de sus alumnas, luego ayudante y continuadora de su curso en la PUC, especialista en su obra pictórica, es la profesora Claudia Campaña. Ha seguido con verdadera obsesión sus pasos y el registro de su obra. Es también autora del libro "Couve: Una lección de pintura". Todo ello motivó a que la llamaran, en septiembre de 2016, para consultarle sobre la autoría de unos dibujos iniciales que tal vez podrían pertenecer al artista. Y es con ese hecho que comienza este nuevo libro (Orjikh editores), en formato pequeño, "Adolfo Couve: Imágenes inéditas", que aborda los 11 dibujos, una acuarela y dos óleos inéditos del pintor. Pero también agrega relatos personales de cómo ella conoció a Couve y sus implicancias. La primera parte está dedicada a esos dibujos de 1959, "a esos primeros garabatos gráficos", reconoce. La historiadora del arte dudó en publicarlos, pero el hecho de que él no hacía croqueras la motivó. Esos trazos sí distan muchísimo de la calidad plástica del pintor. Con todo, a partir de varios de ellos, como "La maja que no pintó Goya" (titulado por Couve), el texto infiere observaciones sobre el artista, el escritor y el maestro. Hay asociaciones singulares como la de de un desnudo femenino, respecto de una tela que pintó sobre Michi Donoso, gran amiga del autor y quien dirigió la galería Visuala, donde expuso su mítica muestra de pinturas sobre Cartagena, en los años 80. Pintura y memorias Lo más sustancioso del volumen está en la segunda parte . Cuando aparece una hermosa pintura, "Melliza", de Couve, de 1964. "El dueño (quien deseaba permanecer en el anonimato) lo había reservado todos estos años para sí mismo y me preguntaron sobre su autoría", relata Campaña. El rostro de la protagonista, una figura infantil -identificada con la ayuda de la hija de Couve, Camila-, corresponde a una de las hermanas mellizas de la esposa del pintor, Marta Carrasco. Por entonces, él tenía 24 años, pintaba y escribía. Esa obra es el anticipo de otras pinturas notables de 1965, entre ellas, "La playa", del Museo de Bellas Artes. Pero en ese momento, la incertidumbre sobre si seguir en la pintura o dedicarse de lleno a la literatura lo atormentaba, señala la investigadora. De ahí tal vez la posición del personaje de "Melliza", más propia de alguien que está leyendo. En los cuadernos manuscritos de sus novelas -Couve nunca usó máquina de escribir-, Campaña encontró un dibujo en una de las páginas de "El tren de cuerda". El personaje ahí sí está sentado escribiendo. Ocho años separan a ese croquis de "Melliza". Esa pintura se transforma también en la excusa para que la autora se remonte a la primera vez que el maestro le leyó uno de sus borradores literarios. Y relata, en detalle, ese primer y no fácil acercamiento al que era su profesor, en 1977. Agradecida por sus clases decide, entonces, ir a dejarle un "presente" a su casa. No pensaba encontrarlo. Pero él estaba allí y la recibió hosco en su austero departamento, como acostumbraba a vivir. Residía en la calle Mac-Iver, tiempo antes de irse a la antigua casona en Cartagena. Ese encuentro se inició con un frío e inquisidor "¿A qué vino?", de parte del pintor. Siguió un diálogo áspero, con incómodos silencios que hablan del temperamento y sensibilidad del artista, pero que al final indican el inicio de una cercana relación profesional. Poco después, la nombra ayudante en su curso de arte. El relato continúa con los últimos hallazgos: "Un dibujo coloreado con pigmentos al agua en acuarela sobre papel, en extracto nogal, firmado en 1967, sobre el tema del circo". Couve había hecho otras cuatro acuarelas similares con la figura del caballo y un trapecista arriba, en 1965. El último encuentro es un pequeñísimo óleo sobre un árbol, de 1967, proveniente de apuntes que él realizaba. La muestra que se abre el jueves, junto a la presentación del libro, en el Centro Cultural de Las Condes, exhibirá todas esas piezas además de fotografías inéditas de Couve, del archivo familiar. Claudia Campaña agregó cuatro óleos que estuvieron en la retrospectiva del Museo Nacional de Bellas Artes, en 2002, los que dan una visión más amplia sobre el hacer couveano. Se trata de "Martita", de 1960; "La mancha de barro", 1965; "Copa de huevo", 1967, y "Joven leyendo", de 1972. La exposición abarcará desde 1959 hasta 1998, año de su inesperada muerte.