Dólar Obs: $ 948,61 | -0,72% IPSA -0,25%
Fondos Mutuos
UF: 37.242,15
IPC: 0,40%
Estudio en el Área de Conservación Guanacaste, en Costa Rica:

Desechos de naranjas convierten un terreno infértil en un vergel

miércoles, 23 de agosto de 2017

Paula Leighton N.
Vida Ciencia Tecnología
El Mercurio

Un experimento frustrado terminó por convertirse en un ejemplo extraordinario de cómo residuos agroindustriales pueden ayudar a restaurar bosques y reducir gases de efecto invernadero.



En enero de 1998, la empresa costarricense Del Oro comenzó a transportar centenares de camiones cargados de desechos de pulpa y cáscaras de naranjas hasta una zona de pastizales y suelos altamente degradados dentro del Área de Conservación Guanacaste (ACG), en el noroeste de Costa Rica.

En una superficie de tres hectáreas, la empresa de jugos de fruta llegó a depositar la carga de mil camiones (12 mil toneladas métricas) de desechos de naranjas exprimidas.

Esta inusual acción había sido cuidadosamente planeada por el matrimonio de ecólogos Daniel Janzen y Winnie Hallwachs, de la U. de Pensilvania. Ambos trabajaban como investigadores y consultores en dicha área de conservación y exploraban formas de restaurar bosques tropicales en peligro.

A través de un convenio con Del Oro, los ecólogos acordaron que la empresa entregaría al ACG una franja de bosque de su propiedad a cambio de poder depositar sus desechos de naranja en un terreno altamente degradado -donde había un pastizal abandonado y de suelo pobre, compactado y pedregoso-, dentro del área protegida. La erosión causada por ganado que en el pasado pastaba en el lugar e incendios previos a que el terreno se incorporara al parque, habían impedido su regeneración en más de un siglo.

La apuesta era que al biodegradarse, los desechos vegetales enriquecerían esos suelos baldíos. Sin embargo, un juicio contra Del Oro y el personal de la reserva, por parte de la empresa rival TicoFruit por "contaminar un parque nacional" llevó a abandonar el experimento.

Debieron pasar 16 años para descubrir lo que ocurriría en el lugar.

Trepando por el bosque

El terreno "estaba tan cubierto de árboles y enredaderas que ni siquiera pude ver el cartel de dos metros que indicaba el sitio", recuerda Timothy Treuer, estudiante de posgrado del Departamento de Ecología y Biología Evolucionaria de la U. de Princeton, que guiado por Janzen y junto a su compañero Jonathan Choi decidieron investigar qué había sucedido.

"Mientras en los terrenos aledaños caminaba sobre suelo rocoso y pasto muerto, en el sitio de las naranjas tuve que trepar por la vegetación y abrir una huella a través de muros de enredaderas", dice Choi sobre su primera visita al sitio en 2014.

En un artículo publicado ayer en la revista Restoration Ecology, ambos describen que -en comparación con un área control que no se intervino- en el lugar donde se descartaron las naranjas el suelo tenía más nutrientes, la biomasa boscosa era 176% más abundante, había 24 especies de árboles (versus ocho en el control) y estos eran más altos, de troncos más gruesos y con un follaje más frondoso.

"Creemos que esta experiencia fue tan exitosa, porque en la zona había abundantes fuentes de semillas de árboles y fauna silvestre que pudo llevarlas hasta el sitio intervenido", dice Choi a "El Mercurio".

 Imprimir Noticia  Enviar Noticia