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El atractivo del macronismo en América Latina

miércoles, 13 de septiembre de 2017


Internacional
El Mercurio

En medio de la polarización, hay una oportunidad para renovar el centro político.



La "marea rosa" de la hegemonía izquierdista en América Latina ha disminuido. Pero más que un período de gobiernos de una fuerte centroderecha, lo que ha surgido en muchos lugares es la polarización política. Considere las campañas para la gran cosecha de elecciones en la región que se extiende hasta el próximo año.

Estas comienzan con la competencia legislativa en Argentina el mes que viene, que presenta una reñida batalla en la provincia de Buenos Aires, el districto electoral clave, entre la coalición de centroderecha del Presidente Mauricio Macri y Cristina Fernández de Kirchner, su impenitente predecesora populista. Las elecciones presidenciales del próximo año en Colombia y Brasil podrían convertirse en una lucha entre candidatos de una izquierda y una derecha relativamente duras. La competencia en México está tomando la forma de referéndum sobre Andrés Manuel López Obrador, el eterno candidato populista de la izquierda nacionalista.

Si hay que creerles a las encuestas de opinión, la mayoría de los latinoamericanos sigue estando en el centro político. Ellos quieren una economía de mercado, y mejores provisiones sociales y servicios públicos de parte del Estado. No obstante, muchos partidos socialdemócratas de estos países se han movido a la izquierda, mientras que los conservadores todavía defienden la idea de un Estado mínimo. Los reformadores centristas, que eran fuertes en los años 90, están en dificultades.

Este reducido centro se caracteriza por contar con tecnócratas que carecen el toque popular (piense, por ejemplo, en el Presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, o en el de Perú, Pedro Pablo Kuczysnki) o con organizaciones cuyo pragmatismo ilimitado ha fomentado la corrupción (Prueba A: el oficialista Partido Movimiento Democrático Brasileño). En todos sus aspectos, el centro está siendo víctima de la desilusión de los votantes con una clase política que ha perdido el idealismo que trajeron las transiciones democráticas de los 80 y que ahora parece preocupada de sí misma y sin contacto con la realidad.

Todo esto sugiere que hay una oportunidad para un centro renovado, radical. Algunos latinoamericanos que creen en eso, se sienten inspirados por Emmanuel Macron en Francia, quien formó un nuevo partido y casi inmediatamente ganó la Presidencia, compitiendo contra los extremos tanto de la derecha como de la izquierda.

Para tener alguna oportunidad, los centristas latinoamericanos necesitan nuevas ideas. Andrés Velasco, un exitoso ministro de Hacienda del primer gobierno de Michelle Bachelet en Chile, ha hecho un gran esfuerzo para proveer con algunas ideas en un próximo libro con dos colegas. En 2013, Velasco compitió sin éxito contra Bachelet por la nominación presidencial de la Nueva Mayoría, que bajo su égida ha girado bruscamente a la izquierda. Desde entonces, él ha formado Ciudadanos, un nuevo partido de centro (que tiene el mismo nombre de un partido similar en España).

Los autores insisten en que el centro debe definirse a sí mismo no por lo que está en contra sino que por lo que está a favor: una ideología liberal igualitaria que ve la libertad no solo como una no-interferencia sino que, en el espíritu de Amartya Sen, un economista y filósofo indio, como la ausencia de una dominación opresiva y la oportunidad para todos de aprovechar su potencial. Mientras, la izquierda enfatiza en la redistribución desde el Estado, basándose en John Rawls, un filósofo político estadounidense, para subrayar un mismo trato para todos los ciudadanos, para hacer frente a la más o menos sutil discriminación de clase y raza de la que todavía adolecen las sociedades latinoamericanas.

El compromiso del centro con el gradualismo, el pluralismo y la racionalidad no se compara con las apelaciones emocionales y simplistas de los populistas. Pero los liberales pueden ofrecer argumentos morales a favor de una sociedad libre y tolerante que puede generar pasiones, insisten. Habiendo planteado su manifesto, Velasco está postulando al Senado chileno este año, y planea una candidatura presidencial en 2021.

Hay esfuerzos similares en otras partes. En Perú, Julio Guzmán, un economista, está tratando de armar un nuevo partido. En Colombia, Sergio Fajardo, un ex alcalde centrista de Medellín, está en una campaña presidencial. Podrían aparecer candidatos centristas en Brasil, incluyendo a Marina Silva, quien rompió con el izquierdista Partido de los Trabajadores y ha organizado un nuevo partido de centroizquierda que une ambientalismo, liberalismo y una política limpia.

Estos esfuerzos de renovación enfrentan resistencia del establishment político. Guzmán fue descalificado, por un tecnicismo legal, de la elección presidencial del año pasado en Perú, cuando iba en segundo lugar en las encuestas. En Chile, Ciudadanos enfrentó una larga batalla burocrática para lograr su registro como partido, y como resultado tendrá que presentar menos candidatos al Congreso de lo que podría haber presentado.

El antídoto del populismo "no puede ser solo tecnocráta", escriben Velasco y sus coautores. Más bien, requiere una política de "franqueza radical", y una toma de decisiones que sea aceptable para los votantes a través del diálogo y apelando constantemente al interés público. Macron ganó a pesar -o quizás debido a eso- de haberles dicho a los franceses algunas cosas que no querían escuchar. ¿Acogerán los latinoamericanos ese mensaje?

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