Señor Director: Conocemos hace años los índices de suicidio infantojuvenil al alza en Chile y Corea del Sur -únicos países OCDE donde se observa esta aberración- sin que estas muertes nos desvelen todavía como país. La estridencia sórdida de los medios cuando la tragedia asuela es un espejismo apenas de sensibilidad: abusos sexuales, el sistema de protección, el suicidio de niños y adolescentes, nada perdura en la memoria, ni nos angustia mucho tiempo, ni implica acciones reflexivas y de largo plazo orientadas al cambio ¿Qué nos está pasando? Un muchacho de 17 años se suicidó hace diez días. Un hijo, compañero, amigo, alumno: tantas ausencias. Pero a menos de una semana de su muerte, muchos hacían ya leña del árbol caído: medios, redes sociales, personas que no esperan un minuto para condenar y llenar el aire de palabras sin compasión. En el momento de mayor fragilidad, en plena vivencia del trauma, lo primero no fue la contención y condolencia, sino la revictimización de estudiantes, familias, docentes. Pocas actitudes pueden ser más inhumanas que atacar a alguien mientras llora a sus muertos, enmudecido de impotencia. La actitud para con la comunidad educativa de la Alianza Francesa ha sido barbárica, sojuzgándola y exigiendo explicaciones ante un silencio que nunca es indiferencia, sino desesperación y recogimiento. Hemos atestiguado tratos similares a comunidades golpeadas por casos de abuso sexual y el pedido ha sido el mismo: respeto por el duelo. La posibilidad de recobrarse de experiencias traumáticas depende del acompañamiento del colectivo; del reconocimiento del dolor de quien lo vive por parte de otros significativos. Respetar el derecho al tiempo. No ayuda el abandono en que dejan los juicios lapidarios, las verdades a medias y las mentiras o la búsqueda de culpables entre quienes sufren. Los propios alumnos de la Alianza han defendido su duelo (y los apoderados, y el colegio). Parte el alma leer su carta. Su justo reproche. Su cordura amorosa. Los sufrimientos -evitables- de la infancia no son la problemática de "solo" algunas familias, escuelas, regiones. Hacernos cargo del cuidado ético de cada nueva generación nos atañe a todos y es urgente. Sin olvidar que ante las pérdidas, respetar el duelo es también una forma de cuidar. Vinka Jackson Rodrigo Venegas
Psicólogos